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La cara de Fran estaba contraída en rabia pura y daba miedo.
Su piel enrojecida desde su cara y cuello hasta sus orejas, el color rojo tintando su tez.

Tomó a Nate del brazo con más fuerza de la necesaria, alejándolo de mí y despegando nuestros cuerpos.

¿Cómo no me había dado cuenta de que ese era el coche de Fran antes?

Nathan quitó la mano de su brazo con brusquedad, apartándola de un manotazo doloroso.

— ¿Qué cojones haces, Fran?— preguntó con tanta frialdad que pudo helar el infierno con facilidad.

La ira se apoderó de la mirada del zanahorio y pude notar su evidente exasperación.

— Estabas besando a mi chica en mi coche.— dijo entre dientes mi ex, tensando la mandíbula y contrayendo sus músculos.

Tenía los nudillos tan apretados que se tornaron blancos y eso no me indicaba nada bueno.
Vi esa expresión alguna vez antes y no terminó especialmente bien.

Estaba a punto de protestar por lo de "mi chica" cuando alguien se me adelantó.

— ¿Tú chica?— inquirió Nate burlón.— Dejó de ser eso cuando le pusiste los cuernos con otra, de hecho, creo que nunca lo fue.— le desafió, enfadándolo más.

— Nathan.— le llamé por su nombre para captar su atención y su vista reparó en mí, preocupado. — Déjalo.— le supliqué desesperada, sintiéndome ligeramente abrumada por la situación.

Pareció dudarlo antes de caminar en mi dirección sin dejar de ojearlo, desconfiado.
El imbécil de Fran no pudo mantener la boca cerrada.

— Por más que la quieras, esa zorra nunca será tuya. Yo la dominé primero a base de azotes que la hacían llorar.— escupió con diversión, sus palabras lacerantes y punzantes como la más fina aguja.

Abrí los ojos desmesuradamente y observé a Nate, deseando que lo ignorase pero ya era demasiado tarde para eso.
Fran había llegado muy lejos.

Todo el cuerpo del pelirrojo se tensó como una cuerda y fijé mi vista en su mandíbula, exageradamente apretada.
Estoy segura de que si hiciese un poco más de fuerza se rompería los tendones.

El pelirrojo cerró los ojos como si quisiese controlarse, tomando una respiración profunda antes de que una sonrisa malévola se formase en sus labios, estirándolos sin gracia.

La determinación en el semblante de Nate fue una confirmación sobre que no pensaba esperar al combate y cuando abrió los ojos de nuevo, casi me caigo al suelo por la impresión.

Estaban tan oscurecidos que parecían negros, la cólera abarcándolo todo para adueñarse de él y ser lo único divisible en su expresión.
La rabia parecía consumirle, solo que no era rabia, era furia.

Nathan se veía tan furioso que parecía estar fuera de sí y eso tomó todo de él para girarse y avanzar a pasos apresurados hasta alcanzar Fran.

Me desesperé al contemplar la situación sin poder hacer nada, odiaba la violencia y verla me atormentaba, haciéndome sentir impotente.
Supongo que los malos tratos de Fran durante tanto tiempo me estaban pasando factura.

Miré en todas las direcciones afligida, en busca de algo que utilizar para distraerlos y frenar esa pelea.
La angustia se estaba apoderando de mi físico, pero de mis pensamientos también y me impacienté.

Entonces una idea acudió a mi mente.
En ese momento fue la mejor idea que se me pudo ocurrir, aunque realmente fue la peor.

Agarré una vara de metal que había en la esquina del callejón, descansando sobre el suelo y la empuñé entre mis dos manos, sosteniéndola con fuerza.

La anticipación de lo que estaba a punto de hacer me invadió el pecho y aceleró mis latidos, provocando que perdiese la cordura.

¿Se acuerdan cuando dije que era lo que más amaba Fran en esta vida?
Bueno, entre esas cosas estaba su coche.
Llegó la hora de despedirse.

Jódete, estúpido.

— ¡AAAAHHH!— grité sin control alguno sobre mi voz, mis cuerdas vocales creando sonido y haciéndolo resonar por esa calle, probablemente por toda la cuadra.

Empeñé todas mis fuerzas en levantar la barra y estrellarla contra el caro coche de Fran.
El golpe creó una gran abolladura en la puerta del vehículo, rompiéndola.

— ¡Bastardo, hijo de puta!— chillé de nuevo exaltada, dándole otro golpe más y esta vez, arrancando los retrovisores.

Esos dos golpes fueron seguidos de otros cuantos más que rompieron los cristales y el capó donde unos minutos atrás Nate y yo nos habíamos besado.

Mi respiración era errática y estaba dificultada por el imprevisible esfuerzo que había realizado.

La adrenalina fluía por mis venas como loca, electrificando mi sistema y tornándose el mejor combustible para mi falta de cordura.

Vi de reojo como Nathan soltaba a Fran asombrado, la sorpresa surcando sus facciones y aturdiéndolo por unos instantes.

Pero nada se comparaba con la expresión de Fran.
Abrió la boca y los ojos tanto que parecía que se saldrían de su cara, todo resquicio de rabia desapareciendo de su cuerpo para ceder su lugar a la sorpresa absoluta.
Sus músculos enteros se relajaron repentinamente por el estado de shock que estaba sufriendo y se puso tan pálido que parecía que se iba a desmayar.
Mi ex entró en una especie de trance que lo alejaba del mundo, ajeno a todo.

La alarma del coche comenzó a pitar con su incesante ruido ensordecedor, tan estrépito y desagradable que temí quedarme sorda.
Me sobresalté porque no esperaba que sonase y tiré la vara la suelo, deshaciéndome de ella.

El sonido de la sirena pareció hacer reaccionar a mi ex porque se acercó a paso rápido hasta lo que antes era su coche, con expresión de dolor en su rostro y por un momento, me sentí mal.

Ah, que le diesen.

Me trató mal por mucho tiempo y ahora trataba de hacérselo a Nathan, no lo permitiría ni de broma.

Sin embargo, me sentí aliviada porque pasase lo que pasase en ese combate, Fran ya había obtenido su merecido.

Nate corrió hasta mí, aún algo alterado.

— Hora de irse.— dijo apresurado y agarró mi mano para tirar de ella.

El contacto me erizó la piel y una corriente eléctrica fluyó desde nuestro agarre hasta viajar por todo mi cuerpo.

Comenzamos a correr por aquella calle, deseando salir de allí cuando escuché los gritos de Fran.

— ¡Loca de mierda! ¡Mataré al parisino en el ring!— y mil cosas más que no alcancé a escuchar.

Fuimos en dirección a mi facultad bajo la luz de las estrellas en el cielo de Paris, huyendo de la locura que acabamos de cometer.

Llegamos a la puerta principal de mi alojamiento prácticamente ahogados por el sprint que hicimos y nos dedicamos una mirada cómplices antes de estallar en carcajadas.

No nos reímos tan solo de la situación, sino que nos reímos también por todo lo que estábamos sintiendo, por el subidón de emociones que nos desconcertaba y porque lidiar con nuestros sentimientos de forma seria era muy difícil.

Entonces, fue como un respiro a todas esas cosas que me atosigaban y no me permitían vivir con libertad.

Pero no duró mucho porque el simple recuerdo de que mi actuación y el combate se acercaban, me entristeció en la misma medida que me inquietaba.

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Nota de la autora:

Creo que este ha sido un capítulo lleno de un poco de caos, pero espero que os haya gustado igualmente 🩷✨

Estoy impaciente porque llegue el combate y la actuación, se vienen cositasss ;)

Kisses 💋

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