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─Hola.

Llegó soltando esa palabra con mucho aire y una sonrisa, como si hubiera estado aguantando la respiración durante mucho tiempo. Sus cabellos pelinegros delinearon su mirada confiada y su postura calmada, no sabía bien si estaba nervioso o se sentía lo suficientemente completo para hacer esto. Estaba feliz por él si pudiera seguir adelante con su vida, solo no sabía cómo hacer que aquella idea estuviera fija y por sobre todos los demás pensamientos que me hacían estar estresado.

─ Hola ─respondimos al unísono Anny y yo, ella con una sonrisa y súper atenta, yo con la mirada sobre él y falso desinterés

─ ¿Estás listo? ─pregunté.

Él me miró. Ahora podía notar su inseguridad bajo esa falsa confianza, me fije en cómo sus manos se movían nerviosas dentro de sus bolsillos, como si tratara de eliminar el sudor en ellas. Noté el temblor de sus labios y su pie arrastrándose por el suelo para mantener el equilibrio y recordarse dónde estaba, recordarse lo que estaba dispuesto a hacer y que esto sería un gran paso para su vida, para él, para alejarse de toda esta situación y poder estar con alguien más. Para alejarse de mí.

─Uhm, sí ─murmuró ─. Un poco nervioso.

─Si no puedes, no tienes que hacer esto ─dije, tratando de tener una mejor postura más cerca de él.

─No, no, no, estoy bien. Puedo hacerlo, tengo que hacerlo ─me respondió, conocía su voz y su cuerpo emanando duda y temor.

Posiblemente, tenía temor de no lograrlo, eso era lo más razonable en mi cabeza, que no pudiera lograrlo con otra persona. ¿Por qué habría de tenerlo? Es otra persona más sin nombre y con deseos de hacerlo suyo. Es otra persona como yo, que solo será utilizada para que él salga adelante. Solo es un rostro y una polla más. ¿No es así? ¿No es por eso por lo que vino aquí en primer lugar? Para superar su virginidad y encontrar el placer sexual, para sentirse bien, amado, seguro, bien consigo mismo y su bello rostro.

Mi respuesta quedó atorada tras la entrada de Alexander Giesler, con una muy inusual sonrisa postrada en su rostro, acompañada de una mirada distraída. Aquel, en su nube, retornó su atención en nosotros. Su sonrisa desapareció, miró a mi amiga, a mi y por último a Constantinne.

─ ¿Listo? ─habló metiendo sus manos dentro de los bolsillos de su traje, tenía esa sonrisa socarrona que fingía tranquilidad. Todos -menos los que no lo conocían- sabíamos que él tramaba algo, él siempre estaba tramando algo detrás de esos castaños ojos y su sonrisa ladina de labios unidos.

─Sí, señor ─cobró una postura más presentable para disimular la imagen de su nerviosismo ─. Estoy bien.

─Muy bien. Entonces, Ackerman ─llamó el de cabellos grises mirándome y luego a ella.

Hijo de...

─ ¿Sí, señor?

─Llévale a su habitación, que se cambie de ropa porque lo que trae no es muy inspirador para su primera vez. Después lo traes aquí y que elija al que quiera atender ─miró a Constantinne ─. ¿Quieres hacer lo de stripper o solo esto?

─No. Solo esto.

Todos asintieron y se fueron, dejándome solo, como si no valiera y es que no valía, pero joder.

Suspiré y me arrastré por la pared detrás del mostrador hasta estar sentado en el suelo. Completamente abatido.

Este maldito sentimiento que se adueñaba de cada rincón de mi piel era como si estuviera en el exterior. Para mí era estar observando una alocada fiesta de universidad pre-graduación como el vecino gruñón que nunca se casó o se graduó. Estaba celoso, estaba irritado, me sentía ansioso y demasiado molesto. Veía como Constantinne se superaría para seguir con su vida de una vez por todas y ajeno a ello me encontraba en el peor estado, sin saber muy bien porqué. Estoy siendo el espectador de lo que sucede en mi vida y siento como si no tuviera control de nada.

GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora