𝑬𝒔𝒕𝒖𝒅𝒊𝒂𝒓

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Un día nuevo comenzó, más frío de lo habitual debido a las lluvias constantes de los últimos días. La Academia se sentía tranquila; algunos estudiantes repasaban sus notas, mientras otros preferían refugiarse en sus habitaciones.

Luther, el líder de la academia, no era la excepción. Había pasado un rato leyendo en su cama hasta que recordó la tarea pendiente: debía entregar un informe a su padre.

Suspiró, se levantó despacio y, al hacerlo, un mareo lo detuvo por un instante. Tras recuperar el equilibrio, caminó hacia la oficina de Reginald Hargreeves.

Dos golpes firmes resonaron en la puerta de madera, rompiendo el silencio. Como siempre, su presencia frente a esa puerta venía acompañada de un ligero pero persistente temor.

—Adelante —dijo la voz grave de su padre desde el otro lado.

Luther acomodó su saco, enderezó su postura y abrió la puerta.

—Buenos días, padre. Te traigo el informe de la chica que buscas. —Dejó un folder oscuro sobre el escritorio.

Reginald tomó el documento sin mirarlo, hojeando rápidamente su contenido.

—Estás tardando demasiado —dijo en un tono carente de emoción—. Necesito más información que esto.

Luther vaciló antes de responder.

—Entendido. Sin embargo, necesitaré permiso para salir todos los días...

Reginald lo interrumpió, señalando el reloj de pared.

—A las 11 p. m. en punto. Ni un minuto más tarde. Usa todo lo que necesites: autos, dinero, contactos. No cuestionaré tus movimientos, pero siempre recuerda quién eres. Eres un miembro de esta Academia, mi número uno. Actúa como tal.

Luther asintió lentamente.

—Lo tengo claro, padre.

—Demuéstramelo. Y recuerda, esa chica es tu misión, no tu amiga. No te encariñes.

—Perfectamente claro —respondió Luther, aunque la culpa ya comenzaba a instalarse en su pecho.

—Puedes retirarte.

Antes de salir, Luther dudó.

—Hay algo más. Ahora sé dónde estudia el objetivo. Pensaba inscribirme en esa universidad para...

—No —lo cortó Reginald, tajante.

Luther frunció ligeramente el ceño.

—¿Por qué?

—Porque sería una pérdida de tiempo. La educación que recibes aquí es superior. No malgastes tu potencial.

El joven asintió una vez más, intentando no mostrar la frustración que hervía bajo la superficie.
—Lo siento, padre.

Cuando salió al patio de la academia, se quedó observando el cielo. Respiró hondo, tratando de calmar el nudo en su pecho. Una luz azul apareció junto a él, y Cinco emergió de ella con sus manos en los bolsillos.

—Déjalo salir, grandote —dijo su hermano con una sonrisa torcida.

—Hola, Cinco —respondió Luther, esbozando una sonrisa cansada—. ¿Qué tal todo?

(...)


Al menos las vacaciones ya están más acá que allá.

La castaña sonrió mientras colocaba su mentón en la palma de su mano.

Le gustaba como el maestro daba las clases de historia. Hacía que todo pareciera más fácil y comprensible, él estaba demasiado en desacuerdo con tener que memorizar fechas. Sin embargo, ya necesitaba un descanso.

𝑳𝒂 𝑴𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 | 𝑳𝒖𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora