15

1K 63 14
                                    


Llegamos a su casa con éxito, todos más relajados ahora.

Gerard bostezó mientras estiraba los brazos.

— Bueno chicos, nosotros nos vamos a dormir.— dijo él, observando a Carla y sonriéndole.

Ella le dedicó una mirada cómplice.

— Ni se os ocurra hacer ruido.— pidió Nate con tono de advertencia y me reí por lo bajo, apreciando la situación.

— Lo mismo os digo.— replicó Carla y la miré incrédula, abriendo los ojos de par en par.

— Nosotros no...— trató de hablar Nathan pero le interrumpí.

— ¿¡Cómo se te ocurre!? — exclamé exaltada, algo molesta.

Mi amiga soltó una risilla por lo bajo antes de dirigirse a su habitación con Gerard, murmurando algo que no comprendí (y mejor no comprenderlo).

El pelirrojo y yo nos quedamos a solas en mitad del pasillo.
Me retorcí los dedos sin saber qué decir, mirando el suelo. No dijo nada, entonces levanté la vista y capté de reojo esa sonrisa pícara que siempre portaba en sus labios.

— ¿Qué? — pregunté con expresión de hastío.

— ¿Te he dicho ya lo guapa que estás hoy?— rebatió él, cuestionándome mientras me observaba de pies a cabeza.

Instantáneamente sentí el calor subir a mi cara, mis mejillas ardiendo sonrojadas.

Sus carcajadas resonaron por la estancia, graves y roncas.
Rodé los ojos cuando se rió abiertamente de mí y caminé hasta "nuestra" habitación.

Dios, que mal quedaba.

Me adentré en el cuarto y supuse que él hizo lo mismo porque escuché sus pasos detrás de mí.

— Me voy a poner el pijama.— le avisé, abriendo mi maleta y buscándolo entre la ropa.

— O puedes no ponértelo.— murmuró y le asesiné con la mirada.

— Más quisieras...— respondí con un aire arrogante y eso le hizo sonreír.

Maldición, yo no quería que me sonriese de esa forma, no debería hacerlo.

Percibí el calor volver a abordar mi rostro cuando no encontré lo que buscaba en el interior de la maleta.

¿Dónde narices estaba mi pijama?

Comencé a sacar cosas frenéticamente, sintiendo el desespero invadirme y apoderarse de mí.

Oh, joder.

— ¿Qué pasa?— preguntó observándome con curiosidad y dando un paso en mi dirección.

— Yo... No encuentro mi pijama.— respondí avergonzada, el rubor tiñendo mi cara y él volvió a reírse otra vez. — Vaya, me agrada saber que soy tu payaso de feria. Tal vez debería empezar a cobrarte.— dije irritada.

— ¿Estás segura de que lo metiste en la maleta?— cuestionó aún acabando de reírse y tratando de tranquilizarse.

Qué idiota.

EnigmáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora