4. Programa de defensa

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El día a penas comenzaba. La hora del desayuno transcurrió de manera normal luego del incidente con Uno y Hana. Yuichi tuvo tiempo suficiente para conocer algunas personas que estaba casi seguro de no volver a hablar. Más que todo era arrastrado continuamente por Miguel Angel de forma intencional a formar parte de conversaciones para luego dejarlo solo con los demás. Era muy molesto. Su hermana menor parecía pasarla mejor que él, eso sin duda. Después de todo era una niña, lo entendía. Pero como el mayor, él se sentía con la responsabilidad de estar alerta en todo momento, así que se quedó con el último grupo con el cual Miguel los había dejado, donde pudiera ver a su querida Hana.

--- Entonces, ¿Qué tal ha estado tu estancia en la guarida? - preguntó uno de los yokais que formaban parte de la conversación en la que Miguel lo había llevado. --- ¿Eres un Yokai verdad? Que agradable ver uno más de los nuestros por acá.

Quién le hacía dicha pregunta era un conejo de tez crema y ojos azules. Era extraño y sorprendente ver otro conejo por ahí.

--- ¿Eres un mutante o parecido?

--- Soy un conejo.

--- ¿Puro? ¿No eres alguna especie de Yokai?. - preguntaba sonriente el contrario.

--- Los Yokais son denominados como demonios-cambia formas así queeee no.

Al darse cuenta cómo se había referido al conejo en cuestión. Se incomodó ligeramente. Pero el contrario solo rió.

--- Además hace años que no veo de esos. No pareces de los que yo he visto. -trató de decir queriendo ya darle fin a la conversación. --- pero si tuviera que decirlo a tu manera, creo que podría ser algo como un mutante pero a la vez no.

--- Por cierto, me llamo Sandro,  Como boticelli, es un gusto. Fui rescatado por las tortugas hace aproximadamente unos meses, me encontraron vagando por las afueras. Tuve suerte, me encontraron inconsciente. -extendió su pata al muchacho. Este miró la palma con mucha duda y una mueca que hizo, al contrario lo hizo reír nervioso y alejarla. --- Entiendo, con un "es un gusto" basta por ahora.

De pronto una humana de cabello lacio y corto hasta el cuello y de tez morena que estaba cerca en el mismo rincón con ellos decidió formar parte de la charla.

--- Entonceeeees dinos, ¿qué se sintió ser llevado personalmente a la tienda del comandante ayer? - indagó interesada.

--- ¡Sunita! - regañó el conejo contrario.

No había entendido la pregunta y sus cejas y el como había desviado la mirada fueron evidencia de ello.

--- ¿Disculpa?

La chica rió notoriamente y replanteó su pregunta.

--- Ya sabes...ocasionaste un escándalo cuando llegaste, te llevan los hermanos Hamato personalmente a la tienda de la cabeza superior de la guarida de la resistencia. Y aquí estás, como si nada hubiera pasado. Leonardo por lo general no es así.

--- Pues...nada fuera de lo común.

--- Buuuh, quería chisme. Ya nada dramático sucede por aquí. - rodó los ojos y dirigió su vista a otra parte.

--- Jajaja Sunita, te va a caer bien. - trató el otro de aligerar el peso y la incomodidad que se emitía entre ambos. --- mejor dime, ¿has estado durmiendo bie-

Una alarma un tanto aguda molestó los oídos de los conejos. A los demás a su alrededor parecía no importarles o sorprenderles como a ellos.

--- Oh, ya es momento. Nunca termino de acostumbrarme a esa cosa. - El conejo de tez crema comenzó a andar. Volteó a ver a conejo de tez blanca quién con notoria confusión seguía donde estaba. --- ¿No te lo comentaron? Leo dará un anuncio. - sonrió amablemente.

En la guerra no hay amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora