La Noche y la Estrella

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La luz que se colaba por la ventana caía directamente sobre los ojos de Feyre, y parte de sí (una muy importante) quería mover las alas de tal forma que la cubrieran de nuevo, pero otra le recordaba que el tiempo apremiaba y había estado en situaciones más molestas. Rezongando, se lavó la cara y estuvo un momento intentando ordenar las ideas antes de salir al mundo, lista para seguir con una guerra que no sabía cuándo estallaría. Respiró hondo, cerrando un momento los ojos, ambas manos apoyadas sobre la mesada. Tenía que volver para dar el informe a la General, escuchar lo que había hecho Elain y en qué estaba la Corte de la Noche, empezar a planear con Nesta los siguientes pasos y seguir dando clases a Norrine. Si se organizaba, no tendría muchas dificultades en lograr todo. Podía seguir con su agenda estúpidamente completa.

Soltó un suspiro, viendo que sus ojos estaban oscuros probablemente por la falta de sueño, los tatuajes negros que recorrían su piel como una especie de recordatorio y un rizo que parecía un reclamo silencioso. Negó con la cabeza, apartando el pensamiento mientras se ponía un vestido verde, cerrando con cuidado la espalda y colocándose la máscara antes de salir, cerrando la puerta detrás de sí. Algunos sirvientes la miraron de reojo al pasar antes de volver a ocuparse de sus asuntos. Suponía que debía tener una de sus tantas caras de mal humor matutino y ni el glamour podía ocultarlo, ya se le pasaría luego de un buen desayuno.

Entró al comedor, el cual habían abierto para que pasara la brisa con un fuerte olor a flores. Contuvo las ganas de arrugar la nariz. No tenía idea cómo, pero Lucien ya estaba a punto de perder la paciencia, apenas logrando contener sus movimientos para enfatizar lo que decía.

—Yo qué sé, regalarle flores o algo por el estilo. Tamlin, por el amor de la Madre, ¡tienes de todo para que al menos considere darte una oportunidad!

—¿Hablan de alguna chica en particular o en general? —preguntó Feyre, con sincera curiosidad, mientras se sentaba en la mesa. Lucien hizo un gesto de hartazgo antes de apoyar los codos sobre la mesa y suspirar dramáticamente con la cabeza apoyada en sus manos. Tamlin rodaba los ojos y Feyre se limitó a servirse unas cuantas frutas y algunas rodajas de pan.

—Este idiota —dijo el pelirrojo, bajando la voz ante la palabra idiota y señalando a Tamlin con la cabeza—, está preguntándome qué puede hacer para que Norrine le preste un poco de atención.

Feyre pasó a mirar a Tamlin, quien parecía estar dividido entre molestarse o escuchar lo que le había dicho el emisario hasta entonces. Había una plegaria oculta en los ojos del Señor de la Primavera, como si ella supiera qué podía hacer él para que Norrine le diera una oportunidad. De haberlo sabido, ya se lo habría dicho, sin duda alguna, pero las hembras humanas eran un misterio incluso para ella. Se empezó a devanar los sesos, pensando en cada una de las conversaciones que habían tenido hasta entonces con la joven, buscando cualquier detalle. Sabía que tenía algo para ayudarle, así fuera un pequeño empujón, pero se le escapaba como agua entre los dedos y Norrine no tuvo mejor momento para aparecer que ese. Feyre contuvo un sonido molesto a tiempo, manteniendo la calma.

Una sonrisa de aprobación se extendió por sus labios al verla, así como una idea empezaba a formarse en su cabeza. Echó una mirada de reojo a los otros dos antes de saludarla con una respetuosa inclinación de cabeza. Norrine llevaba un largo vestido azul, con una falda de color dorado en el interior, lleno de bordados que parecían emitir destellos con cada movimiento que hacía. Casi parecía uno de ellos, pese a que Feyre podía ver el deseo de querer ocultarse bajo una roca o ponerse una capa para taparse ante la mirada que le debían estar dando los otros dos. Lucien fue el primero en salir del trance, aclarándose la garganta antes de murmurar un "buenos días" y volver a su comida. Tamlin, por otro lado, parecía estar perdido en un trance.

—Vaya, alguien se levantó y eligió ser elegante hoy —halagó ella, logrando que las mejillas de Norrine se pusieran más coloradas, si es que eso era posible. De haber estado cerca del rubio, le habría dado un pequeño puntapié para que reaccionara, o incluso un codazo. Una mirada rápida al pelirrojo bastó para que él lo hiciera por ella, juzgando por la ligera mirada molesta que le dirigió Tamlin antes de aclararse la garganta.

Una Guerra de Rosas y Espadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora