19

1K 58 40
                                    


Simón y yo llevábamos bailando alrededor de 1 hora.

La gente seguía alterada por la zona y la música todavía hacía retumbar el barco entero.
El exceso de alcohol y droga en la muchedumbre era obvio y a veces hasta daba miedo.
Yo aún no había probado ni gota.

Mi figura se movía al ritmo de la música, ondeándose despreocupada entre la multitud. Mis manos recorrían mis caderas de vez en cuando y a veces se enredaban en mi pelo, pasándolo de un lado a otro.

Simón bailó a mi lado, riéndose conmigo cuando hacíamos el ridículo y tomándome de la cintura para acercarme a él.

Decidí ignorar esos tocamientos porque los consideré parte del baile y tan solo éramos amigos.

La melodía se tornó más lenta y volvió a tomarme de la cintura, acelerándome el pulso.

No quise sentirme incómoda pero aunque nos llevásemos bien, no éramos tan íntimos como para hacer eso.

Su cara estaba a pocos centímetros de la mía y podía sentir su respiración hacerme cosquillas. Sus manos se agarraban delicadamente de mis caderas y el toque fue suave.

Sin previo aviso, sentí una mano grande posicionarse en mi hombro desnudo, transmitiendo su calor a mi piel.
Esa persona tiró de mí con fuerza y capté los mechones de pelo pelirrojo por el rabillo del ojo.

Era Nathan.

El zanahorio se posicionó rígido a mi lado, sus músculos tensos y apretando la mandíbula tanto que temí que se hiciera daño.

¿Qué le pasaba?

— No vuelvas a tocarla así.— exigió.

Me volteé hacia él enfadada, sin poder creer lo que veían mis ojos.

— ¿¡Quién te crees que eres para decidir como me tocan los demás!?— cuestioné sintiendo mi sangre hervir.
Desvié su mirada hacia mí y algo se suavizó en ella.

— ¡No lo conoces de nada!— gritó sobre la música.

— ¡Si lo conozco! Estuvo conmigo en la fiesta de la facultad.— me excusé avanzando un paso hacia él, como si eso impusiese algo.

— ¿Y para ti eso es conocer a alguien? ¿Habiéndolo visto solo una vez?— preguntó incrédulo, sus ojos oscurecidos por la furia repentina que ni siquiera sabía de dónde vino y dando otro paso hacia mí para no quedarse atrás.

— ¿Qué más te da si bailo con alguien que no conozco? — inquirí con autoridad, percibiendo la cólera apoderarse de mí y notando su rostro a escasos centímetros del mío.

Sentí su respiración sobre la mía, entremezclándose con ella y acariciando mi cara. Sus ojos me escrutaron, furiosos y yo hice lo mismo, deteniéndome unos segundos más de la cuenta en sus labios para volver a hacer contacto visual con él.

— Podría ser peligroso.— afirmó y entrecerré los ojos en su dirección.

¿Acaso se estaba Nathan preocupando por mí?

— ¿Te importa mucho lo que es peligroso para mí?— rebatí perdiendo la cordura.

— En absoluto.— negó al borde del colapso.

— Pues entonces no te metas.— demandé aún alterada, sintiendo mi corazón acelerado entre mis costillas.

Bombeaba tan rápido que podría mover un coche.

— Es difícil no hacerlo, ¿sabes?— dijo exaltado, pasándose las manos por el pelo y desordenándolo.

— ¿Y eso por qué?— pregunté desafiante, ladeando la cabeza y acercando mi rostro un poco más al suyo.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora