5

1.3K 74 17
                                    


¿Habría venido Cloe a disculparse?

— Ya veo que realmente es cierto lo que me han dicho, eres una aburrida. — rodó los ojos con desprecio, como si yo fuese de lo más predecible y apreté los puños a mis costados.— No vales nada, solo un ciego se fijaría en ti. — me escaneó de arriba a abajo, analizándome con repugnancia.— Cualquier hombre te tiraría a la basura, porque eso es lo que eres, basura. Y Fran no ha sido la excepción, pues déjame decirte que Nate tampoco lo será. Si por un solo momento has pensado que Nate te hará caso, te digo que estás equivocada. Él me quiere a mí y estaremos juntos. Tú no mereces su amor. —

Parpadeé varias veces, tratando de confirmar si lo que estaba viendo era cierto.

— Espero que te haya quedado clarito y no te interpongas en mi camino.—

Cloe acababa de tirar tanto veneno por su boca que, pese a que lo había intentado evitar, me afectó. Más aún porque sentía que todo lo que había dicho era cierto, pero no me iba a dejar pisotear.

— Eso no me molesta, Cloe. No soy una necesitada de amor y atención como tú. — y con eso, me fui, dejándola detrás de mí con el ceño fruncido.

Ella era realmente cruel y, una vez más, mi instinto no se equivocaba.

A cada paso que daba, me apresuraba más. Las lágrimas volvieron a formarse en mis ojos, brotando incontrolables e impidiéndome ver con claridad, pero ya nada me importaba en ese momento. Tan solo quería salir de allí e irme a mi facultad para poder tirarme en la cama y dejarme llevar.

Prácticamente corrí por los pasillos de ese edificio, buscando una salida pero solo veía puertas de habitaciones.
Aquello era enorme, tanto que podría ser un laberinto perfectamente.

¿Por qué Cloe pensaba que yo quería algo con Nate?
Ni siquiera lo conocía, solo lo había visto dos veces.

Empecé a escuchar unos pasos firmes y apresurados a mis espaldas, pero ni siquiera me giré para adivinar quien era. No había tiempo que perder, cada segundo que pasaba dentro de ese lugar se me hacía eterno y lo sentía como el mismísimo infierno.

Una gran puerta roja de metal se alzaba delante de mí, no había más caminos a no ser que retrocediera así que agarré la manilla con determinación y la abrí, deseando que fuese la calle.

Tomé una respiración profunda cuando sentí el aire fresco de la noche sobre mi piel, haciendo volar algunos mechones de mi pelo y una sensación de alivio me invadió.

Fue entonces cuando caí en cuenta de que era la salida a una escalera de emergencia.
No había nadie, solo silencio y el murmullo de la ciudad. Estaba oscuro y calle se encontraba unos pisos más abajo, pero el lugar estaba tranquilo.

Decidí que me quedaría allí porque necesitaba sentarme, así que caminé hasta el inicio de la escalera metálica, sentándome sobre el primer escalón.

Desde aquella altura se podía apreciar París por la noche, con el cielo repleto de diminutas estrellas casi imperceptibles. La verdad es que era preciosa, las luces adornaban la bonita ciudad del amor y le daban un toque delicado, haciéndola lucir elegante. Era por esas cosas que esto valía la pena, son estos momentos los que me hacen detenerme por un momento y admirar la vida, la belleza de nuestro alrededor. Una que con el ajetreo de nuestro día a día no somos capaces de ver.

Escuché la puerta abrirse, sacándome de mis cavilaciones y tras eso, unos pasos avanzaron detrás de mí hasta quedar a mis espaldas. Casi podía sentir su calor corporal emanar de su cuerpo.

— Amelie.— me llamó el pelirrojo.
Jamás lo había escuchado llamarme por mi nombre completo y, al escucharlo pronunciarlo con su voz, temí salir rodando escaleras abajo por la impresión. El sonido que producían sus cuerdas vocales al arrastrar mi nombre era tan varonil que me temblaron las piernas con nerviosismo, suerte que estaba sentada. Su voz era grave y podría asegurar que se había convertido en mi nuevo sonido favorito. — Amy.— repitió de nuevo, llamando mi atención otra vez y sacudí la cabeza para salir de mi ensoñación. Me había quedado hipnotizada.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora