26. España - Costa Rica

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Valeria

Estaba en el lavabo preparándome para ir al primer partido que jugaba España.

- ¡Oye imbécil! - gritó Pablo- Valeria, te estoy llamando.

Oh mierda, si primero me llamaba imbécil y después Valeria, es que algo pasaba.

- Pensé que estabas hablando por teléfono - dije asomándome.

- Solo te llamo a ti así, bueno, a veces se me escapa con los chicos cuando me hacen alguna putada.

- Bueno ¿que querías? ¿Para que me llamabas? - pregunté saliendo del lavabo.

- Toma anda - me extendió una camiseta, le miré extrañada.

Miré la camiseta y me di cuenta de que era una de la selección Española.

La desdoblé para ver el tamaño, giré la camiseta y me di cuenta de que llevaba el dorsal de Pablo.

Sonreí y le miré.

- Déjame adivinarlo, estoy obligada a ponérmela.

- Chica lista - guiñó un ojo.

Entré de nuevo al baño para cambiarme la camiseta.

- Y volviendo al tema de antes, siempre me llamas Val, no imbécil - contesté saliendo del lavabo.

- Desde que Fer te llama así no.

- ¿Celoso? - le miré pícara.

- Pues sí, no voy a mentir.

Sabía que estaba celoso, pero esa respuesta no me la esperaba.

Mi cara cambió totalmente y suspiré nerviosa.

Él lo notó y se acercó.

- Ese idiota está enamorado de ti, no voy a permitir que se te acerque a más de dos metros - habló.

- No lo hará, hablaré con él.

Cada vez estábamos más cerca, tanto que nuestras respiraciones chocaban.

Cuando le iba a besar, el teléfono de Pablo sonó.

El suspiró profundamente y cerró los ojos, mientras yo me reía nerviosa por la situación.

Sacó el móvil del bolsillo de su mochila y cogió la llamada.

- ¿Quién era? - pregunté cuando colgó.

- Pedri, el autobús ya ha llegado, nos tenemos que ir - contestó.

Asentí, cogimos todas las cosas y salimos de la habitación.

Salimos del hotel y rápidamente subimos al autobús para evitar a los periodistas.

Los únicos asientos libres eran casi al final.

Miré los asientos y luego me giré para mirar a Pablo, quién también me estaba mirando.

No lo pensé más y empecé a correr hacia los asientos.

- ¡Eh! ¡Ven aquí! - gritó Pablo agarrándome por la camiseta.

Reí y me lancé rápido hacia el asiento. Me senté y miré a Pablo con una sonrisa de superioridad.

- Eres una cabrona - dijo sentándose en el asiento de mi lado con mala cara.

- Se siente, corre más - me encogí de hombros.

- A la vuelta voy yo ahí - señaló mi asiento.

- ¿Pero que os pasa? - preguntó Balde, quién estaba detrás de nosotros - ¿Primera hora de la mañana  y ya estáis discutiendo?

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