Carwyn no se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba pasar los días enteros con Priscilla hasta que bajó a su habitación y la encontró allí, arreglándose mientras le proponía planes para esa mañana.
Y así, el príncipe permaneció todo el tiempo con ella, en los jardines del palacio y correteando por los pasillos. Carwyn recordó entonces a Damien cuando pasaron en cierto momento por la puerta del estudio; sin embargo, no se preocupó. A Damien parecía gustarle la soledad (y también parecía aguantarle muy poco), así que estaría bien sin que Carwyn merodeara por los alrededores.
Pero todo cambió una vez llegó la noche. El cielo estaba nublado, haciendo que en el ambiente hiciera mucho más frío que de normal. Además, la luna no era más que un punto borroso detrás de las nubes. Carwyn se preguntó si llovería, pero al fin y al cabo, no era su problema. Él se iba a quedar en su habitación, tratando de prestarle atención al libro que leía, y eso ya era mucho trabajo.
Así que se tumbó sobre la cama, cansado por ese día tan largo, y a continuación abrió el libro. Casi iba por la mitad, lo cual era un buen logro para él; no obstante, le frustraba no estar encontrando información útil, tan solo las leyendas que todo el mundo conocía sobre la separación del antiguo mundo en dos reinos y otras cosas.
Echó una ojeada rápida a las hojas que quedaban por delante, tan solo para ver si decían algo interesante o era más de lo mismo. Suspiró cuando vio que no tenía aspecto de que fuese así.
Tuvo la tentación de dejar el libro a medias y comenzar con otro; sin embargo, su maestra siempre le decía que, si investigaba sobre algún tema en los libros, no dejase ningún ejemplar jamás a medias, porque no se sabía cuándo la vida te podía sorprender con eso que tanto buscabas y que tan poco pretendías encontrar allí.
Y estaba seguro de que Damien diría lo mismo.
Resopló y continuó leyendo, aunque hubo algo que, al cabo de unos segundos, le desvió de las páginas para devolverle de la realidad de la que quizás no había llegado a salir del todo. Se trataba de unas pisadas que se acercaban a su puerta, y Carwyn se irguió para dejar el libro de lado y escuchar mejor.
Unos golpes apresurados sonaron en su puerta, para a continuación esta abrirse sin dejar margen de respuesta.
Con tan solo eso, Carwyn ya habría sido capaz de saber de quién se trataba; sin embargo, no hizo falta que adivinara nada, porque para entonces Damien ya estaba a unos pasos del umbral de la puerta, vestido con ropa diferente a lo que solía llevar y con una mirada fría.
Carwyn se llevó la mano al pecho por el susto.
—Oye, ¿nunca te habían dicho que cuando llamas a la puerta es para dejar que la otra persona te diga si puedes pasar? —preguntó el príncipe. Definitivamente, con Damien no iba a haber secretos si seguían así, más que nada porque el asesino iba a descubrirlos antes de que Carwyn tuviera la oportunidad de ocultarlos.
El contrario sonrió un poco.
—Tú eres mi excepción. —Carwyn se preguntó con cuántos cambios de humor tendría que soportar a Damien esa vez—. Vístete.
—Ya lo estoy —respondió el heredero, sin entender por qué motivo le decía a esas horas de la noche que se vistiera. Damien le observó de arriba a abajo, como si se tratase de una broma.
—Bien —indicó. Carwyn quiso soltarle allí mismo que sus ropajes eran mucho más lujosos y caros de lo que él jamás llegaría a vestir, pero no lo hizo y terminó levantándose de la cama. Sí, bueno, era cierto eso de que iba con ropa un poco informal, más para estar en su habitación tranquilo que para otra cosa.
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Rogando a la Luna
FantasyLIBRO 1 DE LA TRILOGÍA "CRÓNICAS DE LOS DOS MUNDOS". En el vasto Reino de la Luz, el joven príncipe heredero Carwyn ha crecido en un ambiente exigente. Dotado de una gran belleza y un carácter encantador, su mayor deseo siempre ha sido descubrir los...