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El recinto del concierto estaba abarrotado, la multitud gritaba eufórica e incluso habían algunas personas que saltaban como locas.
La gente esperaba desesperada a ver al grupo en el escenario, dando comienzo al espectáculo.

Carla me miró entusiasmada, sus ojos rebosaban alegría pura y brillaban con fervor, indicándome que estaba muy animada mientras lucia una sonrisa alegre.
Lo cierto es que estaba preciosa, llevaba el cabello rubio oscuro suelto y le llegaba por la cintura. Un top rosa básico pero muy lindo se ceñía a su pecho, unos shorts blancos se ajustaban a la perfección a sus curvas y para dar el toque final, se puso unas converse del mismo color que el pantalón.

Gerard le sujetaba la mano a su lado, pegado a ella. Éramos tantos en el lugar que estábamos súper apretados, estrechándonos unos contra otros.

Para mi desgracia, Nate no cabía al lado de ninguno de nosotros, así que se puso detrás de mí.
Mi espalda quedó totalmente enganchada a su pecho, lo cual provocó que mis latidos se acelerasen más de lo común. Una corriente eléctrica se descargó en mis caderas en el momento que posicionó sus manos ahí, sujetándome cuando un par de personas se movieron detrás de nosotros. Como consecuencia, el pelirrojo tuvo que avanzar un paso más hacia mí para dejarle espacio a los demás.

Sentí algo duro presionar mi espalda baja, chocándose contra mí y Nathan ejerció fuerza en su agarre.
Un escalofrío me recorrió la espina dorsal en cuanto percibí su cálida respiración chocar contra mi nuca, revelándome que estaba más cerca de mí de lo que debería.

El que había delante de mí se echó hacia atrás, retrocediendo un paso y obligándome a mí a hacer lo mismo.
Parecía que la multitud se había puesto de acuerdo para juntarnos.

Escuché un gruñido grave y varonil perteneciente de Nate, un gruñido que me erizó la piel.

Fue en ese momento cuando lo noté todo, esa dureza dolorosa clavarse en mi espalda, como si quisiese atravesarla.

— Nate, me estás hincando el móvil en la espalda.— me quejé en un jadeo y sentí su respiración más pesada que antes.

— Eso no es mi móvil, ballerina. Al menos hasta ahora no los han hecho de esa medida.— respondió en un susurro, aproximándose a mi oreja.
Permití que su aliento acariciara esa zona y no debí hacerlo porque me estremecí al momento, una tensión caliente instalándose en la parte baja de mi abdomen.

Fruncí el ceño, sin comprender.
Si eso no era su móvil, ¿entonces qué demonios era?

Volví a la realidad cuando escuché el sonido de una guitarra, las cuerdas vibrando y sonando por los altavoces a toda potencia.
Di un respingo y fui consciente de la sonrisa de Nathan cuando escuché el indicio de una risa, sus labios prácticamente rozando mi piel.

Imbécil.

— ¡Ya empieza, ya empieza!— exclamó Carla sobre el ruido de las últimas notas que se escucharon por el altavoz, provenientes del instrumento principal antes de que la voz del cantante resonara por toda la estancia.

Le sonreí, notando como su entusiasmo se me contagiaba y traté de ignorar el hecho de que una de las personas que más odiaba estaba detrás de mí, pegada a mi cuerpo como una lapa.

••••••••••••••

Canté varias canciones que me sabía por haberlas escuchado en la radio o en Spotify, la letra era contagiosa y estaba en inglés.
Suerte que sabía un poco del idioma, sino estaría perdida.

El cantante se inclinó sobre el micrófono, agarrándolo con pasión y dejando su arte fluir mediante la música.
La adrenalina recorrió mis venas e infló mi pecho, inundándose de esa sensación.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora