"Otra boda... no, por favor..."
La voz interna de Charlie resonaba en su mente con el mismo fastidio con el que el órgano de la iglesia marcaba el inicio del vals. El aire estaba impregnado de perfume barato, flores marchitas por el calor y risas forzadas de conocidos que se abrazaban como si no supieran lo infelices que eran.
Claro, pueden parecer adorables para muchos. Pero cuando eres soltera, y casi todas tus amigas ya se casaron, digamos que ir a una boda puede ser... muy peligroso.
Peligroso para la autoestima. Un recordatorio de que hay un 50% de probabilidades de morir sola, sin amor, sin hijos, y con gatos que probablemente no te reconozcan como suya. Aunque claro... yo no estoy buscando el amor.
Pero es un decir.
Charlie Morningstar, 19 años. En New Orleans, 1928, eso ya era una anciana para el mercado matrimonial. A esa edad, las chicas de clase alta ya estaban comprometidas desde los 17, porque según los hombres, una mujer solo sirve para lavar platos, cuidar mocosos y acostarse con su esposo hasta que se le acabe la juventud y la dignidad.
Pero yo... yo no pienso que eso sea justo. Creo que las mujeres pueden trabajar, pueden escribir, pueden liderar empresas, pueden gobernar... pero claro, nadie quiere escucharnos.
No podemos votar. No podemos trabajar en una oficina sin que nos miren como si fuésemos estorbos. No podemos tomar decisiones legales sin un hombre al lado. Y si tu esposo te golpeaba, ¡era completamente legal!
¿Justicia? En este mundo, solo si tienes un apellido importante o una fortuna heredada de generaciones. Aunque incluso así, terminaban siendo piezas de ajedrez en el juego de alianzas matrimoniales. Vendidas con vestidos de encaje y promesas vacías.
Y los recién casados, mis mejores amigos, Angel y Vaggie... bueno, ellos rompían toda regla. Se deseaban con locura. Tenían sexo a toda hora. No tenían hijos y, francamente, no parecían quererlos. A la gente le parecía raro. A mí me parecía... interesante.
¿Es eso el amor? ¿Hacerse reír, desearse, no tener que cambiar pañales? Quizá.
Pero aún así, ¡siempre termino en la peor mesa! La mesa de los solteros, claro. Esa mesa donde todos tienen cara de "quiero irme" o "quiero a alguien esta noche". Mis amigos intentaban hacer de celestinos, como si no me diera cuenta. Me emparejan con cualquier imbécil que respire y sepa usar tenedor.
Al menos el tipo de hoy parecía decente... hasta que abrió la boca.
—Hermosa ceremonia, ¿verdad, lindura? —le dijo guiñándole el ojo, recostándose en la silla como si le perteneciera el universo.
—Es increíble que en los votos se juren amor verdadero... cuando eso no existe —respondió Charlie con una sonrisa amarga, llevándose la copa de vino a los labios y bebiendo sin apuro.
—Eh... solo quería sacar conversación... o si quieres, podemos platicarlo en la cama —dijo él, deslizando la mano por su pierna con una suavidad que solo empeoraba las cosas.
—Wow... me sentaron junto al clásico —murmuró Charlie, con el ceño fruncido y el tono cargado de veneno.
—¿Y cómo es el clásico, estúpida? —respondió él, ahora molesto, como si no esperara resistencia.
—No traes anillo... tienes como ¿25? ¿27? —dijo ella, cruzando las piernas con elegancia, como si le hiciera una auditoría.
—Tengo 23... —respondió, aclarándose la garganta incómodo.
—Ajá. Tienes un carro que no puedes pagar, por eso lo alquilas. Eres emocionalmente torpe y le coqueteas a mujeres que crees vulnerables —dijo ella, ladeando la cabeza con una mueca de asco. Sus ojos brillaban con rabia disfrazada de ironía.

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Mi falso prometido -Charlastor-
Fanfic☯ En New Orleans de los años 20, donde el jazz inunda las calles y la magia oscura acecha en las sombras, Charlie y Alastor emprenden una aventura. Lo que comienza como un acuerdo para un matrimonio falso y conveniente se transforma en una peligrosa...