𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐

197 15 27
                                    

Luther no lograba tranquilizarse. Su rostro estaba tenso, reflejando la urgencia con la que había manejado para llegar a casa de ella. Ni siquiera se detuvo en la Academia a dar su reporte a Reginald, algo que en otro momento jamás habría dejado de hacer. Ahora, sin embargo, eso le parecía irrelevante. Todo lo que importaba era llegar a su lado.

Su pie temblaba contra el pedal mientras esperaba que el semáforo cambiara de color. Apenas la luz verde apareció, pisó el acelerador y en pocos minutos estaba estacionado frente a la casa. Salió del auto apresuradamente, su cabello despeinado por la brisa que había entrado durante el trayecto. Dio tres golpes secos en la puerta, lo suficientemente fuertes como para que quien estuviera adentro los escuchara.

La joven castaña al oír la puerta se asustó, temía a que fueran ellos de nuevo y le hicieran daño.

—¡Linda! ¡Soy yo! —gritó con voz clara, golpeando de nuevo— Por favor, abre.

Dentro de la casa, la castaña se sobresaltó. Los últimos eventos la habían dejado frágil, temerosa. Por un instante, su mente pensó lo peor: que habían vuelto por ella. Pero la voz de Luther trajo consigo un respiro de alivio. Aun así, moverse no fue sencillo. Su abdomen, todavía dolorido por el golpe, le recordó lo reciente de la agresión. Con movimientos lentos y quejidos ahogados, logró llegar a la puerta y abrirla.

Luther la observó. La preocupación en sus ojos azules se intensificó al notar su estado. Su rostro estaba pálido, la fatiga era evidente, y el labio inferior, aunque atendido, mostraba un hematoma oscuro que traicionaba lo que había vivido.

—Oh, ______ —murmuró mientras la abrazaba con cuidado, temiendo lastimarla más—. Supe lo que pasó. ¿Cómo estás?

—M-más despacio, Luther —su voz, débil y entrecortada, apenas fue un susurro. El rubio sintió cómo algo en su interior se rompía al oírla—. Duele...

—Lo siento —aflojó su agarre, apoyándola suavemente contra su pecho. No pudo evitar mirar de nuevo su rostro herido. El peso de la culpa lo asaltó.

"Si hubiera llegado antes... si tan solo..."

Ella retrocedió con pasos inseguros, invitándolo a entrar.

—Pasa, aquí afuera hace frío —murmuró mientras cerraba la puerta tras de él.

—¿Qué fue lo que te hicieron? —a pesar de que sabía todo, debía mantenerse al margen.

Ella no debía enterarse de lo que en realidad era él.

En el interior, ella intentó explicarle lo sucedido. Luther la escuchaba con atención, aunque cada palabra que salía de sus labios lo hacía sentir más impotente.

—Estaba en clases, justo salía de mi examen —se recargó con un brazo en la pared, mientras sostenía su abodmen— Escuché mucho escándalo y me di cuenta que todos corrían. Supe inmediatamente que había disparos y corrí a mi salón, estaban todos ahí pero aquel hombre entró y... —soltó un quejido, su abdomen dolía más de lo que esperaba— me confundió con alguien, me golpeó y- agh —se recargó más al sentir como si fuera a caerse.

—Detente, no te esfuerces de más —rápidamente se acercó a ella— ¿Dónde está tu habitación? —la chica señaló con su mano y al instante él la cargó para dirigirse a su cuarto y dejarla con sumo cuidado sobre la cama— Te duele ahí, ¿verdad? —señaló su abdomen, a lo cual la chica asintió— Quiero revisarte, ¿puedo revisarte? Tengo que... levantar tu blusa —alzó la vista, viendo los ojos humedos de la chica.

—Solo ten cuidado —soltó entre un quejido.

—Lo tendré —aseguró y pasó su vista al abdomen de la joven.

𝑳𝒂 𝑴𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 | 𝑳𝒖𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora