Capítulo XII

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Jenna

Esperamos en la celda impacientes a que el "plan" de Lois empezara de una vez. Los hermanos daban vueltas por la celda y yo estaba sentada en el suelo viéndolos. Bueno estaba viendo a uno en concreto. Leo daba las vueltas mucho más rápidas y de vez en cuando negaba con la cabeza, ¿estaba pensando un plan? Sería la primera vez que lo hiciera. En ese mismo instante se abrió la puerta y esta vez aparecieron dos hombres que no eran nuestros amigos. Me cogieron por un brazo para poder levantarme y me llevaron hasta la puerta para llevarme a no sé donde.

-¡Eh!-gritó Leo- No la toquéis imbéciles.

Le pegó un puñetazo a uno pero su hermano lo frenó y le dijo que parara y esperara. Beck me miró y me asintió con la cabeza, yo le devolví el gesto.

Me sacaron de allí y me volvieron a llevar a la sala de antes, que cansino era esto, volvió a aparecer el padre de los hermanos seguramente para preguntarme por la Niebla. No sé que obsesión tenía con ella, se destruyó, ya no existía.

-Si no me quieres decir la verdad por las buenas, entonces será por las malas.

Otra vez por las malas, de verdad, en toda mi vida no conocía alguien tan pesado como este señor.

-Deja de pensar eso y de llamarme señor.

-Señor-le volví a decir.

-Vale-puso su mano en mi pecho y noté como mi cuerpo caía, pero no al suelo, si no a una oscuridad eterna.

Bueno o eso pensaba, porque después de un rato cayendo aterricé en un bosque. Me levanté deprisa y miré a mi alrededor. Espera un momento. Mi pie, pisaba el suelo. Sonreía y empecé a caminar por aquel bosque hasta que llegué a una casa. Era la casa donde Lyn y Nen pasaron un tiempo después de él ser expulsado del campamento. Pero no eran ellos los que estaban allí, éramos nosotros, Leo, Beck, Lois, Sam, Reyna, Carlos y yo. Se nos veía felices y a lo mejor dos o tres años mayores.

-Precioso, ¿no?- me dijo la voz de ese señor- Pues si no me dices la verdad mataré a todos tus amigos, a todos tus seres queridos, hasta a mis hijos si hace falta. Quemaré el campamento, la casa de tu madre, tu tío y esa casa abandonada que ves ahora. Por último, mataré a tus perros. Y seguiré, seguiré y seguiré quitándote a seres queridos delante de tus ojos si no me dices lo que quiero.

De repente la imágenes cambiaron, esta vez estaban todos muertos pero yo estaba aquí, de pie, viendo como de sus cuerpos salía sangre.

Volvía la realidad y él me miraba con una sonrisa que daba miedo. Me tocaría contar lo que sabía. Cuando iba a abrir la boca vi un destello un poco a lo lejos a la pared, ya entendía el plan.

-¿Qué?¿Acaso vas a luchar contra mí?

-No-esta vez fui yo la que sonreí-, yo nunca peleo sola.

Los hermanos aparecieron de detrás de las columnas para ponerse a mi lado y mis amigos saltaron desde las barandillas que había un poco más arriba para caer enfrente de mí. Faltaba Carlos, bueno vendría ahora.

-Toma-me dijo Reyna mientras me daba una daga.

-Guardias, atacad.

Vinieron muchos guardias pero no fue difícil deshacerse de ellos, el problema es que cuando matabas a unos cuantos ya venían otros detrás. ¿Cómo es posible que hubiera tantos? Noté como mis manos se congelaban y miré a mis amigos para verificar, a ellos les pasaba los mismo. Carlos apareció en ese momento y se puso a matar guardias. Fue a desactivar la fuerza que nos impedía utilizar los poderes, este plan cada vez me gustaba más. Así si que fue mucho más fácil todo. Pero eso nos duró poco porque unas sombras nos tiraron al suelo y nos impedía movernos.

Sáterix II: Un mundo extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora