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Viví durante mucho tiempo en el ático de Lovers, y no iba al colegio, no tenía ese privilegio. Rafael Giesler, decía que no invertiría en la educación de un bastardo y a mi madre, no era como que le importara mucho si yo sabía leer o siquiera hablar. Repito, tenía sus altas y bajas, muchas más bajas, pero era mi madre y de alguna manera, siempre vio por darme pan en la boca. En algún momento pude estudiar y aprender cosas básicas, Grecia me enseñó casi todo lo que sé y lo demás lo aprendí yo solo.

En algún momento, mi mamá, tuvo un contagio, enfermedad de transmisión sexual. Ahí fue cuando yo tuve que trabajar porque los síntomas eran horribles, ella estaba muriéndose, no había tratamiento y era muy avanzado cuando nos enteramos ─llevé mi mano a mi taza y bebí un poco, tenía mi vista fija en las galletas ─. Tenía trece cuando me vi en la necesidad de trabajar como camarero de Lovers y en otras cosas, pero era poco dinero, casi nadie pedía una bebida o snacks. Entonces, comencé mi entrenamiento como gigoló, a los diecisiete comencé como stripper y para los dieciocho, ya estaba dentro del juego.

No es tan malo como suena, de hecho, estaba emocionado, tenía esto de las hormonas alborotadas y algo así como querer ser el mejor, el más pedido, el más mencionado. Eso empezó bien, era grato para mí, era todo lo que conocía.

No puedo decir que fue fácil, yo valía poco y recibí muchos "no es placentero", mamá comenzó a empeorar y le pedí apoyo a Rafael Giesler. Me prestó dinero, lo suficiente para comer bien y tener a mamá en un lugar más o menos en Lovers, el ático ya no estaba disponible porque sería la nueva oficina del jefe.

No podía pagar el dinero, era comer, tratar de pagarle, comer, tratar de pagarle.

Ahí comenzó mi deuda.

Cuando iba a cumplir diecinueve, mamá murió. No tenía dinero ni siquiera para una caja, para ropa decente con la cual irse. Le pedí prestado nuevamente al señor Giesler.

A los veinte, Grecia murió, por una sobredosis. Nuevamente, no tenía para enterrar a mi segunda madre, tuve que volver a pedirle prestado a Rafael Giesler.

Entonces, estuve cargando con esta cosa de "te lo pagaré". Comencé a ganar mi fama y a pagar poco a poco, entonces...

Conocí a una chica.

Melody Roux. Una joven mujer de veinte años, cabello anaranjado otoñal rebelde que combinaba con sus voluminosos labios siempre rojos y esos profundos ojos azulados cual mar. Era alguien intrépida, amigable y muy divertida, siempre queriendo hacer locuras y sonriendo traviesamente para invitar a sus amigos a seguirle. Yo ya sabía de ella, debido a que era mejor amiga de Anny desde prácticamente los quince años, pero nunca llegué a verla tanto y tan bonita como cuando se plantó en Lovers ese día, que curiosa y con corto dinero, me pidió. No tuvimos sexo, hablamos de un montón de cosas acostados en la alfombra de esa barata habitación dentro de Lovers, con sus manos estiradas y nuestras cabezas juntas me contaba en diseños imaginarios como era el mundo fuera de esas calles ya conocidas para mí.

Ella fue mi primer amor, mi click, la chica por la que quise, tal vez, ser mejor. Porque yo estaba perdido en la amargura, en ser grosero, irritante, odiando a todos, detestando casa cosa menos el dinero, mi trabajo y Anny. Era un pobre mocoso perdido en su miseria al que constantemente Giesler y Grecia le recordaban que debía ser mejor, uno por su reputación y dinero, la otra por tenerme bastante aprecio. Y, aun así, aunque Giesler me recalcara la frase "esto no es de un amante de ensueño", yo no podía cumplir con sus expectativas, hasta que Melody estuvo ahí tan presente, tan dispuesta a ayudarme, que se volvió mi mundo. Mi razón de vivir.

GigolóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora