𝑳𝒊𝒎𝒊𝒕𝒆𝒔

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"Tres veces lo sentí, pero después descubrí que sería eterno"

La madrugada había llegado de un momento a otro, pues para ellos la noción del tiempo había desaparecido en aquel instante.

El sonido de la ciudad nocturna era el único que abrazaba sus oídos durante esa noche.

Luther podía jurar que jamás había visto brillar los ojos de alguien con tanta sinceridad.

Sus ojos abiertos con total normalidad, pero con ese café tan precioso que unos cristales ocultaban, protegían, simplemente le parecía una imagen única y tan sincera que sintió su corazón latir intensamente ante el revoltijo de emociones que había en su estómago.

Es que ella lo veía como si fuera lo más valioso del mundo.

Lo único que podía preguntarse era:

¿Por qué?

¿Por qué se sentía de aquella forma?

Un cosquilleo recorrió su espina dorsal, el cual terminó en su pecho haciéndolo volver a la realidad, parpadeando bastantes veces.

El frío aire de la madrugada pegaba en sus cuerpos, donde estando en el punto más alto de la Academia, el mismo viento trató de llevarse aquel latido que Luther se había resistido a sentir.

Había silencio, uno donde solo existían ellos dos.

Las luces de los focos colocados por Luther anteriormente parpadearon, bajando su intensidad, dejando un ambiente un tanto más oscuro y ameno.

Y como si por impuso fuera, Luther se atrevió a acariciar sus brazos y mejillas con sutileza.

Aquellas manos con joyería plateada, grandes y masculinas se paseaban por sus brazos y rostro con tanto cuidado...

-Wright -murmulló.

Ese tono de voz sonó de forma exquisita, deleitando los oídos de la menor a su lado.

-¿Si? -su pecho vibraba.

Ella se sentía en las nubes y tenía la sensación de que sus sentimientos hacia él cada vez iban en aumento, haciéndose más reales en todo instante.

-¿Cómo?

-¿Qué cosa?

Ojalá Luther se hubiera dado cuenta de la verdadera intención de aquella cuestión que salió de sus labios.

Aquella de la que era consiente pero se negaba a enfrentar, porque sabía lo que implicaba.

El verdadero sentido que quería darle, aquella incógnita más allá de su misión en papel.

Quería una respuesta ahí...

En su mente.

-Tienes habilidades, igual que yo, igual que...

-Lo sé, lo sé -sonrió, viendo totalmente hipnotizada sus ojos.

Ella pudo recordar lo feliz que le hacía estar cerca de Luther y que con su más mínimo toque la llenaba de ganas de querer ser sostenida siempre por él, junto a él.

Un calor se alojó en su pecho, sintiendo como su garganta quemaba por poder decirle todo lo que sentía.

Todo.

-Debes cuidarte, existen personas que pueden utilizarte para su beneficio propio.

Luther detuvo sus movimientos ante la repentina idea que alteró su mente, pues recordó a su padre e inmediatamente se asustó.

𝑳𝒂 𝑴𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 | 𝑳𝒖𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora