Capitulo 23

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El tiempo para la batalla decisiva habían pasado muy rápido. En ese tiempo Eréndira y Agusto habían trabajado en conjunto mucho tiempo para lograr idear un buen plan. Esto les ayudó a unirse no solo mentalmente si no física también. Los besos aparecieron como pequeñas chispas para encender ese amor que poco a poco iba creciendo. Aunque eran muy discretos ya podía verse y sentirse en cada uno de ellos ese aroma a amor.

También se dieron cuenta que eran bastante similares y gracias a eso ambos se ayudaban a tener un crecimiento propio y mejoraban en muchos aspectos de su vida. Se habían hecho mucho bien el uno al otro.

—Mañana marcharemos como lo habíamos planeado.—Dijo Agusto mientras se recargaba en la cabeza de Eréndira quien a su vez estaba recargada en su hombro como dos enamorados.—Nos vamos a dejar de ver muchos días pero si todo sale bien el destino nos unirá en mi reino para que lo conozcas.

—Se que es muy peligroso que yo vaya aunque si me lo pidieras iría contigo sin importar nada.—Hablaba como toda una enamorada quien se arriesgaría a todo con tal de estar con su amado.

—Lo se pero no es necesario. El campo de batalla puede ser un lugar muy rudo.—Besó su cabeza para continuar el apapacho.—Tú ya has hecho mucho más de lo que debías. Ahora depende de mí hacerlo que valga y por supuesto poder darte un hogar digno que reinar.

—No me importa mucho eso sabes...—Su tono demostraba sinceridad en su voz.—No te negaré que la oportunidad es única y especial pero no lo es todo, me importaría más que nadie muriera y que tú estuvieras bien.

—La vida es mucho más dura que eso.—Le respondió agarrándola fuerte.—Aunque tu no lo desees, un león te puede atacar para comerte sin que tú quisieras comerlo a él. Por eso es importante defenderse y contruir buenos muros, para que se complique el que te quieran dañar.

—Entiendo todo eso y cuando sea reina haré un cambio para que las personas puedan estar protegidas.

—Eso es muy noble. Ya verás que se logrará.

La cita se estaba llevando a cabo justo en el atardecer. En lo alto de una de las torres del castillo principal. Al otro extremo de las habitaciones reales. Aquí Eréndira y ahora su prometido disfrutaban de la vista que dicha hora del día regalaba. Sentía los rayos del sol en sus pieles como si estuviera dando caricias para despedirse. Era muy grato sentirlo.

Los colores que provocaba y a esa altura en la que se encontraban, era una combinación mágica para deleitar los ojos. El amarillo clásico convirtiendose en anaranjado. El rojo apareciendo para decorar, mientras que un blanco y azul se colaban en pequeños fragmentos para anunciar los cambios. 

Todos ellos intensificándose y por último desapareciendo para dar paso al azul obscuro y gris del anochecer. Este acompañado de varias luces plateadas provocadas por las estrellas que saludaban a quien las viera. Lo hacían regalando una luz que de expandía y al mismo tiempo relajaba. La luna se mostraba completa como si deseara estar presente en la reunión de aquellos dos enamorados y regalando su hermoso brillo.

—Ya es tarde y tienes que ir a dormir.—Dijo Agusto interrumpiendo el momento mágico.—No es correcto que llegues tarde a tu habitación. No demos mala imagen.

—Si lo sé. Solo deseaba pasar unos minutos más a tu lado.—Respondió suspirando.—Mañana te irás y no te veré en varios días. Pero debes descansar lo entiendo será un día difícil mañana.

—No te preocupes, mi energía es pensar en ti. Podemos quedarnos cinco minutos más juntos.

Agusto la tomó de la cara y la giró para besarla. Fue un poco sorpresivo para ella pero continúo el beso de la mejor forma posible.

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