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Al fin había llegado el día, y no sabía cómo sentirme al respecto.

Lo cierto es que estaba ansiosa por mi actuación, notaba las sensaciones abordarme a flor de piel y mis terminaciones nerviosas temblaban cada vez que recordaba lo que pasaría esa tarde.
Uno de mis sueños se cumpliría, lanzaría mi carrera disparada hacia los escenarios desde el primer momento en el que empecé a estudiar en Paris y solo podía pensar en lo feliz que estaba al decidir estudiar en esta ciudad.

Al principio fue difícil, dejar a mi familia, amigos y novio atrás era como subir una cuesta arriba bajo el ardiente sol pero me encontré con que, al llegar a la cima, todo era precioso y me esperaban muchas oportunidades importantes que no podía desaprovechar.

Sin embargo, no podía evitar sentir una sensación angustiante en la boca de mi estómago. Una sensación que me repetía a cada segundo que pasaba, que Nathan no estaría conmigo en ese momento.
¿Por qué me afectaba tanto?
Siempre he perseguido mis metas sola, sin ayuda ni apoyos.
¿Por qué ahora anhelaba sentir a Nathan a mi lado durante la actuación?

Presentía que algo saldría mal, que esa noche estaba plagada de peligros inminentes y que se me haría extremadamente larga. Lo podía percibir casi como un... Enigma.

— Concéntrate, Amelie.— pidió mi profesora mientras yo me ataba las zapatillas de ballet.

Trataba de hacer un lazo con delicadeza, que quedase arreglado y me permitiese bailar sin tener una caída trágica en medio de la obra.

Parpadeé repetidas veces para salir de mi ensoñación y volver a la desoladora realidad, donde me encontraba detrás del telón del teatro de Paris al mismo tiempo que los otros bailarines recreaban "El lago de los cisnes".
Tan solo en unos minutos entraría en escena y realizaría mi coreografía tal y como me la había preparado, llevando a cabo un solo pulcro e impactante.
El problema estaba en que se sentía demasiado complicado. 

Estuve practicando por horas y siempre me salía a la perfección pero los nervios me consumían y la ansiedad me sofocaba, haciéndome sudar y asfixiándome.

— Lo siento,— me disculpé con dificultad, respirando agitadamente.— tan solo me siento algo... Afligida. ¿Crees que el traje me aprieta mucho?— cuestioné desesperada, mirando mi pecho confusa.

— Tu vestido está perfecto, no te preocupes. — me intentó tranquilizar.— Lo que estás sintiendo es pánico. — me explicó relajada para no alterarme.

— Pero yo he actuado antes en mi anterior ciudad y jamás me ha sucedido esto.— me quejé, asustada.

— Bueno, Paris es una gran ciudad, llena de gente. Bailarás frente a los jueces más reconocidos de la historia del ballet, esto es crucial para el resto de tu trayectoria como bailarina y es normal que estés así.—

— Sin presiones, eh.— ironicé y me sonrió.

— No te alteres, Amy. Te has preparado como es debido y si has llegado hasta aquí es por algo. — aseguró y la confianza en sus palabras me transmitió seguridad.— Ahora sal ahí afuera y demuéstrale al mundo la belleza que emana de ti cuando haces lo que más te gusta.— animó.

Tomé una respiración profunda, inhalando lentamente para luego exhalar y obligándome a cerrar los ojos.
Cambié de mentalidad para dejar salir a una Amelie lista para lucirse ante los profesionales y dispuesta a probar sus capacidades.

Cuando volví a abrir los ojos, era otra persona.
Las cortinas del telón se separaron, dejándome a la vista de todos y de pronto, mi profesora ya no estaba a mi alrededor.
El vestido blanco estaba repleto de piedras que representaban diamantes brillantes, con detalles dorados y plateados que relucían bajo los focos que iluminaban el escenario. La parte del tronco tenía forma de corsé, ajustándose a mi figura como una segunda piel y ciñéndose a mis curvas sofisticadamente. El tutú se extendía a los lados de mis caderas, casi como la falda del vestido de una princesa y se movía con cada paso que daba.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora