PR| ❝I like shiny things, but I'd married you with paper rings❞
En donde Lisandro y Martina vuelven
a encontrarse luego de varios años,
percatándose que cada recuerdo se sentía más vivo
que el anterior.
༘✧ ⴰ༢ Ó...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
│ ┆ ✐; Año Nuevo.
ERA VEINTINUEVE DE DICIEMBRE Y UN CALOR SOFOCANTE ENVOLVÍA AL PAÍS.
Martina no daba más con el calor que estaba sintiendo. Con tan solo pensar en moverse ya sentía todo su cuerpo cubierto en sudor; lo cual provocaba menos ganas de moverse para buscar algo o hacer algo.
Agustín iba y venía de la pelopincho, mojando el piso de la casa, para buscar comida y volver a meterse al agua. Cada tanto le pedía a su hermana que le sirviera el jugo de naranja con limón fresco de la heladera.
Gracias a Dios, la temperatura bajaba en la noche y era posible respirar, y dormir en paz.
—Deja de comer el queso, Agus —regañó Mar, si siquiera voltear a verlo.
—Pero no estoy comiendo nada —mintió descaradamente, alejando la mano del plato.
Mar volteó a verlo, una vez que terminó de condimentar la salsa para las pizzas. Bajó la mirada hasta el plato, regresó sus ojos a su hermano y alzó una ceja. Faltaba la mitad del queso, además de tener unos restos en las comisuras de su boca.
—Tenía hambre —se excusó rápido, viendo que su hermana no caía en su mentira.
La rubia rio negando con la cabeza.
—¿Cuándo estiramos la masa? —preguntó el menor, estirando ambos brazos sobre la mesa, estando arrodillado en la silla.
—¿Querés hacerlo ahora? —Agustín asintió—. Anda a buscarla, está en la mesada.
Agustín se bajó rápido de silla y corrió en busca de la masa, la cual ya había duplicado su tamaño, y la dejó a un lado de Mar. En pocos minutos, Martí comenzó a demostrarle lo que tenía que hacer porque, más allá de hacer las grandes, Agus quería hacer una pequeña pizza personalizada para las tres mujeres que vivían con él; y otras dos para los papás de Lisandro.
—¿Le pongo la salsa ahora? —preguntó, después de meter la cuchara en la salsa, listo para tirarla en la masa sin calentar.
—Para, emoción —lo detuvo—. Estírala bien antes.
—Me duelen los brazos —exclamó haciendo un puchero.
—Entonces espera, porque tengo que cortar más queso —sacó el papel film que lo cubría— ya que alguien se lo comió todo.
—Que feo la abue metiendo la mano en la comida —negó fingiendo decepción, mientras le echaba la culpa a su abuela.
—Sí... la abuela —murmuró, colocando los pedazos de queso cortado en el plato—. ¡Agustín! ¡Deja de comer! —lo regañó cuando vio que sacó otro pedazo.