𝟤𝟣. 𝐓𝐚𝐲

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│ ┆ ✐; Tay.


     APENAS LA LLAVE GIRÓ DOS VECES, y la puerta fue abierta, Mar fue recibida por un grupo de ladridos agudos y llenos de emoción al ver nuevamente a su dueña, luego de tantos días separadas.  

     —Hola, mi amor —Martí volvió su tono de voz más agudo—. Hola, mi amor. ¿Me extrañaste? —apenas se arrodilló, fue atacada por la lengua de Tay—. Yo también te extrañe. Mucho, mucho, mucho. 

     Tay cuidaba y amaba a Mar, más de lo que un perro podía amar a su ser humano. La pequeña perra fue una de las mejores cosas que pudo haberle ocurrido al llegar al país canadiense. 


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     Habían pasado un par de días desde que Mar había llegado a Canadá, y no podía sentirse más sola. El departamento le parecía enorme, e increíblemente silencioso. 

     La rutina que tenía era siempre la misma; de lunes a viernes, iba hasta su empresa a trabajar, volvía a casa y se encerraba a ver una serie. Los sábados y domingos se quedaba encerrada, y de vez en cuando salía a hacer las compras. 

     En una de esas salidas para comprar, se encontró a Tay fuera del supermercado. Eran casi las nueve de la noche, el establecimiento estaba cerrando y llovía a cantaros. 

     Un sonido agudo se mezclaba con el sonido de los truenos y del agua cayendo al suelo. Curiosa, se acercó hasta la proveniencia del sonido y se le rompió el corazón al ver de dónde provenía. 

     Dentro de una caja se encontraba un cachorro, que no parecía tener más de tres meses. El pelaje lo tenía enredado y sucio, sus ojitos marrones brillaban por el miedo, y temblaba de manera incontrolable por el frío y el miedo. 

     La rubia dejó la bolsa de comestibles en el suelo, y se arrodilló frente al animal. Se le rompió el corazón cuando, al acercar la mano, se tiró hacia atrás, mirándola con miedo. 

PAPER RINGS | Lisandro Martínez ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora