Capitulo 35

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La batalla se postergó por tres días más en los que el enfriamiento fue inevitable. El primo de Agusto quien era el encargado de llevar a cabo la defensa del reino, estaba haciendo todo lo posible por sobrevivir y evitar que este cayera. El hecho que se postergara tanto fue porque los dos se ponían trampas mutuamente haciendo que actuaran con mucha cautela y no enviando a la mayor parte de sus ejércitos a la lucha.

Agusto tenía los números pero su contrincante tenía la defensa la cual era muy fuerte. Los elementos sorpresa se habían terminado así que la estrategia tenía que cambiar. El enfriamiento final era inevitable.

—Señor, estamos listos para el ataque.—Informó Mirlo a su rey mientras reposaba enfrente de su ejército.

—¿Ya han regresado los exploradores?—Preguntó el rey intrigado.

—Asi es. Han verificado todos los puntos que les pidió.

—Excelente. Entonces traigan aa artillería y que comience el ataque.

La orden final del rey fue dada y de inmediato se movilizó su imponente ejército para lograrlo.

Colocaron en posición las catapultas y con estas lanzaron múltiples rocas hacia los muros que eran defendidos por arqueros. La defensa no tenía tantas ni mucho menos eficaces máquinas así que si querían conservar sus muros debían atacar de otra forma. 

La caballería era eficaz contra este tipo de ataques, pues con su rapidez podían interceptar e impedir que los ataques se efectuara. Pero para llegar necesitaban cruzar un mar de enemigos en el cual sería seguro que se ahogarían.

La solución por la que optó el líder fue la de resistir y dar la última batalla cuando los muros cayeran. Sus soldados serían el temor tras estás palabras pero no se iban a detener o rendirse esta vez, deseaban defender su hogar.

Llegó la orden y las rocas golpearon una y otra vez hasta que el muro comenzó a sufrir daño. Con cada golpe se elevaba la esperanza del ejército atacante mientras que el temor en los defensores era notorio.

No se enfrentarían en un ataque directo, el primo de Agusto tenía pensadas varias estrategias defensivas como el uso de aceite hirviendo, entre otras trampas. Aún así Agusto sabía que la peor defensa eran esos muros y que en cuanto los derrumbara, la victoria llegaría tarde o temprano.

Después de un par de horas en que las piedras llovieron por los aires para impactar en el muro, este por fin cayó dejando una gran abertura por la cual podía pasar el ejército.

—Es una brecha de buen tamaño mi rey.—Informó Mirlo quien ya era el general a cargo de todo el ejército.—¿Pido a las tropas que avancen?

—Aún no. Necesitamos abrir más espacio.—Dijo Agusto a su hombre.—Sigan lanzando piedras.

—Pero mi rey, perderemos mucho tiempo y el desgaste será mayor.

—Lo sé, pero si los reportes de los exploradores son ciertos.—Dijo optando por su ya conocida postura para analizar y planear.—En ese pequeño hueco iremos directo a las trampas. Necesitamos más espacio para que él ejército pueda maniobrar.

—¡Ya escucharon al rey!—Mirlo dió el comunicado a sus hombres.—¡Ya aguantamos tres días aquí, podemos resistir unas horas más para entrar por fin!

Tuvo temor que sus palabras desmoralizaran a sus hombres pero estos respondieron de una forma muy positiva y continuaron con la misión.

El tiempo pasó nuevamente y el plan de Agusto funcionó. Lograron derrumbar una gran parte del muro. Ahora solo quedaba lo más difícil... hacerse paso entre los escombros y derrotar al ejército defensor.

El Rey Lisiado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora