Capítulo n°3:
Se sentó frente a ella y notó cuanto destacaba del resto de personas de alrededor.
Con su top azul eléctrico muy revelador, con sus jeans de cuero color fucsia, su blazer verde oliva y lo que más destacaba de ella, su cabello rosa pastel.
Esa tarde llevaba gafas de sol por más que afuera estuviera muy nublado, sus labios estaban pintados del mismo color del vino tinto que estaba servido en su copa, ella siempre destacaba como una estrella de rock.
—Bonjour mom amour —saludó ella y luego tomó un sorbo de su vino con total elegancia.
A la mesa llegó un camarero con dos platos de ostras gratinadas con crema, a Andrew se le hizo agua la boca de solo verlo.
Ella tomó el primer bocado y antes de que Andrew pudiera meterse una ostra a la boca su show empezó.
Tomó el mantel con todas sus fuerzas y lo tiró al piso con todo lo que había encima, haciendo que Andrew no pudiera siquiera probar lo que tenía delante, porque estaba todo en el piso.
—¡Que puto asco! —gritó— Es lo peor que he probado en mi vida, que clase de restaurante de una estrella Michelin es esta, deberían cerrarle el local.
Los camareros y personas de mesas cercanas los quedaron mirando horrorizados con los ojos abiertos de par en par.
—Tengo mucha hambre —lloriqueó ella con un puchero.
Andrew exhaló tratando de relajarse y le dijo:
—Conozco un lugar que hacen la mejor comida de la zona y una que si me puedo costear, ¿te apetece?
—Cualquier lugar es mejor que este, parece que el plato lo haya hecho una rata, pero no uno tierno como el de ratatouille, sino ratas repugnantes de alcantarilla —se levantó de su asiento con la misma elegancia de siempre y salió del restaurante haciendo caso omiso al personal del restaurante.
Andrew la siguió por detrás con la cabeza gacha por la vergüenza.
Al salir y dejar atrás el restaurante, él habló.
—¿Qué tal has estado? Sin contar este inconveniente.
—Fantastiquement, vivo una gran vida, duermo en el mejor penthouse de la cuidad y me compro todo lo que quiero cuando quiero, lo bueno que tiene este trabajo, pagan muy bien.
Se giró a él y le preguntó.
—¿Y tú qué tal? Veo que por tu parte las cosas no van muy bien, no me has dado ningún avance hace semanas.
Antes de que tuviera que responder vio el restaurante a la que la llevó, no sabía si restaurante fuera el término correcto para ese lugar.
Era un carrito con un par de freidoras, un cartel despintado con el menú y un señor con un gran bigote oscuro atendiendo y cocinando a la vez.
Se detuvieron ahí y Andrew pidió la especialidad, dos hamburguesas completas con papas fritas y refresco.
A los pocos minutos su orden estaba lista y se sentaron en una sillas y mesas plegables que había alrededor.
Andrew, cansado y muerto de hambre comenzó a comer sin mediar palabra.
—¡Me encanta! —exclamó ella— es como una caricia en mi paladar, sí que sabes elegir buenos lugares, Andrew.
Lanzó un par de billetes de 500 al vendedor, quien los atrapo en el aire con una sonrisa, como si fuera lo mejor que le había pasado en el día, y posiblemente así era.
—Respóndeme, cariño, ¿qué tal te va en tu misioncita?
—Todo bien —respondió con la boca llena.
El semblante de la chica cambió, estaba completamente sería.
—Un "todo bien" no me sirve, me enteré que las cosas no van bien, que la chica esa está siendo un problema, ¿es verdad eso?
—Solo está distante, pero la verdad no entiendo por qué, todo estaba bien, y luego dejó de estarlo.
Ella se acomodó en su asiento y lo miró fijamente a través de sus gafas.
