La sonrisa del Búho

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Asarur se consideraba alguien educado pese a sus simples orígenes de familia mercante, y sabía de sobra que mirar a un pasajero era de mala educación, mucho peor si este era de los importantes, esos que podían hacer su tranquila existencia en una miseria con tan solo decir las palabras correctas. Todo eso lo sabía, sin embargo, allí estaba viendo a la sacerdotisa que viajaba con él, incapaz de apartar la mirada, seguro de que estaba babeando pese a que se obligaba a mantener la boca cerrada. Iba vestida con ropas de un azul pálido que cubrían gran parte de su cuerpo, pero era fácil adivinar una silueta preciosa por debajo de todo aquello. Como muchas veces, lamentó las condiciones de su nacimiento, desde su raza hasta la clase social, porque esa sacerdotisa que estaba haciéndole perder la cabeza era de alta alcurnia, un Alto Fae si no le engañaban las proporciones más grandes que la mayoría de los que eran como él. Incluso le parecía que había un ligero bulto en la capucha que correspondía a sus largas orejas.

—¿Todo en orden, señor?

Asarur tuvo que recordar cómo debía respirar y hablar, parpadeando tanto como podía para volver a concentrarse en el camino que había frente a sí. Sabía que sus mejillas estaban rojas, que las pecas de sus mejillas se notaban en exceso y que estaba siendo más consciente que nunca de su cuerpo ligeramente rechoncho.

—Sí, su Santidad, lamento haberle incordiado —logró decir, sintiendo que su cuerpo entero se tensaba y el corazón empezaba a latir con fuerza, intentó limpiarse las manos sudorosas con disimulo. Se concentró en los árboles blancos que habían reemplazado a las colinas de nieve cercanas al puerto de la Corte del Invierno. El eterno manto blanco de la Corte pronto daría paso a las hojas caducas de la Corte del Otoño, donde su contacto lo estaría esperando para recoger a la sacerdotisa y continuar hacia donde sea que tuviera que ir. Realmente no debía estar siquiera mirándola de reojo, pero era casi imposible no querer hacerlo, era preciosa, como todos los de su raza y estatus.

—¿Qué puedes contarme sobre los eventos del último mes?

Tenía una voz suave, tentadora. Asarur tuvo que aclararse la garganta antes de poder responder, seguro de que iba a soltar un chillido si no lo hacía.

—No tengo muchos detalles, su Santidad, pero sé que estamos volviendo a nuestras vidas gracias a una humana. —Sentía que le empezaban a arder las orejas, aunque la Sacerdotisa no parecía estar muy interesada en él. Sin embargo, le pareció que la voz de la hembra se volvía tan fría como el aire que los envolvía, delgado como una capa de hielo a punto de resquebrajarse.

—Háblame de la humana.

El cansancio que invadía a Tamlin era demoledor, más ahora que Norrine parecía estar regresando a la normalidad

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El cansancio que invadía a Tamlin era demoledor, más ahora que Norrine parecía estar regresando a la normalidad... dentro de lo que se podía llamar normalidad. Su cuerpo se sentía agotado, como si todo lo que hiciera requiriera un doble esfuerzo. Tamlin suponía que debía ser un efecto secundario de toda la locura que habían sido los últimos cincuenta años, entre esos tantos efectos secundarios, uno de lo más peliagudos era tener a la illyriana frente a su escritorio.

Una Guerra de Rosas y Espadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora