𝑴𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒐 𝑪𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐́𝒏

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Is this our last time?

En algún lugar de Canadá
Octubre, 1999

La vida había transcurrido como de costumbre lo era, viajes, investigaciones, periódicos.

Reginald había vivido una vida serena y llena de lujos, pues con toda su riqueza a su alcance fue fácil vivir de una forma pacífica.

Nunca tuvo que pasar hambre o frío.

Todo lo contrario a lo que Vincent tenía.

Vincent vivía bajo el esfuerzo de su trabajo y el de su esposa Ann, quienes se esforzaban día y noche para poder vivir cómodamente.

Para su desgracia, no habían tenido un camino fácil.

Por alguna razón, siempre se veían afectados por alguna circunstancia, eran desempleados e incluso podría decirse que eran mal vistos por la sociedad.

No sabían como, pero muchas veces estaban en boca de todos.

Tal vez porque les hacía gracia su fracaso en la vida.

Él amaba a su esposa y le dolía ver como muchas veces llegaba a casa sin ese brillo peculiar en sus ojos.

Se notaba su cansancio.

Y esa no era la vida que quería para ella.

Buscó y buscó alguna otra alternativa y por juegos del destino un día terminó compartiendo mesa con el mismísimo Hargreeves.

Se volvieron amigos, confidentes, podría decirse que casi familia.

Vincent compartió sus penas y desde ahí, puede que haya firmado su sentencia de muerte.

Era un día lluvioso, con ventisca y un ambiente nostálgico.

Reginald había citado a Vincent para una simple cena y porque quería mostrarle su más reciente proyecto.

Estaban felices, conviviendo y olvidando los malos ratos entre todo el caos.

Era muy impactante la diferencia de estatus social en la mesa, pues uno de los hombres más ricos de Canadá compartía mesa con uno de los que ni siquiera se sabía si había ingerido algo de comida ese día.

Así llegó el momento, al término de la cena, Reginald colocó el documento sobre la mesa y dejó que su amigo lo leyera con calma.

Después le explicó cada paso, cómo se llevaría a cabo y con que materiales.

—Suena interesante, Reginald —asintió Vincent con la vista sobre el documento.

—Lo es, ¿cierto? —bajó la vista al documento y sonrió— Esta es la parte donde entras tu.

—¿Ah? ¿Qué dices?

—Quisiera que te unieras a mi —se colocó en una posición serena— Te he visto, Vincent, y tienes mucho potencial y mucho cerebro allá adentro —señaló su cabeza— Con tu cabeza y con mi tecnología podríamos hacer esto y mucho más, ¿no lo crees?

𝑳𝒂 𝑴𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 | 𝑳𝒖𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora