XLI: La verdad sobre Damien

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La noticia del encarcelamiento de Damien y sus motivos estaba corriendo como el viento entre las personas del palacio y de la ciudad, y más allá de sus lágrimas y su confusión, sabía que tenía que avisar a Aria y a Priscilla antes de que otras lenguas lo hicieran.

No entendía qué demonios había pasado para llegar a ese punto, pero el caso era que todo el mundo ya estaba enterado de que había un Hijo de la Noche en el palacio. 

Carwyn recorrió más rápido que nunca los pasillos del palacio, en busca de Aria y Priscilla. Últimamente se habían hecho bastante amigas, de manera que probablemente estuvieran juntas. Su mejor amiga no estaba en su habitación, así que había supuesto que estaría en la de la bailarina. Al menos eso era lo que esperaba.

«Damien, ¿qué has hecho?».

Ya había amanecido por completo, pero unas oscuras nubes cubrían el cielo, como si el mundo entero se hubiera enterado de la noticia y se hubiera puesto acorde al ambiente. La verdad era que se notaba un ambiente más caótico y revuelto de lo normal en el castillo, la mayor parte de la gente aterrorizada ante la idea de haber estado en el mismo edificio que un monstruo, que un hijo de Nioma.

Entró de sopetón en los aposentos de Priscilla y Aria, que estaban sentadas en el suelo sobre dos almohadones, hablando tranquilamente. A Carwyn le invadió la tranquilidad al ver que no parecían demasiado enteradas de la noticia. La dama de la corte de la reina se giró hacia él cuando le vio entrar tan agitado y nervioso y sonrió.

—¡Carwyn! —llamó, alegre de verle. Luego se le borró la sonrisa al ver cómo estaba y se apresuró a levantarse, seguida de Aria. Se acercó a él mientras el príncipe recuperaba el aire—. ¿Qué pasa?

—Decidme que no os habéis enterado —pidió, intentando recuperar la compostura. Priscilla y Aria intercambiaron una mirada, preocupadas por el heredero pero al mismo tiempo dudando. La bailarina por fin habló.

—¿Qué está pasando, Carwyn? —volvió a preguntar. El chico terminó de recuperar el aliento y luego se sentó en el suelo, invitando a las chicas a hacer lo mismo mientras intentaba organizarse para saber cómo decir aquello. Era mucha información la que tenía que decir y no sabía cómo reaccionarían las jóvenes. 

Estas esperaron algunos segundos, sentadas una frente a otra como en un principio y mirando intrigadas al chico. Tragó saliva y supo que no tenía tiempo que perder. Necesitaba su ayuda para elaborar algún plan, pensar en algo que hacer. Porque estaba claro que no iba a dejar que Damien se quedara allí, en el calabozo.

—Escuchadme —pidió—. Lo que os voy a contar es... Bueno, tal vez sea un poco chocante para vosotras, pero lo único que os ruego es que, por favor, me creáis y me entendáis y reaccionéis bien. Solo necesito vuestro apoyo, ¿vale? 

Priscilla abrió la boca para preguntar de qué demonios iba todo aquello, pero se calló. No entendía nada, y tanto ella como Aria estaban empezando a preocuparse mucho. Sentía que era algo grave y eso no le gustaba en absoluto. El corazón de Carwyn se aceleró al pensar en hablar de todo aquello.

¿Y si las chicas reaccionaban mal? ¿Y si se enfadaban con él o...? 

Inspiró hondo. No podía retrasarse más o las preocuparía todavía más.

—Es sobre Damien —comenzó. Las contrarias no se molestaron en ocultar su sorpresa y su intriga. Carwyn abrió la boca para seguir hablando, pero le llevó unos segundos que le salieran las palabras. Sentía que el miedo se enroscaba en torno a su cuello, pero no tenía otra opción más que ignorarlo y empujarlo lo más hondo que podía—. Hemos... Hemos estado engañándoos  durante todo este tiempo.

Rogando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora