XLII: Un plan para salvar a un asesino

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Carwyn notó que se le llenaban los ojos de lágrimas y trató de evitarlas. Un nudo se formó en su garganta y no fue capaz de evitarlo por mucho que lo intentó. Parpadeó para quitarse las lágrimas de encima y apartó la mirada. Notó la de Damien sobre él y fue la vez que más le dolió.

—¿Qué? —sonó la voz de Priscilla, apenas audible e inclinándose hacia el asesino para mirarle los ojos—. Damien, ¿qué estás diciendo?

Este no respondió al instante, sino que suspiró con la vista baja mientras se mordía el labio inferior, dudando sobre algo. Aria se había quedado sin color literalmente y tenía las manos apoyadas en el suelo, como si estuviera mareada solo de escuchar eso. A Carwyn le empezó a temblar el labio.

Todo se mantuvo en silencio por lo que pareció ser una eternidad, hasta que Damien volvió a alzar la cabeza y paseó su vista por las tres personas de la sala, con dolor en sus ojos. Tragó saliva.

—Os voy a contar la verdad —sentenció, y Carwyn alzó la cabeza, alarmado. Abrió mucho los ojos vidriosos. ¿Más verdades? ¿Acaso había algo más que decir? En algún lugar en el fondo de su alma, el príncipe heredero deseó de todo corazón que todo aquello de que le iban a matar fuese algún tipo de broma, y esa verdad fuese que no le iban a ejecutar al día siguiente; sin embargo, una vocecita en su cabeza le recordó que eso era muy poco probable.

A pesar de todo, dejó que el asesino hablase. El joven le miró antes de empezar, dolido.

—Carwyn... Nunca estuve enfadado contigo cuando dejamos de hablar por unos días, como ya te dije —confesó. El joven le miró, abriendo un poco más los ojos con sorpresa y algo de esperanza visible en sus iris marrones.

—¿Entonces...?

—Fue tu padre. Un día me llamó a la sala de reuniones y me dijo que se había dado cuenta de que últimamente estaba mucho tiempo contigo. Luego me amenazó y me dijo que me mataría si me seguía acercando a ti —explicó. Clavó su vista en Carwyn una vez más, atento a la reacción que este pudiera tener respecto a lo que había dicho. Hasta ese momento no había querido contarle todo aquello por miedo a cómo pudiera afectarle saber que su propio padre le estaba haciendo esas cosas a alguien importante para él; no obstante, se sorprendió cuando vio que el pelirrojo no movía ni un solo músculo—. Ayer por la noche estaba... Estaba en mi habitación, hablándole a la luna en el idioma oscuro. Tu padre entró de repente con un grupo de guardias y, aunque intenté resistirme, pudieron conmigo.

Nadie dijo nada. Aria había recuperado un poco el color y estaba con la mandíbula y los puños apretados, con ira en sus ojos oscuros. Priscilla, por su parte, estaba con la boca levemente abierta y expresión de incredulidad.

—Aunque no me hubiera encontrado hablando en esa lengua, de todos modos habría ordenado que me mataran porque había pasado por alto sus amenazas —terminó, con aire algo preocupado aunque tratando de quitárselo de encima. Aria, por su lado, se irguió antes de hablar.

—Esto... No te preocupes, encontraremos también la manera de hacer que no te maten... O eso espero.

—¿Y cómo? —quiso saber Priscilla, que quería tener esperanzas pero le estaba costando bastante. ¿Sacar a alguien del calabozo antes de mañana y librarlo de ser asesinado por el verdugo del mismísimo rey? Era algo imposible de hacer.

—Solo tenemos que pensar un poco —respondió Aria, echándose hacia atrás mientras en su cabeza empezaba a maquinar cosas. Carwyn, por su parte, solo suspiró y habló por fin.

—Vete —pidió con tono de súplica—. Por favor, vete antes de que nadie se dé cuenta de que te has ido.

Damien abrió la boca para protestar, en desacuerdo con la idea. Aun así, dejó que el príncipe le interrumpiera para seguir hablando.

Rogando a la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora