Capitulo 27

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El salón de la reunión era mucho más grande que donde estaba el trono. En esta habitación había una enorme mesa rectangular con al menos 50 sillas. Todas ellas para recibir al consejo, miembros importantes e incluso visitantes con influencia en el reino.
Había pasado tiempo desde que estuvo llena por última vez, ahora solo estaban ocupados menos de la mitad de estos asientos.
En la cabecera y como debía ser, estaba Agusto sentado en su silla especial. Desde ahí podía ver a todos los reunidos con interés particular por sus miembros más recientes que estaban en el extremo más alejado de ahí.
En los demás lugares estaban los ricos y poderosos del reino esperando una explicación del motivo para aquella reunión.
—Buenas tardes a todos. Me da mucho gusto volver a verlos y que estén sanos y salvos.—Agusto no demoró en hablar.—Como han visto, mi familia decidió declarar la guerra abiertamente. Anteriormente lo hicieron provocando conflictos con otros reinos e incluso contratando mercenarios que nos atacaran.
Todos estaban muy interesados en saber que es lo que decía su rey. La mayoría ya había pensado en abandonarlo al igual que muchos otros pero en esta ocasión vieron que al haber cosas nuevas, quizá alguna les podría convenir.
—Me alegró saber que aún tenían lealtad hacia mi y al saber que corrían peligro no se quedaron a negociar si no que siguieron mis indicaciones.—Al hablar los miraba a todos sin excepción, tenía distintas opiniones de cada uno de ellos y sabía como tratarlos en conjunto.—Gracias a eso nuestro ejército sufrió mínimas bajas y nuestro reino poco daño que ya está siendo reparado.
—¿Cómo se enteró que su familia atacaría mi rey?—Las preguntas comenzaron con un doble sentido.—Eso nos causa incertidumbre.
—Asi es mi señor, cuando llegó su mensaje fue muy repentino. No pensamos que tuviera una gran estrategia para esto.
Los rumores e insinuaciones seguían. Agusto no podía darse el lujo de no ser diplomático y tolerante con ellos. A pesar de ser una monarquía, esos hombres y sus riquezas eran importantes para que el reino siguiera floreciendo.
—Como sabrán, fuí al reino del sur por una invitación de su monarca. Su intención era que yo asistiera a las fiestas de compromiso de su hija mejor y después a la boda.—Hizo una pausa para mirar a Jacinto a detalle.—Todo esto gracias a que mi gran amigo salió en una misión para buscar aliados a través de una esposa para mí.
Los susurros comenzaron a raíz de ese comentario. A pesar que lo imaginaban por primera vez lo habían constatado por boca del rey.
—¿Y cómo le fue en su misión?—Interrumpieron nuevamente con un poco de burla.—Consiguió una esposa para usted.
—La mejor que pudo haber encontrado.
Los susurros desaparecieron para en su lugar quedar comentarios en voz alta que en su totalidad llevaban sorpresa. No se esperaban algo así.
—¿Quiere decir que tendremos una reina pronto?
—Asi es, aunque tema me hubiera gustado dejarlo para otra ocasión.—Dijo Agusto algo apenado por decirlo.—De momento estamos en trato con el rey del sur y aunque todo es un hecho, el asunto de esta guerra nos interrumpió.
—Entendemos, fue una noble misión del cura haber hecho eso.—El hombre que hablaba era Martí, uno de los ricos más importantes del reino y de los que aún quedaba solo por deseo de apoderarse de todas las tierras abandonadas.—Entonces supones que ese ejército viene del sur, ¿Son aliados?
—Son aliados y amigos. Yo me casaré con la sobrina del rey Ricardo y así consumaremos esta alianza. Prueba de su formalidad es que mandó a su ejército por nosotros.
—Sin duda es una muestra muy importante de compromiso con nosotros pero ¿Su sobrina?—Preguntaron retando al rey.—¿Acaso no es necesaria una princesa heredera?
—Ella es una princesa heredera aunque no de ese reino.—Contestó Agusto molesto.—Su reino desapareció después que sus padres murieran, desde entonces el rey Ricardo la adoptó y cuidó de ella. Además tiene muchas virtudes y es maravillosa.
—Espero que mi rey no se esté conformando con alguien solo por contraer matrimonio.—Los comentarios negativos seguían hacía él.—No sería muy prudente además de traer malas consecuencias al reino por eso.
—Si me permiten, yo como emisario fuí el encargado de proponerla.—Interrumpió el padre Jacinto muy a prisa.—Ella es una mujer que incluso ya demostró su interés por el reino ayudando en la misión.
—Bueno, cualquier mujer con aspiraciones de crecer, haría lo que fuera...
El comentario acompañado de una mirada compasiva hacía Agusto le hicieron entenderse para ponerlos en su lugar.
—¡Basta ya, no hay ninguna razón para juzgar mi decisión. Yo soy el rey y desde ahora les pido respeto para la que será su reina! ¿Entienden?
—Nosotros no cuestionamos mi rey.—Respondieron ya nerviosos.—Pero un compromiso así debe ser aprobado por el consejo, el interés de elegir a una buena reina también nos sigue.
—Hablaremos de eso después, cuando ustedes tengan el gusto de conocerla.—El rey se relajó y entendió que debía seguir con su diplomacia.—Por ahora el tema más urgente es el de la batalla.
Los demás hicieron diferentes reacciones pero ninguno se atrevió a interrumpir de nuevo.
—Tenemos un compromiso para devolver el ataque. Nuestros aliados esperan nuestros movimientos para atacar y entregar a los responsables de dicha agresión.
—El atentado que ocurrió en el palacio del rey Ricardo supongo.
—Si, ese mal sirvió para unirnos a todos en ese objetivo en común.—Contestó con firmeza el rey. El resentimiento por su familia era muy notorio.—Durante años ellos han tratado de tomar mi reino y hemos sido víctimas de su maldad. Hoy Dios nos ha puesto la oportunidad de terminar con eso y nos ha dado varias bendiciones que no podemos desaprovechar.
—Pues sin duda tenemos una gran oportunidad como usted lo dice. Esos enemigos han causado mucho daño en mis tierras. Yo me uno a usted.
Por primera vez nadie cuestionaba las intenciones de Agusto.

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