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Que llegara a atacar mis labios no fue la mejor cosa para terminar mi dilema mental, detenerlo temporalmente sí, ya que solo podía pensar en sustraer su sabor y acabarme sus labios.

La única prenda en mi cuerpo eran aquellos pantalones de pans que supe combinar y recién me había puesto. Los mismos que terminarían perdidos cuando la urgencia de estar dentro de él me atacara.

Lo desvestí entre tropezones y teniendo nuestro lugar sobre la alfombra de mi sala de estar, cumplí lo que dije, tomar su pene en mi boca y saborear su exquisita esencia cuando lo hice venir, enterrarme en su culo para tener un segundo orgasmo, hacer que me montara sobre mi cama para un tercero y luego un cuarto.

Así fue como terminamos acostados bajo mis sábanas, con su cuerpo sobre el mío mi polla aun en su interior. Sudando, jadeando, mis manos enterradas en sus caderas y nuestros labios hinchados.

Con lentitud volvió a buscar mis labios y a besarlos. Un beso lento y necesitado en donde algunas veces se tenía un atrevido choque de lenguas, pero sin querer dominar más allá de un relajado contacto, aunque sabía que, si continuaba de esta manera, me pondría duro de nuevo y joderíamos otra vez. Se detuvo justo a tiempo.

─Me siento cansado. Aun así, siento que podría volver a ponerme duro y joder. Tienes esta cosa que hace que yo tenga energía de no sé dónde.

─Me siento halagado.

Su maldito teléfono celular comenzó a sonar y él se levantó de encima de mí para buscarlo. Sabía que tenía el estrés dentro de él de que pudieran regañarlo por salirse de sus horas de clase para venir a joder con un prostituto, aunque en lo último no lo sabrían.

─Diga ─contestó teniendo su teléfono entre su oído y su mano, se sentó en la cama y enrolló la sábana alrededor de su cuerpo. Levanté una ceja ─. Él habla. Uhm, el gusto es mío. ¿A qué se debe esta llamada? ─se giró para gatear hasta mí y sentarse a horcajadas sobre mi cuerpo ─. Uhm, ya veo. Si, no lo sé. Verá, es un tanto difícil para mí. Bueno, en ese caso... uhm le diré. Gracias a usted.

Su mirada conectada con la mía no me demostró nada, mientras tomaba su labio inferior entre sus dientes, para luego hacer esa expresión en donde sus mejillas se llenaban de una forma adorable. Se recostó completamente sobre mí, poniendo su cabeza en mi pecho y yo mi barbilla sobre su coronilla.

─ ¿Quién era?

─Tu jefe, Alexander Giesler ─al escuchar su nombre el ácido se encontró subiendo por mi garganta ─. Dijo algo sobre que habló contigo por mí, para ser gigoló en Lovers, que podríamos hablarlo si me interesaba intentarlo. Tenemos una cita con él en su oficina dentro de unas horas... ─comenzó a bajar la voz ─. Es un tanto gracioso, justo de eso quería hablar contigo, sobre intentar hacerlo con más hombres... ─bostezó ─, quiero ver si tengo solución o estaré eternamente condenado a no tener una relación o sexo. A menos que sea contigo ─sentí su respiración tranquila y sus pestañas arrastraban hasta tener sus ojos cerrados. Se quedó completamente dormido.

Descubrí que dejarme solo con mis pensamientos era mucho más peligroso que dejarme jugar con un arma cargada y sin seguro. Dejarme sin nada que hacer era como aplicar una condena directa sobre mi espalda, es como encadenarme de talones y muñecas con largas cadenas que arrastran más que pesadas piedras. Me arrastran a mí y mis sentimientos.

Tener a Constantinne en mis brazos en este preciso momento debería ayudar, de alguna manera debería ayudar. Antes lo hizo. Pero no es así, no ayuda en nada tener el cuerpo frágil-fuerte de este hombre entre mis brazos, ni su pierna o pene rozando cerca del mío. Sentí que solo empeoraba el sentimiento atacando mi pecho, estrujando mi corazón.

GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora