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— ¿Cuándo empiezo?— inquirí felizmente.

— Hoy mismo.— respondió.
Mi sonrisa se congeló ante su declaración, no me esperaba empezar tan pronto aunque, a decir verdad, no me molestaba.
Cuanto antes empezara mejor, así podría ganar dinero más rápido y adaptarme con más tiempo al horario, el lugar...
Parpadeo varias veces, asimilando sus palabras y asiento con la cabeza sin borrar la sonrisa.
— Ah, una última cosa. Se me olvidaba, ten. El uniforme, te puedes cambiar en los vestuarios que hay a la izquierda de la puerta principal. — explicó el señor, tendiéndome la ropa en las manos.

— Gracias, señor.— agradecí educadamente.

— Llámame Ronald.— se limitó a pedir con una sonrisa cálida.
Asentí con la cabeza una última vez antes de despedirme de él con la mano y salir por la puerta de su despacho, dirigiéndome directa a los vestuarios.

••••••••••••••

El uniforme era más corto de lo que pensé.
Estaba compuesto por una camisa blanca, acompañada de una corbata negra y una falda bastante corta y apretada de color negra también. Para colmo, me han dado unos zapatos nuevos, son unos tacones de aguja finos con la punta acabada en pico. Realzan mi altura y estilizan mi figura.

Me miré al espejo insegura, jamás me había gustado ir muy llamativa pero expulsé todos esos pensamientos. Ya pasé por esto una vez y no pienso recaer.
Me repetí varias veces a mí misma que estaba preciosa, que tan solo llevaba un uniforme de trabajo y que no sería la única en llevarlo.

Corrección: Si era la única en llevarlo.

Al salir del vestuario, emprendí camino hacia la parte del bar del club.
Ni siquiera había más camareras en el pub, tan solo estaba yo y algunos camareros, pero todos hombres.

Ya eran las 6 pm y no había ningún cliente a parte de un señor que tomaba un café mientras ojeaba una revista, así que decidí dar una vuelta por el amplio interior del club y acostumbrarme al lugar. Si iba a trabajar ahí debía conocerlo como mínimo.

Me acerqué a donde estaban los demás camareros y me apoyé en la barra, aburrida.

— Hola, me llamo Amy.— me presenté despreocupadamente delante de todos y me dieron una ojeada de arriba abajo.

Uno de ellos se acercó a mí, tenía el pelo de color rubio y era de tez blanca. Me dedicó una sonrisa antes de hablar.
— Yo soy Gabriel, y este es mi novio Mike.— habló amable Gabriel mientras ponía una mano en la espalda de Mike y lo hacía avanzar un paso, presentándolo.

Mike me dedicó el indicio de una sonrisa educada solo por cortesía, se notaba quien era más serio.
Mientras Mike desprendía un aura neutra, impenetrable, Gabriel transmitía un aura muy transparente, colorida y se veía que era risueño.

— Encantada.— sonreí en su dirección.

Solo eran ellos dos en el bar, ahora también yo.

— ¿Qué se siente ser la primera mujer que trabaja en el club? — preguntó Gabriel, mostrando esa sonrisa tan bonita que tenía y marcando sus hoyuelos.

— ¿La primera? — cuestioné asombrada en la misma medida que incrédula.

— Sí, la primera. Las chicas que vienen por aquí lo último que quieren es servir copas. Ellas quieren ser invitadas por los sexis boxeadores y animarlos desde cerca. Una pena para ellas que a lo máximo a lo que llegan algunas es a sexo de una noche.— explicó negando con la cabeza, como si la situación le decepcionara.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora