16. Un corazón solitario

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2032, presente

Pov. Leo
(Pd: Y agárrense que empieza la sacudida de kokoros y la narrativa desde el punto de vista de los personajes)

La mañana siguiente rindió con normalidad. Mi rutina era exactamente la misma desde que despertaba hasta que dormía. Me he acostumbrado a hacerlo, tanto que se siente como algo que hago automático. Pero sinceramente, desde el día anterior me sentí aún más sucumbido en mis pensamientos que de costumbre en los últimos días, en mi opinión. Así que un día cargado de labor era sin duda lo que necesitaba.

6 am

Lo primero que hice fue estirarme, hacer unos cuantos estiramientos de piernas y brazos y me levanté para buscar algo que desayunar. Media vez salí de mi tienda fui directo a la cocina, para hallar una fila que era inmensa, y era entendible, madrugar era parte de un buen inicio y era algo de lo que me enorgullecía de ver a los demás hacer. Fui directo al final de la fila para toparme con nada más y nada menos que Donnie y su esposa.

--- Buenos días dormilón. Hoy despertaste más temprano a diferencia de estos últimos días. - saludó mientras volteaba a verme detrás suyo en la fila.

--- Sí, sin duda. Hola Ab. - saludé

--- Hola Leon. Que bueno verte de humor hoy. Tenemos un día de locos esperándonos, así que es bueno verte temprano por aquí. - me sonrió.

--- Sí, bueno. Ya me conocen, empezando bien el día. Jejeje.

--- ¡Tío Leo! - Oí un par de voces de fondo. Venían cuatro tortugas adolescentes de diferentes especies corriendo a mis brazos. Ha, tortugas adolescentes, de solo pensar en esa oración me causaba nostalgia.

--- Hola, niños. - levanté la vista luego de abrazarlos, para hallarme a sus padres. Mi hermano mayor y la dulce Monalisa. --- Mona, Rafa. Buenos días.

--- Hola a todos. Veo que no somos los únicos que quisimos madrugar. - rió la salamandra.

Mona y Rafa se habían casado hace unos tres años, el doce de abril del dos mil treinta y uno. Casi después de haber empezado a reconstruir la nueva guarida bajo tierra. Mona ya era la madre adoptiva de los chicos, pero ahora que tenían a mi hermano en su familia, no podia sentirme más feliz de verlo feliz y ver a esos niños con un padre tan maravilloso como Rafael. Se lo merecían. Cada vez que los veía, no podia evitar sentir algo de envidia pero mucho orgullo

Donnie no se quedaba atrás. Abril y él tenían menos tiempo de casados que Rafael. Pero ellos siempre fueron de ir a su ritmo. Al menos se veían felices igualmente.

Mi hermano menor, Miguel Angel, parece haber desarrollado cierto interés por una chica yokai llamada Sunita. Yo no la conocía muy bien, pero si que recuerdo haberla visto con los refugiados alguna vez, también con Yuichi. Recordar su nombre me hizo sentir un poco apagado de golpe. Pero me sacudí esa sensación de inmediato.

--- Vaya, o todos se pusieron de acuerdo para desayunar a esta hora y ser de los últimos en la familia o no me lo creeré nunca jaja. - apareció Cassandra junto a mi hermanito menor Mikey.

--- ¡Sensei Leo! - corrió con sus cortas piernitas un humano de cabello largo de aproximadamente cuatro años de edad.

--- ¡Casey! Hola campeón. - lo levanté feliz de ver a aquel enérgico niño. --- amaneciendo con mucha energía por lo visto.

--- No tienes idea. No deja de hablar de ti y de los demás cada que termina de ver los entramientos. - rodó los ojos enternecida junto a mí

La fila siguió hasta que lograron pasar. Barry nos saludó y nos sirvió de comer. Desde los últimos años, la comida había abundado más y por ende había más variedad. Hoy desayunamos puré de bayas con trozos de sandía. Sí, el área de cultivo había mejorado mucho gracias a Yuichi quién desde que nos mudamos todos aquí, empezó a enseñar a los demás sobre plantas y como cultivarlas. La verdad, sus conocimientos nos han hecho bien. Quién diría que cambiaría tanto. Los niños junto a Casey fueron a comer en otra esquina, para que los adultos pudieramos hablar.

En la guerra no hay amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora