2. Preguntas

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El olor a tierra fresca, lavanda y de cenizas aturdía un poco la sensible nariz del conejo que recién había ocasionado tal alboroto. Mira que atacar uno de los máximos simbolos de respeto y esperanza para Nueva York. Había oído su momento de los Hamato, pero nunca los había visto, y menos lo esperaba. Así que ahí estaba, en una esquina de esa guarida tan amplia bajo tierra, preguntándose en silencio junto a su hermana menor ¿Cómo seguía existía un lugar así después de tantos años? Quizás eran los gigantescos pilares de metal que tenían una extraña "D" en grande grabada en cada pieza las que la mantenían en pie, o el extraño cálido ambiente familiar que se sentía en ese sitio. Tantas mujeres, y hombres, humanos y yokais conviviendo juntos como si nada, no le debía importar, pero le llamaba la atención.

El conejo y la gatita se miraban nuevamente con extrañeza hasta que fueron interrumpidos por una tortuga fornida y ligeramente intimidante que se acercaba a ellos en silencio pero determinación.

--- Necesito que vengas. - directo al grano.

--- No.

--- No fue una pregunta. - el fruncir de su ceño no tardó en aparecer.

--- No me importa. No voy a seguirlos sin saber a dónde solo porque tú lo pides. No te conozco. - cubría a su hermana de manera no tan obvia.

Apareció detrás del grandote de rojo una tortuga más pequeña de cinta morada.

--- Y no nos interesa conocerte tampoco. Pero al parecer el idiota de mi hermano cree que vale la pena perder nuestro tiempo en ti en vez de solo sacarte y dejarte a tu...su suerte. - se corrigió a sí mismo luego de ver con seriedad a la niña que se ocultaba en la espalda del conejo. --- Justo ahora es la hora pico en la que las patrullas más fuertes de Kraang salen en búsqueda de personas para los campos de trabajo, si no quieren volver ahí afuera hasta que el panorama mejore, te recomiendo seguirlo. --- enfatizó con su paciencia un poco más agotada pero firme. Detrás del de cinta morada aprecian quienes parecían los hermanos de este, excluyendo al de azul. Usagi se tensaba con un sentido doble de protección a la pequeña.

--- ¿Y bien? - Donnie tenía mejores cosas que hacer.

--- Descudia, no les haremos daño...- trató de calmar aquella tortuga de cabello negro corto, llevaba una capa bastante acogedora color naranja que a la vista de la pequeña, era distintiva. Esta lo miraba con atención. Algo tenía esa tortuga que era inevitable lograr sentir algo de paz inconsientemente cerca de su presencia. --- Escucha, nena...- se agachó a la altura de la gatita, sin acercarse mucho para no alterar al conejo más de lo deseado, cosa que no logró del todo. --- sé que tú y tu hermano seguro no la han pasado bien, pero nosotros tampoco...tienen miedo, también nosotros. Mi hermano al igual que el tuyo quiere protegernos, así que puedo prometerte que Leo no les hará daño. - se levantó para mirar al de pelaje blanco con leve seriedad. --- Solo queremos hablar. Por favor.

Donnie estaba perdiendo la paciencia con tanto silencio por parte de esos dos extraños.

--- ¿Y bien? - Miguel Angel le colocó una mano en el hombro, para calmarlo con una sonrisa nerviosa. Resopló audiblemente. Un ruido en el estómago de ambos hermanos llamó la atención de aquellas tres interrogatorias tortugas.

Yuichi solo miró a otro lado, avergonzado y serio. Pero sobretodo serio.

--- Tenemos comida...Puedo llevarles algo a la carpa de Leo si quieren. Ella también puede ir contigo si es lo que te preocupa. - esta vez fue Rafael quién habló. Trató de sonar lo más amable que pudo. Su tamaño intimidaba mucho, lo sabía, pero Leo les encargó convencerlos como fuera.

En la guerra no hay amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora