XIV: La reunión con el rey

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A Carwyn no le gustó en absoluto la mirada discreta que recibió por parte de su padre cuando se posicionó junto a él, en una mesa redonda de la sala de reuniones. Aunque en un principio Lancer les había citado en el salón del trono, resulta que solo había sido un punto de quedada, pues más tarde se habían trasladado a la sala de reuniones en la que solía quedar su padre con cualquier persona con la que tuviera que hablar. 

Los ojos del rey irradiaban ganas de echarle una buena bronca, como si quisiera saber qué se le había pasado por la cabeza para meter a un bailarín en el cuerpo de baile sin su permiso. Y qué bailarín, por Labded. ¿No había uno con un aspecto más... normal?

Carwyn estaba seguro al cien por cien de que, si su padre conociese la verdad le desterraría del Reino de la Luz, y entonces sí que tendrían un problema.

—Es un honor poder estar hoy aquí con usted, Majestad —sentenció Lancer, tomando asiento de forma elegante en una de las sillas de la mesa. Damien y otra bailarina que también había sido aceptada y que Carwyn no reconoció le imitaron. El príncipe le lanzó una corta y discreta mirada a Damien. Iba a estar todo el tiempo mirándole por mucho que no quisiera y tenía que aceptarlo. Y ojalá no cometiese ningún error.

—El honor es mío, Lancer. —Cualquiera que no conociera a su padre se creería de lleno esas palabras, pero Carwyn llevaba el suficiente tiempo en ese mundo con él para saber que sus sentimientos reales estaban muy lejos de eso—. He escuchado que me has traído al palacio dos excelentes bailarines, uno de ellos propuesto precisamente por mi hijo.

El heredero pudo ver incluso él la mirada endurecida que tenía Damien cuando hizo contacto visual con su padre, la tensión que había entre ellos y lo invisible que esta parecía ser para el resto de las personas allí. 

—En efecto, me llena de alegría saber que su hijo no se ha equivocado al sugerir a este joven. —Hizo un gesto elegante y discreto para señalar a Damien, que se mantuvo rígido—. Su Majestad, me gustaría presentarle a a Damien Flamewinds.

El mencionado tuvo la suficiente inteligencia para realizar una pequeña inclinación de cabeza ante la presentación, pero no sucedió nada más por su parte. Lancer, al observar esto, hizo otro gesto similar para indicar la presencia de la otra chica a su lado, una joven que debía tener la edad del príncipe y que las dos veces que la había visto siempre había sido con su cabello marrón recogido en dos coletas.

—Y ella, Majestad, es una joven bailarina procedente del casco antiguo de Steelhills, llamada Vega Heekocks. 

( . . . )

Carwyn conocía el nombre de esa joven, y ni siquiera sabía por qué. Probablemente fuese alguna bailarina reconocida, aunque de ser así le extrañaría que Lancer no hubiera mencionado el detalle.

Por otra parte y por suerte, el rey pareció más centrado en ella que en Damien, lo cual daba lugar a más margen para errores. A pesar de ello, el asesino no tenía aspecto de que fuese a permitir de ningún tipo, porque seguía recto y sin apartar la vista del rey.

El heredero tuvo que improvisar algunas palabras hacia ambos nuevos integrantes del cuerpo de danza, pero agradeció que no saliera todo lo mal que pudo haber salido. A raíz de todo esto fue capaz de ver a Damien igual de serio que siempre; sin embargo, algo le decía que estaba haciendo un esfuerzo increíble para no reírse.

Bueno, se podía ir al infierno si quería mientras fuese discreto y capaz de controlarse.

Damien salió de allí con una leve sonrisa de las suyas, junto a un príncipe que intentaba calmar sus nervios después de la reunión. Claramente no iba a preguntarle a su padre cuál había sido su primera impresión respecto al bailarín, pero sabía que no podía haber sido demasiado positiva. Era un chico joven y apuesto delante de su hijo joven y gay, por supuesto que no le iba a gustar. 

Rogando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora