𝟣𝟥. 𝐜𝐨𝐩𝐚 𝐚𝐦é𝐫𝐢𝐜𝐚

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│ ┆ ✐; copa américa.


     Martina estaba sentada en el piso de la pieza de su hermano; mientras éste iba de acá para allá, buscando todos los juguetes nuevos que tenía, y así mostrárselos a su hermana. 

     La rubia tenía una sonrisa de lado, reconociendo que gran parte de ellos eran los que el Papá Noel de Canadá —mejor dicho, Mar— que le había traído en Navidad. 

     Debido al Covid, compró unos cuantos extra para su familia. Envío un par, luego de que levantasen la cuarentena, y tenía la otra parte en una de las valijas. 

     —¿Todos estos te trajo Papá Noel? —inquirió.

     Agustín asintió con una sonrisa, y se sentó a un lado de su hermana.

     —¿Cuál es el que te gustó más? 

     —¡Éste! —le mostró un camión grande que funcionaba a control remoto.

     Martí sonrió encantada, recordando que Jacob le había recomendado comprar eso. 

     —¿Me mostras cómo se usa? 

     Agustín se levantó y salió a buscar el control remoto. Cuando regresó, su hermana tenía una bolsa en sus manos. 

     —¿Y eso? —preguntó curioso, olvidándose del camión. 

     Martí sonrió y le extendió la bolsa, con papel decorativo con los colores de la bandera de Argentina. 

     —Papá Noel dejó un regalo para vos en mi casa. 

     El menor de los Blanco abrió rápido la bolsa y sacó su regalo. 

     —¡LA CAMISETA DE MESSI! —gritó emocionado, y saltando de un lado a otro—. ¡GRACIAS, GRACIAS! 

     Mar sabía que su hermano decía gracias por haberle traído el regalo que le hizo Papá Noel, pero ella lo iba a tomar como un gracias para ella. 

     Agustín salió corriendo para contarle a mamá lo que el hombre de barba blanca le había traído.

     —Mami, mira, mira —exclamó contento, sacándole una risa a Martí—. ¿Me la puedo poner para mirar los partidos? 

     —Obvio que sí, mi amor —le sacudió el pelo con cariño—. Anda a ayudar a Jacob a poner las cosas para ver el partido, y después te la pones. 

     Agus asintió y estaba a punto de salir de la cocina, hasta que regresó para abrazar a su hermana una vez más y le exclamó un último gracias. 

     —Gracias, mi vida —agradeció en voz baja, Amanda, a su hija. 

     —No hay nada que agradecer —dijo. 

PAPER RINGS | Lisandro Martínez ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora