La insatisfactoria situación en la que me encuentro está resultando ser increíblemente irónica. Mi trabajo debería resultar un desmesurado gozo, pues desprende los descomunales y abrasadores orgasmos sexuales.
Así es, mi trabajo consiste en dar placer sexual.
Ahora mismo, por ejemplo, me encuentro con un cliente que tiene uno de los más raros fetiches: el querer lamerse los pies mientras le doy por culo. Si tengo que admitir algo, es que cuando me lo dijo traté de aguantarme la risa. Por puro profesionalismo. Aunque, al final no pude.
Mientras la habitación iluminada con luces neón de color morado, llena de jadeos y gemidos, de siseos y el morboso pero excitante sonido de nuestras pieles chocar, en algún momento me quedo pensando en lo que es de mí. Me quedo en blanco y dejo de prestar atención a lo que está sucediendo.
Cualquier chico de mi edad, mayor o menor, haría lo que fuera por tener mi trabajo. Tal vez porque es un poco difícil conseguir un polvo, y al ser pagado por follar ya es lo suficientemente codicioso para hacer sin tener en cuenta los riesgos que conlleva. Pero si se tiene el suficiente cuidado para hacerlo, con ir al gimnasio y ganar un poco de reconocimiento no es difícil. Sin embargo, debido al contrato que tengo, las ordenes llegan a mí y la organización no la tengo que hacer yo.
A veces tengo la oportunidad de escoger a mis clientes y eso facilita los trabajos, por lo que he llegado a pasar la cuota incontables veces. Lo que significa que gano buen dinero por cumplir los deseos sexuales de otros.
Por mucho puedan o no ser de mi gusto, igual sigue sin satisfacerme completamente el sexo. Digo, sí; puedo llegar a tener buenos orgasmos, puedo llegar a un clímax exquisito, pero después de mi trabajo, y aunque quiero mantenerme tranquilo, no puedo dejar de pensar en "¿esto es el clímax de mi vida?".
───A-gh, sí ───jadeó el rubio ───lo haces ta-tan bien, voy a voy a... ¡ah! ───y llegó al orgasmo, seguido del único mío en el día.
Salí de él sin interés alguno de continuar, pues el tiempo había acabado. Me estiré hacia las toallas guardadas en la cómoda junto a la cama y dejé una cerca de él al mismo tiempo que conseguía una para mí. Rodeé mis caderas con la misma, justo después de sacar el condón, anudarlo y tirarlo a la basura.
────¿Ya acabó?
───Así es, empezamos cuatro treinta y son cinco con cuarenta ─respondí, sosteniendo mis caderas, con la mirada fija en su desnudo cuerpo que se arrastraba por las sabanas para acercarse a mí.
───¿Podemos hacerlo una vez más? ───preguntó ───. ¡Te pago el doble! ───se apresuró a contestar a la par en la que sus rodillas se apoyaban sobre el colchón y me sostenía por los hombros. Desesperado.
───Tengo más clientes, lo siento ───mentí, ya que no tenía intención alguna de continuar trabajando. La cuota ya la había pasado y las horas suficientes también, pero no quería problemas con Giesler al rehusarme a tomar otra hora más ───. Tendrá que ser para la próxima ───sonreí apartando sus manos, estrechando una de ellas y caminando al baño, a ducharme después de otro cliente.
Estoy seguro de que muchas personas tienen la creencia de que el sexo es la acción más satisfactoria que puede tener el ser humano. No estoy muy en desacuerdo, siendo que sé disfrutar del contacto carnal, pero realmente la interacción sexual se creó para la reproducción; los seres humanos y los delfines somos las únicas especies -hasta donde tengo entendido- con el deseo de convertir algo como un punto clave de nuestra descendencia, a pasar a ser una acción de satisfacción, a un gozo, a un orgasmo, a un delicioso y exorbitante hormigueo atacando la intimidad y haciendo vibrar el cuerpo al llegar al casi inalcanzable clímax.
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Gigoló
Romance"Prometí curarte, pero jamás pensé que terminaría enfermo de ti." Ethan vive un vida que parece monótona y confortable, sin saber que se había resignado a sentir más cosas. Hasta que conoce a Constantinne, quien tiene problemas que desea resolver co...