Un monstruo en la niebla

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En algún momento Norrine se había dormido, de eso no le quedaban muchas dudas, no así en qué momento lo había hecho. Recordaba haber regresado a su cuarto después de que algo o alguien la arrastrara al bosque, luego un hombre había entrado por su ventana... Frunció el ceño al notar su desnudez y giró para encontrarse a Tamlin, profundamente dormido, apoyado de costado, con la cabeza parcialmente oculta entre sus peludas patas, casi dándole una sensación de ternura y vergüenza a la vez. Poco a poco los recuerdos de la noche empezaron a volverse más claros y los colores subieron a sus mejillas, haciéndola chillar.

Los ojos de él se abrieron de golpe, su pelaje rubio erizado al tiempo que se caía por el costado de la cama.

—¿Norrine? —Tamlin parecía tan confundido como ella, mirándola con el ceño fruncido antes de que el sueño lo abandonara por completo y apartara la mirada de su figura, pidiendo disculpas reiteradas veces antes de salir pitando del cuarto. Norrine no sabía qué de todo lo que sentía la dominaba, iba desde la absoluta satisfacción hasta la vergüenza que la invitaba con brazos de hierro a ocultarse entre las sábanas.

Sacudió la cabeza, como si así pudiera olvidar lo que había ocurrido la noche anterior, y se levantó. Fue hacia la bañera, la cual se llenó de agua antes de que siquiera supiera en qué temperatura la quería, y se sumergió hasta dejar solo el rostro sobre la superficie. Alis entró al cuarto con una expresión extraña, pero no le dijo qué pasaba por su cabeza, limitándose a ayudarla a limpiarse y elegir el vestido del día. Una mirada rápida al espejo le hizo optar por uno que cubriera casi toda su piel, incapaz de tolerar la idea de que alguien viera los vestigios de la noche que iban desde debajo de su mandíbula hasta sus pechos. Abrochó una capa al corsé, trenzaron delicadamente su pelo para que no le cayera sobre la cara, pero ayudando a tapar el cuello.

Con las manos hundidas en las mangas y los ojos desenfocados, salió del cuarto, entrando al comedor, donde ya estaban desayunando los demás, incapaz de soportar la mirada de Tamlin, quien también la miró antes de girar la cabeza y fingir concentrarse en su plato. Ocupó su lugar en absoluto silencio, tomando las frutas que se le antojaron, siempre evitando a los otros dos presentes que parecían estar teniendo una conversación silenciosa, pese a que todos se veían destruidos por la noche anterior. Faye la había saludado con los ojos casi del todo cerrados y Lucien apoyaba su cabeza sobre las manos, evitando que esta cayera en el plato por poco. La usual coleta prolija estaba amarrada sin mucho cuidado y las ropas de cacería estaban con los lazos a medio hacer, no levantó la mirada más que para dedicarle un rápido asentimiento de cabeza antes de volver a su posición original.

—A ver, es temprano y no tengo la cabeza despierta, ¿qué mier... diablos pasó entre ustedes dos? Apestan a... —preguntó Faye, dejando caer los cubiertos sobre el plato cuando su cabeza pareció terminar de comprender. Norrine no sabía que era capaz de sonrojarse más por la vergüenza, como si la hubieran atrapado haciendo una travesura, porque eso parecía ser si se guiaba por la expresión maquiavélica de Faye—. Oh... ¡Oh! ¿Acaso saliste de tu habitación, traviesa?

—No por voluntad propia —murmuró Norrine, sintiendo que se encogía en su sitio con las miradas de los otros dos sobre su persona—. Fue... ehm...

—Parece que alguien estaba intentando llevarla al bosque, la encontré sola, pero había rastros de magia, muy tenues —aportó Lucien, ambos ojos con ojeras más que marcadas. Resultaba chocante verlo así, y era más extraño que incluso en ese estado pareciera mantener cierto aire de finura que nadie más parecía tener. Faye rozaba la apariencia de no conocer la palabra "aseo" y ella con Tamlin... Bueno, había conocido a jóvenes con más madurez para soportar la falta de sueño.

—¿Magia? ¿Qué tipo de magia, Lucien? —preguntó Faye, repentinamente tensa y con esa mirada peligrosa que había visto ante el fae muerto. Los ojos violetas brillando en medio de la oscuridad aparecieron de repente en la memoria de Norrine, una amenaza silenciosa que no pensaba hacerla realidad. La había salvado y era todo lo que importaba, ¿verdad? Quizás era como los faes que la habían atacado cuando fue a por el suriel, de esas que no se doblegaban ante ninguna Corte o de esos extraños seres que bien podían ser de la época de los dioses. No tenía por qué ser como los nagas, ¿cierto? Contuvo un escalofrío y se obligó a volver a la realidad. Tamlin y Lucien estaban hablando sobre ir al bosque, considerando las opciones y lo que podrían hacer para cubrir más terreno. El pelirrojo mencionaba ir hacia los territorios que delimitaban con las Cortes del Otoño y del Invierno, el rubio de ir al Muro.

Una Guerra de Rosas y Espadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora