12. Frío y calor.

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Largas horas habían transcurrido para el conejo y la tortuga. Sus patas picaban por el astilloso suelo, el lodo y las rocas. La lluvia no tardó en dejarse venir hace aproximadamente cinco horas. Así es, llevaban caminando más de cinco horas. Tomaban breves descansos en troncos o bajo alguno que otro árbol para que la lluvia no los empapara por completo. Hasta que de pronto...

--- ¡Achú! - dejó salir finalmente un estornudo el de orejas. El de tez blanca se abrazaba mientras temblaba su cuerpo. No estaba acostumbrado a estar fuera. Leo parecía no prestarle atención pero desde su mente lo hacía. Seguían andando en silencio. Lo vio por el rabillo y suspiró.

--- ¿Necesitas descansar? Ya vamos más de ocho descansos en lo que va de las últimas horas. Así no llegaremos antes de que anochezca.

--- Pues perdona, señor sangre y actitud fría. Pero yo llevo MESES de no estar al aire libre, así que como entenderás, no recuerdo mucho la lluvia. Y no contaba con que llovería, evidentemente. - dijo detrás suya haciendo pucheros.

Leo rodó los ojos y bufó. Continuaron andando.

El bosque estaba siendo regado con la fresca lluvia, Leo en sus adentros estaba bastante cómodo con las gotas cayendo sobre su cuerpo agotado. Hace bastante tiempo que no caía lluvia en lo que quedaba de Nueva York. Y quizá era por eso que para este, era más un regalo de la vida que una molestia.

--- ¡Ah- ah-chú! - Se tapó de inmediato su nariz con las manos para evitar hacer otro escándalo. Tomó un respiro profundo y continuó. Al ver como la tortuga se detenía, este repitió el gesto con algo de extrañeza. --- Ya, ya entendí. No tienes porqué renegarme, llegaremos antes del anoch-

La tortuga al voltear a verlo notó su seriedad, se tensó un poco, pues debía admitir que era algo intimidante cuando se ponía así. Pues no sabía que pasaba por su mente. De inmediato, el de franjas rojas se quitó su capa, le dió vuelta en la parte de atrás que estaba seca y se la dejó caer en los hombros a Yuichi. Este por inercia tomó la capa antes de que se le resbalara de sus hombros. Se acomodó la prenda que cubría su rostro para poder ver al muchacho contrario.

--- ¿Qué haces? - le sorprendió tanto que se avergonzó. Al no recibir respuesta se incomodó más. - No- no es necesario esto. No es para tanto. No soy alguien débil, es solo un maldito resfriado, todos pasamos por uno alguna vez. Mejor preocúpate por ti, tienes una herida en la cien--- decía mientras intentaba devolverla.

--- Cállate y solo dejatela puesta. U en cuanto la herida, se limpiará con la lluvia.- se la volvió a poner a la fuerza. --- Hana se molestará conmigo si te regreso todo debilucho y enfermo. - con sus dos manos se abrió paso entre el monte alto.

--- Déja de hablar de mi hermana tanto. No es como si fueran amigos o algo.

--- Sí aja. - dijo sin prestarle micua atención. --- Por aquí, pasaremos por este camino.

--- Ahí no hay camino. - dijo cansado.

--- Dah, es un bosque. Obviamente no hay uno definido, hay que hacerlo, genio. Ahora entra ya. - le indicó para que pasara por el monte. Hay que ir en camino recto.

Yuichi rodó los ojos y así decidió dar el primer paso ante ese monte. Pero no contaba que con el primer paso que daría lo haría perder el equilibrio de inmediato ya que no había suelo.

--- ¡Woooaah! - se desequilibró y cayó. Leo por mera inercia volteó a verlo y tomó una parte de la capa para intentar tirar de vuelta pero el peso de ambos los hizo caer por ese barranco cubierto por el monte. Rodaron un par de veces, dándose algunos raspones y golpes con las rocas. Media vez tocaron el suelo fue de forma brusca, eso sacandole un poco el aire a Yuichi. Leo por otro lado cayó sobre él, y seguramente eso no había ayudado al impacto del conejo contra el suelo. Leo rápidamente se quitó de encima no más tuvo la oportunidad.

En la guerra no hay amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora