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Después de 4 horas y 30 minutos en coche para llegar a Paris, finalmente estaba ahí.

Me encontré a mi misma deseando poder instalarme en la facultad, el agotamiento me podía en esos momentos.
Hoy era uno de esos días en los que lo único que te apetece es tirarte en la cama y echarte a llorar cual niña pequeña.
La foto que recibí de un número anónimo por Messenger no ayudaba con eso.

Se trataba de mi novio besándose con mi mejor amiga. Espléndido. ¿Verdad?
Para colmo no solo es una foto, son un montón y de diferentes días. Hay algunas que son de hace semanas.

Fran y yo llevábamos 4 meses juntos, íbamos a la misma escuela y nos pasábamos todo el día juntos.
Éramos una pareja muy apegada, todos pensaban que teníamos la relación perfecta y yo hubiera puesto la mano en el fuego para defenderle.
Ahora veía que él no haría lo mismo.

Pensar que todo eso fue falso me rompe por dentro, recordar los momentos vividos con él duele, pensar en las tardes viendo pelis y disfrutando del día me enfurecen. Mientras nos prometíamos amor eterno, él se liaba con mi mejor amiga.
¿Cómo pude ser tan tonta para no verlo?

Mis ojos estaban cristalizados y una lágrima gruesa escapó de ellos, rodando por mi mejilla.
Me apresuré a retirarla, sintiéndola aún caliente sobre el dorso de mi mano y el vacío en mi pecho aumentó. Parecía querer tragárselo todo.

Volví a la realidad cuando caí en cuenta de que llevaba mucho rato parada en mitad de la calle, obstruyendo el paso de los demás.

La facultad se veía gigantesca en comparación a como me la imaginaba. La fachada tenía esculturas de piedra asombrosas que derrochaban riqueza y antigüedad, también había columnas de mármol beige que sujetaban la estructura de la edificación, acompañadas de su sofisticado capitel con detalles dorados en la parte superior.
Era precioso y cuanto más lo miraba, más delicado me parecía.

Agarré mi maleta con determinación y emprendí camino hacia la entrada, deseando que a partir de ahora todo fuera a mejor.

Entré por la puerta que me llevaba a recepción e hice cola para poder hablar con el recepcionista.

— Hola, bienvenida a la facultad de danza. ¿Documentación, por favor?—

Saqué mis documentos de identificación y los certificados necesarios para confirmar que me quedaría allí por un determinado tiempo.
Se los entregué y los aceptó con una sonrisa cordial.

— Perfecto, habitación 25.— dijo ofreciéndome de nuevo mi documentación tras teclear algo en el ordenador y tendiéndome la llave en la mano.

— Gracias.— murmuré antes de coger mi equipaje y dirigirme al ascensor.

Una vez llegué a la habitación, abrí la puerta con la llave que me habían dado y me sorprendí.

Era mucho más lujosa de lo que esperaba y, aunque era doble, la persona que se alojaba conmigo parecía ordenada.
Había escogido la cama que se encontraba al lado izquierdo de la habitación y la había decorado de forma muy acogedora, tenía buen gusto.

Algo captó mi atención en esa zona de la habitación.
Divisé una figura bastante grande rebuscar por las cosas de mi compañera, de forma acelerada.
Esa no parecía ser una figura femenina.

Me asusté cuando pensé que había un intruso hurgando en la habitación y traté de estabilizarme, tensándome y adoptando una pose defensiva.
Parpadeé varias veces para aclararme la vista y pude ver a quién tenía delante.

Su trabajada figura era dos veces más grande que mi cuerpo y me sacaba una cabeza como mínimo, yo a su lado era una hormiga.
Paseé mi vista por su cuerpo, desde sus pantalones grises de chándal, su camiseta negra apretada que marcaba toda su musculatura, hasta su rostro.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora