𝑫𝒆𝒍𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐

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Parecía bastante alarmado, había manejado a una velocidad algo rápida después de que todos los integrantes de la Academia estuvieran en casa.

No estaba tranquilo, para nada.

Había salido tan rápido de la Academia que ni siquiera se tomó el tiempo de darle el reporte a su padre de lo que había pasado horas antes.

Tenía su vista fija al frente, esperando a que ese semáforo cambiara de color de una maldita vez.

Al llegar a la casa de la chica se estacionó inmediatamente, quitó su cinturón de seguridad algo desesperado y salió del auto.

Tres golpes sonaron en la puerta de la entrada.

La joven castaña al oír la puerta se asustó, temía a que fueran ellos de nuevo y le hicieran daño.

—¡Linda, soy yo! —tocó de nuevo— ¡Soy Luther, por favor abre! —hablaba fuerte, para que así lo pudiera escuchar desde donde estuviera.

Al oír su voz se relajó, él había llegado para verla y realmente necesitaba una compañía ahora mismo.

Con todas sus fuerzas se impulsó para levantarse, soltando quejidos en el intento, pues el dolor en su abdomen al ser reciente era aún más fuerte.

Con pasos lentos y temblorosos se acercó a la puerta para abrirla, dejando ver detrás de esta a un chico rubio, con el semblante preocupado, cansado y algo despeinado.

—Oh, ______ —se acercó y la abrazó, cuidando su fuerza para no excederse— Supe lo que pasó, ¿cómo estás?

—M-más despacio, Luther —su voz sonó tan débil, decaída tanto que parecía casi un susurro, que el rubio sintió como su corazón se apretó al oírla— Duele...

—Lo siento —aflojó su agarre y la sostuvo durante un tiempo más, para después separarse y ver su rostro— Lo siento tanto.

Veía esa herida que tenía en el labio inferior derecho, parecía ya antendida, aunque eso no quitaba el hecho de que un moterón la rodeara.

Y se disculpó, porque sabía que si hubiera llegado antes ella no habría sido golpeada de esa manera.

Si tan solo hubiera llegado antes...

—Pasa, aquí afuera hace frío —retrocedió y después de que el rubio la siguiera cerró la puerta.

—¿Qué fue lo que te hicieron? —a pesar de que sabía todo, debía mantenerse al margen.

Ella no debía enterarse de lo que en realidad era él.

—Estaba en clases, justo salía de mi examen —se recargó con un brazo en la pared, mientras sostenía su abodmen— Escuché mucho escándalo y me di cuenta que todos corrían. Supe inmediatamente que había disparos y corrí a mi salón, estaban todos ahí pero aquel hombre entró y... —soltó un quejido, su abdomen dolía más de lo que esperaba— me confundió con alguien, me golpeó y- agh —se recargó más al sentir como si fuera a caerse.

—Detente, no te esfuerces de más —rápidamente se acercó a ella— ¿Dónde está tu habitación? —la chica señaló con su mano y al instante él la cargó para dirigirse a su cuarto y dejarla con sumo cuidado sobre la cama— Te duele ahí, ¿verdad? —señaló su abdomen, a lo cual la chica asintió— Quiero revisarte, ¿puedo revisarte? Tengo que... levantar tu blusa —alzó la vista, viendo los ojos humedos de la chica.

—Solo ten cuidado —soltó entre un quejido.

—Lo tendré —aseguró y pasó su vista al abdomen de la joven.

Caminó muy poco y con cuidado levantó la blusa de ______, cuidando no sobrepasarse. Abrió sus ojos casi al máximo al ver un gran hematoma rodear el área de sus costillas, ahora entendía mucho más su dolor.

𝑳𝒂 𝑴𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 | 𝑳𝒖𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora