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En definitiva, la fiesta no era para nada lo que esperaba.

Probablemente me imaginaba que sería más tranquilo, con menos gente y algo menos ruidoso.
Me equivocaba.

Para ser en una facultad, la gente estaba dispersada por todas partes. Algunos en el pasillo, otros en una sala bailando y otros en las habitaciones, haciendo dios sabe qué.

Pensé que al ser aquí, en un lugar vinculado con las escuelas, la gente tendría cuidado pero no había seguridad, así que era entendible que nadie fuera cauteloso.
Menos mal que la fiesta no era en mi facultad...

Gerard había aparcado el coche a un lado de la acera, cerca de la puerta principal y, al bajarnos, la música se oía desde la entrada.

Había jóvenes chillando en cada rincón, bebiendo y fumando.
Me giré veloz hacia Carla, casi pude escuchar mi cuello crujir al hacer un movimiento tan brusco.

— ¡¿Qué están fumando?! — pregunté algo asustada.

Siempre viví con el cariño de mis padres y una buena educación, con lo cual nunca me faltaron las charlas sobre las drogas.
Aunque eso no significaba que fueran demasiado estrictos conmigo, si quería salir de fiesta no me lo impedían.

Lo que no sabía era que las fiestas a las que solía ir eran una tontería comparadas con esta.

Carla me puso una mano en la espalda, ejerciendo presión para que continuara caminando.

— Nada interesante, Amy. Nada interesante...— respondió a mi pregunta con un tono de voz alzado, sobre el ruido de la música.

Me pareció escuchar la risa del pelirrojo detrás de mí, pero decidí que sería mejor ignorarlo. No quería ocasionar problemas tan temprano.

Seguimos andando entre la gente hasta el dichoso salón de donde provenía el bullicio.

— Bien, ¿quién quiere beber algo?— preguntó Gerard, volteándose hacia nosotros al llegar allí y frotándose las manos.

—¡Yo! Estoy seca.— exclamó Carla mientras ponía una mueca de incomodez.

La mirada de Gerard se movió hacia mí y me encogí de hombros.

— Vale, traeré unas cervezas.— dijo dándose por vencido y dirigiéndose a la mesa de bebidas.

Mientras esperábamos, observé el lugar detenidamente. Había un grupo de personas bailando en el centro, frente a los altavoces. En una esquina yacían cómodamente unos jóvenes fumando sustancias prohibidas, sentados en unos sofás que poco durarían limpios.

Seguí escaneando el lugar cuando percibí la mirada de Nate posarse sobre mí y me caló los huesos, robándome el aire.
Le devolví la mirada y mis ojos castaños hicieron contacto con los suyos, sin permitirme apartar la vista de él.

Solté un pequeño suspiro que le hizo entreabrir los labios, la nuez de su garganta moviéndose cuando tragó grueso. Deseé pasar mis manos por ahí, acariciar su cuello.

Volví a la realidad cuando Gerard apareció en mi campo de visión y parpadeé repetidas veces, saliendo de esa ensoñación que me abordaba siempre que estaba cerca del pelirrojo.

Él me sonrió cómplice al darse cuenta de que miraba a Nate y se llevó un dedo a la barbilla, fingiendo que se la limpiaba para decirme que se me caía la baba.
Entrecerré los ojos poniendo cara de asesina y le pegué un manotazo en el hombro, ganándome una risa por su parte.

A mi no se me caía la baba, Nate no me gustaba en lo absoluto.

Acepté la cerveza que me ofreció y pese a que no era mi bebida favorita, le di un trago grande bajo la mirada de Nathan.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora