𝑳𝒂 𝑴𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 | 𝑳𝒖𝒕𝒉𝒆𝒓 𝑯𝒂𝒓𝒈𝒓𝒆𝒆𝒗𝒆𝒔

𝑬𝒙𝒕𝒓𝒂𝒏̃𝒐

Advertencia:
Si eres sensible con temas como la muerte, depresión y ansiedad, por favor no leas la primera parte del capítulo.

Si continúas, trata el tema con seriedad y delicadeza.

Estos temas no son un juego.

Recuerda: No estás solo, siempre habrá una salida y siempre habrá alguien quien quiera escucharte.

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All this ground feels so heavier...-B&G

Marzo, 2007
Canadá, La Academia Umbrella.

Un pequeño rubio con adorables mejillas reía felizmente en el patio.

Luther de siete años jugaba con piedras no tan pequeñas en el patio trasero de la Academia, aventaba las piedras como si de ligeros pedazos de papel se tratasen.

Sus pequeñas manos eran demasiado curiosas, le gustaba mucho tocar todo aquello que fuera interesante o desconocido para él.

Aún sentado en el jardín jugaba con pequeñas florecitas amarillas que había en aquel bello y verde jardín, planeaba repartirlas a su familia mientras que sus hermanos jugaban entre ellos mismos, él era el que decidió apartarse durante un momento para así recolectar sus flores amarillas.

Juntó 6 lindas flores amarillas de un buen tamaño, las juntó todas en sus pequeñas manitas.

Estaba emocionado, esa bonita sonrisa se formó en su rostro, abultando aquellas mejillas que se pintaban rosáceas cuando el tiempo lo ameritaba.

Se levantó y viendo las bonitas flores en sus manos corrió hacia sus hermanos, pero no contando que su padre estaría detrás de él, chocó con las piernas del mayor, cayendo de sentón en la tierra firme.

—¿Qué estás haciendo? —Reginald viendo hacia abajo frunció el ceño.

—¡Tengo flores p-para mis hermanitos! —alzó su manita cerrada en un puño, la cual aún mantenía esas flores.

Reginald permaneció serio.

—Deja de hacer esas cosas tan infantiles, no tienes tiempo de hacer eso —renegó— Levántate, tienes que estudiar, Número 1.

—¡P-pero papá! —su infante rostro se frunció en una mueca.

—Levántate, debes ser un ejemplo para ellos, Uno —se agachó y tomando su antebrazo lo levantó de forma brusca.

—¡Pero debo darle esto a mis hermanos! —negó moviéndose mientras buscaba alejarse del agarre de su padre.

—¡Basta de estupideces! —gritó Reginald de pronto— Vas a entrar a estudiar y a trabajar, ¡no serás el Número Uno de la noche a la mañana!

—¿P-papá? —se encogió, asustándose por el tono que Reginald había utilizado en él.

—Cállate y entra a la Academia —lo tomó su suficientemente fuerte y a rastras entró a la Academia.

Luther asustado trataba de moverse, evitar su contacto para así poder entregar sus florecitas amarillas.

Pero aún era un dulce niño, quien no sabía utilizar sus poderes y justo en esa ocasión no funcionaron correctamente, pues no era consiente.