24

929 48 24
                                    


— Yo también tengo algo que decirte.— habló de repente, sacándome de mi húmeda ensoñación.— Tengo un combate en dos días, y es contra Fran.— declaró.

Mis músculos se tensaron ante la mención de mi ex y apreté la mandíbula, la incredulidad y el enfado dominando cada parte de mí.
Se adueñaron de mis pensamientos y la electricidad se desvaneció, dejando tan solo la cólera que me consumía desde adentro.

— Dime en este momento que eso es mentira, Nathan.— pedí con tono de advertencia, tratando de tranquilizarme internamente.

— ¿Debería preocuparme porque me llames "Nathan" en este instante?— preguntó como si temiese mi respuesta y ladeé la cabeza, pasando mi lengua por mis dientes frontales.

— Sí, deberías.— le aseguré enfadada, dándome la vuelta y caminando hacia la barra.

Escuché sus pasos seguirme.

— ¿Por qué te molesta tanto?— cuestionó exasperado.

— Porque no sabes de lo que es capaz Fran, no lo conoces.— le respondí, volteándome para enfrentarlo y arrepintiéndome al momento.

Nate estaba tan cerca que podía apreciar las motas doradas de sus ojos, su mirada intensa calando mi interior e incendiándolo de nuevo.

Ahora no era el momento de eso, debía calmarme o perdería los estribos.

— Yo también soy capaz de muchas cosas Amelie, pero entre ellas no está dejar que ese bastardo me toque.— añadió dando un último paso hacia mí, dificultando mi respiración e inhalé profundo, reclamando paz a los dioses.

— Pero es que lo hará igualmente, lo permitas o no. Él puede traspasar muchos límites e imponer los suyos propios. — expliqué sintiendo la exaltación acelerar mi pulso y el miedo teñir mi voz.
Tenía experiencia en eso.

¿Por qué me preocupaba tanto por ese pelirrojo? Si lo odiaba.

— No lo hará, no pienso dejar que me ponga un solo dedo encima. — se exaltó Nate ahora, su respiración chocando agitada contra mi piel.

— Más te vale, porque no pienso estar ahí para ver como te parten la cara.— avisé retrocediendo varios pasos.

Como eso continuase así terminaríamos comiéndonos la boca en mitad del club.

— ¿Entonces vendrás el día del combate?— inquirió esperanzado.

— Puede.— finalicé la conversación.

El zanahorio bufó detrás de mí antes de volver al ring para ejercitarse.
Yo tan solo hice mi trabajo y serví mesas por el resto de la tarde.

                      •••••••••••••••

— Adiós, chicos. Hasta mañana.— me despedí de mis compañeros de trabajo con la mano antes de salir del establecimiento.

Caminé por las calles de París con tranquilidad, pero toda ella se esfumó cuando escuché los firmes pasos de alguien detrás de mí.
Rodé los ojos, sabiendo con claridad quien era y me giré de golpe, estampándome contra esa figura definida y agarrándola por los hombros.
Obligué al pelirrojo a retroceder varios pasos con rapidez, estrellando su cuerpo con la pared del callejón, su cara a pocos centímetros de la mía y su pecho chocando con el mío.

Nuestras narices se rozaron delicadamente, en una caricia sutil que me provocó cosquillas y envió escalofrío por todo mi sistema.

Me estremecí cuando sus manos se aferraron a mis caderas con vehemencia y jadeé cuando aprovechó su agarre para pegar nuestras intimidades, permitiéndome sentir con plenitud la incipiente erección que abultaba sus pantalones y hacia fuerza como si los quisiese romper.

Un calor abrasador se extendió por mi abdomen bajo para concentrarse en mi intimidad y provocar pálpitos incesantes, hinchando mi clítoris.

— Deja de seguirme.— pedí entre dientes, susurrando cerca de su oído.

— ¿O qué?— me desafió serio, su mirada penetrándome y taladrando mi mente.

Revisé su semblante y me sorprendí al no encontrar un solo resquicio de burla.
Su expresión mortalmente ensombrecida me aturdió y la excitación nubló mi mente, impidiéndome pensar de forma razonable.

— Compruébalo tú mismo.— le dije antes de llevar mi mano a su entrepierna, masajeando su erección por encima de la ropa y arrancándole un suspiro mientras echaba atrás la cabeza.

La nuez de su garganta se movió cuando tragó grueso, la piel suave de su cuello llamándome a gritos y pidiendo que la lamiera.

Sin previo aviso, presioné mis labios húmedos contra su garganta y comencé a depositar besos calientes en ese lugar, succionando con fervor para dejar chupetones y marcarlo como mío.

Pasé mi lengua por la largura de su cuello, arrastrándola hacia arriba y chupando hasta su mentón.
Me detuve en ese lugar y aspiré su aroma, inflando mis pulmones de él y gozando cada segundo.
Deslicé un dedo por el contorno de su definida mandíbula, su tez suave bajo mi dígito y lo noté estremecerse ante mi contacto.

Una sonrisa brotó de lo más profundo de mí y enredé mis dedos en su cabello pelirrojo, forzándole a bajar la cabeza y mirarme.
Cuando sus ojos verdes hicieron contactos con los míos, supe que lo deseaba en ese preciso instante.

Anhelaba besarle otra vez, volver a sentir su boca moverse sobre la mía con demanda y su lengua infiltrarse entre mis labios.

Pude ver ese mismo anhelo teñir sus facciones y cuando lo hizo, me dejé llevar.

Uní mis labios a los suyos, mezclando nuestras humedades y rozado lengua con lengua. La fricción de su toque envió corrientes eléctricas a mi entrepierna y mis piernas se debilitaron, haciéndome temblar.
Mi pecho se llenó de una extraña sensación de calidez agradable que me hacia sentir segura y solo me provocó ganas de más.

Desde que nos besamos por primera vez, no hemos podido parar de hacerlo.
Era jodidamente adictivo.

Sentí las frías y diminutas gotas de la lluvia caer sobre nosotros, sedimentándose en mis hombros, cara y pelo.

¿En qué momento se nubló lo suficiente como para llover?

Me separé de él jadeante, buscando oxígeno tras ese beso y es que no fue como todos los demás. Este fue diferente, más emotivo, más profundo, más enigmático. Y es que era todo un enigma lo que estaba sintiendo.

¿Era amor? No lo sabía porque me empeñaba en odiar al pelirrojo delante de mí pero solo sabía que me revolvía las emociones y las tornaba una maraña incontrolable.

Un rayo iluminó el cielo, ligeramente nublado y con él, un trueno resonó por todo París.
La lluvia se intensificó y el viento sacudió mi físico, haciendo volar mi pelo a los lados de mi cara y removiendo las hojas de los árboles a nuestro alrededor.

Volví a mirar al zanahorio que me observaba a cada rato y una vez recobré el aliento, retrocedí un paso.

— Vamos, quiero llegar a la facultad. — le pedí sonrojada por la intensidad con la que estaba viviendo ese beso.

Sonrió divertido y asintió con la cabeza, emprendiendo camino a mi alojamiento.

Lo cierto es que no era incómodo, tan solo éramos dos personas que se odiaban a muerte pero que se atraían a la vez.
¿Verdad?

                 ••••••••••••••
Nota de la autora:

Creo que estos dos están empezando a sentir... 🦋✨

Espero que os haya gustado aunque haya sido cortito pero intenso.

Os agradezco de corazón el apoyo que le estáis dando a esta historia, me animáis a escribir más y a actualizar más seguido 🫶🏼

Kisses 💋

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora