XXII: Phoenix

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Otra vez más haciendo la maleta improvisadamente. Esta vez soy la única que aún no la ha echo. Todo el grupo ha ido haciendo el equipaje durante estos tres días pero yo, como soy única e inigualable lo he dejado para el último día. En teoría la tendría que haber hecho anoche, ya que nos vamos hoy a Phoenix, pero digamos que ayer por la noche Vic y yo salimos irresponsablemente de fiesta y terminé algo borracha. "Algo" por no decir mucho, tanto que cuando Victoria y Damiano (que tuvo que venir a buscarnos) me llevaron a casa a rastras, tal como tumbé en la cama, me dormí.

Al despertarme hoy a las cuatro y media de la mañana, vi mi maleta y algunas cosas más en el suelo. Supongo que Dam lo habrá preparado anoche para que hoy no tarde tanto en prepararlo todo. Que lindo es cuando quiere.

Mandrosamente y con una resaca de la hostia me levanté lentamente de la cama. Tengo que sujetarme del escritorio. Un fuerte dolor de cabeza me impide moverme sin marearme. Debería bajar a la cocina a por un paracetamol, aunque no creo poder llegar sin caerme por las escaleras.

Observo unos segundos la ventana. A través de ella se asoma la Luna, que está comenzando a menguar y está rodeada por algunas estrellas.

Este concierto no me hacía ninguna gracia. Phoenix no es un lugar que me llame la atención y sinceramente conocer a Laura tampoco. Me sabe mal en el fondo. Es la novia de Ethan y él la quiere, pero para mi es inevitable. Tengo un radar para personas repelentes.

Poco a poco me acerco a la puerta de mi habitación. Al darle al interruptor cierro los ojos fuertemente. Demasiada luz después de tanto rato de oscuridad. Me acerco al armario, ya más acostumbrada. Comienzo a sacar las cosas que necesitaré en este viaje. No me pienso llevar gran cosa, tengo claro que a penas saldré del hotel. Aunque algo que no puede faltar es algo de lencería. Al estar Laura estaré de mal humor 24/7, así que... Damiano me ayudará un poquito con el estrés.

Unos diez minutos más tarde ya había terminado de preparar mis cosas. Bajé a la planta de abajo y entré a la habitación de Dam. Él seguía durmiendo plácido, acurrucado mientras abrazaba la sabana.

No quería despertarle, solo quería acoplarme a él sutilmente. Levanté un poco la sabana y metí mi cuerpo debajo de ella. La cama estaba caliente. El calor corporal de Damiano calentó todo el interior de la cama. Me dió un escalofrío por el contraste de temperatura.

Me acerqué a su cuerpo, se unieron como si fueran dos piezas de un puzzle. Damiano estaba de lado hacia mi, yo estaba en medio, como si quisiera que me abrazara.

-¿Alda?- Preguntó su voz ronca.

-Sí.- Dije suave, confirmandole que era yo. Al escucharme su cuerpo se destensó un poco y envolvió con uno de sus brazos mi cuello, sujetandome la cabeza.

-¿Que hora es?- Escuché decir a su boca apenas a cinco centímetros de la mía. Me estaba comenzando a poner nerviosa. No en un mal sentido. Joder... me encanta esto.

-Las cinco menos cuarto.- Respondí. La hora la había calculado a ojo, no tenía ni puta idea de la hora real.

-Mhm...- Gruñó en modo de respuesta.

Apretó más mi cuerpo contra el suyo. Me quería sentir y sinceramente yo también. Me moría por hacerlo.

-Damiano..- Dije tras un par de minutos en silencio.- ¿Me querrías si un día despertaras y fuera una barca?

-¿Eh?- Contestó en un gruñido.

-Que si me querías si fuera una barca.

-¿No puedes dormir un rato?

-Puedo intentarlo. Si me respondes la pregunta.

-Ay Alda. Pues yo que sé. Sí supongo.

-¿Me querrías?- Dije más animada.

Maneskin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora