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Me colé entre las mesas, mi uniforme subiéndose hasta los pliegues de mi culo al andar y yo tratando de bajarlo a tirones.
Caminaba echa una furia, los dientes me rechinaban de lo mucho que los estaba presionando y tenía los puños apretados, dejando mis nudillos blancos.

¿Acaso no podía dejarme en paz?

Llegué al sitio donde él estaba sentado tranquilamente y me cruce de brazos, erguida de pie delante suya, manteniendo la distancia.

— ¿Qué haces aquí, Fran?— pregunté por lo bajo, casi en un gruñido entre dientes.

— Disfrutar de lo que me ofrece este precioso establecimiento. Recuerda que yo soy boxeador, los clubes de boxeo son lo mío.— rodé los ojos cuando me recordó su pasión.

Fran tenía dos cosas que más amaba en el mundo, una su coche y la otra el boxeo.
Para él no había nada más.

— Podrías disfrutar en otra parte.— musité enfurruñada.

— Es que no hay otra parte como esta, ¿sabes por qué? Porque aquí estás tú.— explicó con aquella media sonrisa que me dedicaba cuando estábamos juntos, una media sonrisa pícara que ahora veía pervertida y sucia.

Ya suponía yo que una relación a distancia con él no sería posible, Fran siempre había sido tan impulsivo, tan físico, tan bruto...
Jamás podría mantener algo con él desde la lejanía, y aún así, lo intenté.

Qué estúpida.

— Vete, déjame tranquila de una vez y vete.— escupí en su dirección.

Sentí una mirada clavándose y penetrándome detrás de mí. Giré mi cabeza, guiando mi mirada entre las personas hasta llegar a los sacos de boxeo situados al lado del ring.

Nate nos miraba con los ojos entrecerrados, observando cada movimiento de Fran y volteado por completo hacia nuestra dirección.
Él estaba atento de mis reacciones y las de Fran, la preocupación tiñendo su rostro.

¿Celoso, pelirrojo?

Cuando volví a girarme hacía mi ex, no estaba donde antes. Fran estaba a escasos centímetros de mí, podía sentir su respiración chocar contra la mía y posicionó una mano en mi cintura, atrayendo mi cuerpo al suyo.

Fruncí el ceño y le miré a los ojos, confundida.

¿Qué estaba haciendo?
¿Es que no había dejado las cosas claras?

Antes de poder reaccionar, una figura imponente se alzó a mi lado, cruzada de brazos y segura de sí.

El pelirrojo tenía los puños apretados, la mandíbula tensa y los músculos contraídos. Se notaba la rabia en su mirada y la furia parecía cegarle, marcando su semblante de forma intimidante.
Jamás le había visto así.

— Suéltala.— murmuró él por lo bajo y Fran alzó las manos, dando un paso atrás en señal de paz.

Mierda, con ese tono me había asustado incluso yo.

Su voz sonaba ruda, irascible y fría, tan fría que el color rojo fuego de su pelo quedaba opacado por la frialdad de sus palabras.

Fran me dirigió una mirada burlona, sus ojos brillando con malicia y desvié mi vista de él.
Me daba asco verlo sabiendo que se había tirado a mi mejor amiga, que había gemido con ella y le había mirado de la misma forma.

Nate dio un paso más hacia él, acercándose.

Lo tomé del brazo cuando me adelantó y tiré ligeramente de él, desviando su atención a mi persona.
Negué con la cabeza, indicándole que no valía la pena y algo en sus ojos se suavizó.
Volví a girar mi cabeza en dirección a ese esperpento humano.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora