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¿Las cosas pueden ir de mal en peor?

Diría que no, pero mentiría. Claro que pueden ir de mal en peor y, sinceramente no sé si haya una solución o un lado positivo en ésto, es jodido, pues estoy siendo realmente pesimista.

Pero jodida mierda.

Ahora que sabía y tenía tan claro el porqué de mi dolor, podía jurar, sin duda alguna, que prefería la incertidumbre de mi dolor a saber que sufría realmente por amor. Porque saber que el dolor que tenía era porque estaba enamorado, solo ayudó para sentirme impotente, patético, vulnerable y miserable.

Me reclamaba a mí mismo el no verlo antes, él no luchar por Constantinne, el no aceptar sus sentimientos en el momento, el haberme enamorado en primer lugar. Me reclamaba tantas cosas que estaba siendo muy agotador el estar sufriendo de esta manera.

A tal punto en el que no salía de cama para nada que no fuera orinar o beber. Porque me sentía una jodida mierda, porque era mi excusa perfecta para perderme en algo que no fuera la hermosa sonrisa de Constantinne y sus bellos orbes castaños brillando en mis recuerdos.

Anny, ella había estado viniendo diario, tratando de animarme para comer, para moverme, me quitó todo el alcohol y el dinero, pero yo había encontrado la forma de obtener más. Soy rico, inteligente y tengo el don de hacer venir a la gente, además, la vecina de arriba vive sola y ya la he atendido antes en su casa. Mi mejor amiga se notaba que tenía estrés y, me sentía un gran hijo de puta, pues ella tenía los asuntos de su boda y mierdas que estaban pasando en Lovers por mi culpa y otras estúpidas cosas que no podía ni quería entender.

Yo no podía ser otro problema más que su cuerpecito debiera soportar.

Por eso mismo, me encontraba sobre mi cama, tirado boca abajo mientras bebía de lado la botella de vodka como si fuera una mamila siendo sostenida por un bebé. Mi mirada estaba perdida en la pared gris mientras los ojos tristes de Constantinne estaban en mi cabeza.

Mierda, tenía que sacarlo de mi sistema. Tenía que hacer algo.

Me levanté de mi cama, tomé mejor la botella, la empiné en mi boca sintiendo cómo se llenaba y se desbordaba por mis comisuras creando pequeños ríos que corrían hasta mi mentón, se reunían con mi garganta y se perdían dentro de mi camiseta. Dejé la botella sobre la mesa del comedor, busqué más papel blanco y tiza negra.

Me molestaban tantos recuerdos, lo observé el suficiente tiempo como para grabar cada pequeño, cada minúsculo detalle, gesto, expresión, forma, textura, sombra, brillo y todo, absolutamente todo lo que componía a Constantinne en la existencia de su belleza permitida a ser observada por un pionero como yo.

En este momento, mis manos picaban y picaron así, mientras estuve semi-cuerdo analizando, procesando y determinando lo que sentía por Constantinne Brooks. Y tenía que sacarlo de alguna manera, así que comencé a dibujar, comencé a dibujar todo lo que mi mente reproducía como una película casera en la cual se repetía una y otra y otra vez la misma escena por mi egoísmo de dejar correr o huir lo demás, porque disfrutaba y odiaba tener esa imagen transmitiéndose en mi cabeza. Dejé de ver todo a mi alrededor y me concentré en cada uno de los bocetos que estaba realizando, siendo tomado preso de mi arte y la hermosura de Constantinne que tenía que ser plasmada en algún lado.

Así terminé con muchos más retratos, hasta que la tiza se me acabó, de lo contrario dibujaría hasta que mis manos sangraran.

Y eso me hizo sentir raro.

Me levanté de donde me había sentado, las lágrimas corrían de nuevo por mis ojos. Me estaba volviendo jodidamente loco. Así lo sentía, sentía que no podía obtener nada más de lo que fuera que tenía antes. Busqué una botella entre mis cosas y cuando la encontré, no dudé en vaciar su contenido dentro de mi boca para perderme nuevamente.

GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora