Una reina en otro reino

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Norrine debería estar contenta, satisfecha, ¿verdad? Prythian le había dado una respuesta definitiva luego de dos meses de idas y vueltas: no pertenecía allí, por mucho que en ese momento quisiera quedarse, rogándole a Tamlin de rodillas que la dejara estar allí. Estaba en el cuarto, sola, con las mismas ropas de cuero con las que había llegado y un par más, a pedido de Tamlin, en una pequeña bolsa de viaje. Miraba a la luz de la luna que se colaba por la ventana, su única compañía. Intentaba, pero era incapaz de conciliar el sueño, como si una parte de ella quisiera ver incluso aquellas últimas horas. Llegó a pensar que había voces que le decían que se quedara, que saliera por la ventana.

—Ey, buen día —dijo alguien mientras le sacudían por el hombro. Parpadeó, algo confundida de ver al sol en el cielo, en lugar de un cielo oscuro y estrellado—. Así que... partes de regreso —comentó Faye, sentándose a un lado y dándole una mirada que Norrine no supo cómo interpretar.

—Tamlin dice que es lo mejor. —Las palabras se sintieron vacías, como si hubieran querido explicarlo todo, pero quedaron en nada.

Faye tomó aire, incluso sus ojos parecieron brillar con determinación, pero cerró la boca y tosió antes de soltar una maldición por lo bajo. Todavía bajo el pequeño ataque de tos, empezó a llevar una mano hacia el costado de su vestido, levantando las faldas.

—Entonces, ten, quiero que te lleves esto —dijo, sacando un pequeño saco de cuero que podría haber tenido atado a su pierna, si se guiaba por lo cálido que estaba al tacto. Miró a Faye y luego bajó la vista al saquito mientras deshacía el nudo que lo mantenía cerrado. Lo inclinó, sacando su contenido que cayó en la palma de su mano, casi resbalando hacia el suelo. Era una cadena de hierro hecha con sumo cuidado, con el símbolo de la Corte Primavera: unas astas con un crisantemo (como le había dicho Tamlin en algún momento) grabado en una pequeña placa de metal en el centro. La contempló, sintiendo que le salían lágrimas de los ojos mientras pasaba los dedos sobre la superficie lisa—. Para que no te olvides de lo que aprendiste aquí —le explicó Faye pese a que Norrine no preguntó nada.

—Gracias —fue todo lo que pudo musitar.

La aldea Archeron la esperaba más allá del laberíntico bosque, lo conocía bien, como la palma de su mano

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La aldea Archeron la esperaba más allá del laberíntico bosque, lo conocía bien, como la palma de su mano. La nieve ya se había derretido por completo y pronto empezarían las lluvias, por lo que habría lodazales casi en todos lados. Acomodó el bolso sobre su hombro sintiendo una ligera mordida del metal de la cadena que rodeaba su antebrazo, como si fuera una serpiente, y reanudó la marcha, no queriendo ver sobre su hombro. No sabía cuánto le duraría la fuerza de voluntad para no correr de regreso a Prythian si veía a Tamlin y a Lucien, así fueran las espaldas. Sabía que flaquearía y caería de rodillas, lloraría incluso, para poder quedarse.

Sus pasos resonaban en la hojarasca mezclada con barro y algunos charcos que todavía no se habían secado. Todo se veía muerto en comparación a lo que recordaba, como si sus ojos se hubieran acostumbrado al constante brillo que había del otro lado del Muro. Allí los árboles no parecían querer estirar sus ramas hacia ella, invitarla a que pasara tiempo entre sus raíces o instando a las aves cantar. Incluso los sonidos se sentían mucho más ásperos, demasiado chirriantes y no tan melodiosos como recordaba.

Una Guerra de Rosas y Espadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora