Tenían que marcharse de aquella cabaña.
Tenían que regresar a toda prisa al templo antiguo de Nioma, aquel donde habían pasado la noche anterior.
A Carwyn le costó un poco comprender a qué se refería, aunque confiaba en Damien, confiaba en que el chico había encontrado la respuesta a esas dudas que tenían. El asesino se puso en pie rápidamente y miró a Winter, que le observaba impasible junto a su gato negro.
—¿Cuánto dinero te debemos? —quiso saber, impaciente por marcharse cuanto antes. Priscilla se levantó, alarmada ante la prisa que el chico tenía. Le agarró del brazo para frenarle.
—Damien, ¡¿qué pasa?!
El Hijo de la Noche le miró, nervioso.
—Priscilla, tenemos le respuesta a lo que necesitábamos. Podemos realizar el ritual de una vez. Y tenemos que regresar al templo de esta noche —se limitó a decir. En ese momento, la bruja también se puso en pie con una rapidez inhumana. Les lanzó una mirada de advertencia a los tres, mientras Carwyn era el último en levantarse, con el corazón latiendo a toda prisa y sin entender del todo qué sucedía.
—Marchaos, no hace falta que me paguéis con nada —ordenó Winter con voz autoritaria—. El ritual se debe realizar de noche y apenas quedan unas horas para que se ponga el sol.
Damien asintió mientras daba media vuelta y agarraba a Carwyn de la mano para tirar de él. Priscilla solo se quedó algunos segundos quieta, haciendo una pequeña inclinación como agradecimiento mientras murmuraba palabras amables. Winter caminó hasta la puerta, acompañando a los tres hacia la salida con su gato negro pisándole los talones.
—Tened cuidado con Nioma —les aconsejó alzando la voz mientras les veía alejarse. Luego, murmuró unas últimas palabras para sí misma, mientras sonreía fríamente—. No sabéis las sorpresas que guarda la oscuridad.
( . . . )
Damien no había dejado de caminar rápido ni un solo segundo en todo el trayecto. Priscilla había intentando calmarle diciéndole que tenían tiempo suficiente para llegar de nuevo al templo de Nioma, pero no había servido de nada. El Hijo de la Noche se encontraba más ansioso de lo normal, en contraste con Carwyn.
El heredero se alegraba de que el joven hubiera encontrado la manera de regresar a su mundo, pero... Aquello significaba dejar de verle. Significaba no volver a inspirar su olor a vainilla ni volver a notar sus labios junto a los del príncipe.
A pesar de todo, no quería arruinar la emoción de Damien con sus tonterías de enamorado.
Cuando llegaron al viejo templo de Nioma, Damien volvió a alzar la mirada hacia esa frase en el Idioma Oscuro, esa frase que, ciertamente, tanto había estado escuchando esos días. Priscilla se sentó en uno de los escalones de acceso al templo, dispuesta a descansar. Todavía quedaba alrededor de media hora para que el sol comenzara a descender por el cielo, tiñendo todo de naranja, de manera que tendrían tiempo suficiente para comer algo y descansar.
Damien se acercó a Carwyn en cuanto lo vio sentado contra una de las columnas, las rodillas flexionadas y sin hacer nada en especial. Incluso el asesino notó el aire triste que le rodeaba, y el príncipe no pudo evitar sentirse peor desde el primer momento en el que le vio subir las escaleras y caminar hacia él.
—¿Qué pasa? —preguntó, sentándose junto al heredero, pegado a él. Un extraño calor le envolvió el corazón cuando notó que Damien pasaba su brazo por detrás de sus hombros para acurrucarse en cierta manera junto a él.
—Nada —se limitó a responder Carwyn, esbozando una sonrisa lo más verdadera posible. Aun así, el contrario no se la creyó ni por un segundo. En el fondo, creía saber qué era lo que le pasaba al chico.
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Rogando a la Luna
FantasyLIBRO 1 DE LA TRILOGÍA "CRÓNICAS DE LOS DOS MUNDOS". En el vasto Reino de la Luz, el joven príncipe heredero Carwyn ha crecido en un ambiente exigente. Dotado de una gran belleza y un carácter encantador, su mayor deseo siempre ha sido descubrir los...