—¿No lo entiendes? Claro que lo entiendes, tú y yo estuvimos igual cuando estuvimos en su lugar, y te conozco muy bien para saber que lo tuyo no es solo preocupación, sino egoísmo, quieres controlarlo todo, hasta lo que no está en tus manos controlar, todo para que tú y tus planes estén bien, y no lo juzgo, soy igual, aprendí de ti, y ser egoísta no tiene que ser algo malo, porque hasta el acto más altruista tienes fines egoístas.
—¿Qué me quieres decir con eso? —preguntó Andrew.
—Que queda en ti decidir qué hacer y que la opción más egoísta no tiene por qué ser la peor, no limites tus opciones por intentar hacer lo correcto, pero tampoco seas un estúpido impulsivo y tomes una decisión únicamente por tu egoísmo.
—Eso no me ayuda en nada, Quinn, sigo sin saber qué hacer —bufó Andrew.
—Yo creo que sí sabes lo que tienes que hacer, pero lo ignoras por el hecho de que no te termine gustando el resultado.
Le acarició las mejillas con sus largas uñas negras y le dijo:
—Tu sentimentalismo es tu mayor virtud y tu mayor debilidad, ten cuidado con eso o en cualquier momento todo podría explotar —retiró su mano con delicadeza aruñando suavemente sus uñas contra su mejilla.
—Eres como un maldito rompecabezas al que le faltan piezas, y eso que conozco cada una de ellas, pero aun sigues siendo imposible de descifrar.
—Esto no es un rompecabezas, Andrew, es un juego de cartas, donde sé que tienes cartas debajo de la mesa, al igual que yo; esto es un juego con un solo ganador y te conozco tan bien para saber que puedes ser un maldito traicionero con quien se ponga delante y respeto tu egoísmo, te lo he dicho, pero yo juego a igualdad de condiciones, cada quien con sus cartas por debajo de la mesa, ya veremos quién es el ganador, o si somos los dos, eso depende de tu objetivo, si es el mismo que el mío, o el contrario, pero dudo que sepas siquiera que quieres, no sabes qué quieres ganar por eso no sabes a que bando jugar y quieres ir a por los dos y jugar tu propio juego, pero eso solo va a terminar mal, te aconsejo que decidas antes del segundo round o todo terminará mal para ti y no quiero eso.
Andrew se asustó con sus palabras, había visto algo en él que ni el mismo quería ver.
—Ya elegí un bando una vez que los traicioné a todos hace seis meses —musitó con un hilo de voz.
Ella se echó a reír a carcajadas tapándose la boca con el dorso de la mano.
—Eso no es suficiente, cariño, tú mismo lo dijiste, eso fue hace seis meses, recuerda tus planes y motivaciones, recuerda ese odio que te sirve como motor para tus acciones, yo estoy en esto por ti, pero no me voy a hundir por ti, solo voy a observar de lejos como te ahogas, al igual que tú harías conmigo.
Andrew la tomó de ambas manos y apretó con fuerza.
—Yo nunca permitiría que te sucediera nada, te amo y haría lo que fuera para que estés a salvo, nos prometimos que nos protegeríamos, y yo cumplo mis promesas.
Ella tomó ambas manos de Andrew y las besó.
—Me alegra escuchar eso, cariño, ahora me tengo que ir a trabajar, au revoir et bonne chance, chérie.
Se levantó y se fue con su caminar excéntrico, moviendo sus caderas de un lado a otro dejando el fuerte ruido de sus botas amarillas entaconadas cada vez más bajo por la distancia.
Era la hora perfecta, Andrew también tenía planes, donde tendría que seguir fingiendo una sonrisa, pero ya se había acostumbrado a eso.
O tal vez no fuera necesario, tal vez podría relajarse por un momento y todo saldría bien.
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Tras El Velo
FantasíaTodos vivimos en un mundo que consideramos ya explorado, pero lo que no sabemos es que junto a nosotros, separados por un velo imperceptible, tenemos un mundo donde la ciencia todavía no ha llegado, donde nuestras creencias flaquean, donde espíritus...