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Decir que estoy emocionado sería un eufemismo.

Si dijera que estoy nervioso, también me quedaría corto.

En realidad, me siento tan alterado que tengo hasta ganas de vomitar. De hecho, estoy a punto de dar media vuelta tres veces de camino a la estación. Pero no lo hago y, tras un trayecto que se me antoja insoportablemente largo a pesar de que el tren llega cinco minutos antes, por fin estoy aquí. Miro a mi alrededor y no tardo en verlo, guapísimo con una sudadera azul bajo el abrigo abierto que hace juego con sus ojos. No puedo evitar sonreír al darme cuenta de que ha estado esperándome con antelación, y el corazón comienza a latir me con fuerza.

Está distraído con el móvil, probablemente porque no me espera hasta dentro de cinco minutos, así que no me ve cuando me acerco a el. Levanta la mirada cuando estoy a un metro de distancia, y sus labios se curvan enseguida en una ancha sonrisa mientras se acerca para abrazarme con fuerza.

⎯Te echaba de menos⎯ susurra contra mi pelo, embriagandome con su cálido olor.

⎯Yo tambien⎯ confieso, dándome cuenta de hasta que punto es cierto mientras aspiro su aroma.

Caminamos a buen ritmo hasta su casa  que se encuentra a unos veinte minutos en dirección contraria al centro deportivo. Quiero que me coja la mano, pero no lo hace. Al ser todavía de día hay mucha gente en la calle, y se que no quiere que me sienta incómodo. Al principio, ninguno de los dos habla.
Es la primera vez que nos vemos desde lo del jueves por la noche, y desde lo del viernes por la noche, así que los dos nos sentimos un tanto cohibido, sin saber muy bien que decir para romper el hielo.

Lo miro.

Me mira.

Sonríe.

Aparto la mirada.

Y hasta que, cinco minutos después, por fin abre la boca.

⎯Pues bueno.

⎯Pues bueno.

⎯Parece que te ha comido la lengua el gato.

⎯Yo podría decirte lo mismo señaló con una sonrisa, y el me la devuelve.

Pero ya hemos conseguidos comenzar a hablar, así que la conversación continua fluyendo con naturalidad, tal cono siempre ocurre entre nosotros.
Me pregunta acerca de mi día, nada interesante, como suele ser habitual, y yo le pregunto acerca del suyo que se resume en que se ha pasado la mañana limpiando, y sonrio otra vez al pensar que probablemente haya sido por mi.

Cuando llegamos a su edificio, es cono si tuviera un nudo en la garganta del tamaño de mi cabeza, a pesar de que la conversación ha conseguido relajarme bastante. El corazón me late cada vez con más fuerza, y tengo que vaya a estallar en cualquier momento. Esto está empezando a ser algo habitual cada vez que estamos juntos, y me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que me dé un infarto a casua de la tensión.

SungHoon vive en un quinto piso, así que nos dirigimos al ascensor para ahorrarnos las escaleras. Durante el corto trayecto, el aprovecha el primer momento de Soledad para robarme la mano con una caricia que me hace estremecer  acompañada de una sonrisa pícara. Salimos del ascensor y  en cuanto abre la puerta de su casa, unos estridentes ladridos nos dan la bienvenida. Un perrillo negro se acerca correteando y le lame las manos de SungHoon cuando este se agacha.
Lo imito, y el perro comienza a olfatearme enseguida mientras yo le acaricio la cabeza. A continuación, se levanta sobre dos patas, tratando de subirse encima de SungHoon, y el lo coge en brazos mientras el perro suelta un ladrido de felicidad.

⎯Que tierno. Mickey, ¿verdad?

⎯Mickey⎯ confirma SungHoon,  sonriendo. Es evidente que adora a su perro ⎯¡Eh, Mickey! ¡Mira quién ha venido! Se llama Jake⎯

𝑺𝑯𝑨𝑫𝑶𝑾⁰¹ 𝑱𝑨𝑲𝑬𝑯𝑶𝑶𝑵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora