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La ropa le llovió con el estruendo de la puerta al cerrarse.. No dudó en ponérsela, no sin perder su papel de niña perdida.

Seguía rugiendo aquel chico al que llamaban Alfa, convirtiéndose intermitentemente de hombre a lobo. Ella solo había intentado alejarse todo lo que podía. Incluso había fingido que se enteraba de aquella noticia, que acababa de conocer a Hombres Lobo.

Al final de la tarde, él se estabilizó y quedó en forma humana. Estaba desesperado por que le quitasen aquellas cadenas. Y sí, él estaba al tanto de que le sucedía a su cuerpo. Cada año, la época de celo le costaba más. La de cría ya era insoportable. Recibir a cientos de cachorros nuevos, pero ninguno suyo. Y sabía perfectamente que nada de eso iba a cambiar hasta encontrar a su mate. Y ya lo había hecho, pero aquellas cadenas no le dejaban acercarse.

-Acércate- Ordenó con una voz firme.

Ella no respondió. Solo miró a través de la oscuridad y vio una mueca de dolor en el rostro del chico. Las cadenas debían de ser de plata. A ella la plata no le afectaba. También lo había descubierto, y supuso que por eso rechazaban a los lobos negros, porque no había manera de controlarles, a no ser que consiguiese atraparles y matarles. Y su antigua manada tenía demasiado cariño a la chica como para hacer algo así.

-He dicho que te acerques, ahora mismo- Rugió enfadado.

Sintió un escalofrío recorrer su cuello que solo le dio ganas de ignorarle más de lo que ya estaba haciendo. Negó, temerosa, interpretando un buen papel de niña con miedo.

Escuchó como respiraba profundamente.

-No voy a hacerte daño. Puedo sacarte de aquí, soy el que manda.

-Normalmente los que mandan no suelen estar encerrados- Respondió con un aire sarcástico.

Al escucharse lanzó su mano hacia la boca, deseando no haber dicho nada. Se maldijo y araño la mano que sujetaba su boca con la restante.

-A veces los que mandan tienen que aprender a controlarse- Contraatacó, forzando la mandíbula.

Ella asintió, y se dijo a si misma que no volvería a abrir la boca a no ser que fuese para lamentarse y/o llorar falsamente.

Pasaron las horas, él mirándola fijamente, con una respiración más o menos calmada. Y ella mostrándose temerosa, pero completamente tranquila por dentro. De hecho, podría haberse tumbado y se hubiese quedado dormida como si de su casa se tratase. Pero no lo hizo. No quería que nadie sospechase de ella. Y a media noche, él le dijo que tenía que dormir. Respondió con un movimiento de cabeza que indicaba que no iba a quedarse dormida. Él suspiró acusatoriamente.

-Tienes que dormir, puede que estés aquí por un largo tiempo. No puedes quedarte despierta por días. Además, la época de cría ha comenzado- comentó, soltando un gruñido atronador-, te resultará difícil dormir con tanto llanto.

Simuló un tartamudeo que acabó en bajar la mirada a sus pies. Cuando él no podía ver su rostro, soltó una sonrisilla. Les tenia en sus manos.

Se recostó, mirando hacia la puerta para que él no pudiera ver su cara de satisfacción y la rapidez que tenía para dormirse. Solo deseaba no roncar y dormir hasta el medio día. Se acabaría su actuación.

Recogió sus piernas contra su pecho y se quedó dormida mientras pensaba en como conseguir salir de aquí sin que nadie se enterase de su apariencia lobuna. Tal vez después de la reunión la dejasen salir. Y desde ahí todo sería más fácil.

Mientras, él, que no había dormido durante un mes entero, pudo relajarse y cerrar sus ojos durante un par de horas. En su mente solo aparecía la imagen de ella, a su lado. Y eso fue lo que consiguió deshacerse de su insomnio. Ella. La observó hasta conciliar el sueño.

Cuando el sol comenzó a iluminar escasamente aquel lugar, ambos abrieron los ojos.

Ella se quedó quieta. Él gruño, intentando llamar la atención de la chica. Esta, con intención de no hacerle caso, se tapó los oídos con delicadeza. Era una actriz perfecta.

El hombre lobo tiró de las cadenas, rugiendo de dolor al presionar la plata sobre su piel. No consiguió acercarse mucho más. No se conformaba con eso, pero decidió quedarse ahí y esperar. Siguió mirando a la chica. Sus únicos impulsos en ese momento eran de abrazarla, de decirle al oído que no le iba a pasar nada, que estaba con él. Y por supuesto, de marcarla. Eso era lo que más deseaba, reclamarla. Era suya, o al menos según su instinto de lobo.

La puerta se abrió, dejando ver la silueta de un hombre bastante grande. Al que habían ido a avisar cuando ella había aparecido en el bosque. El segundo mando.

-Alfa, el periodo de celo ha pasado. Podemos soltarte ya. Y en cuanto a ella, tenemos una reunión pendiente. Te pondré al corriente.

Ella levantó la vista y miró a los ojos a aquel chico que acababa de entrar. Cuando este apartó la mirada, se dirigió a desatar las cadenas del Alfa, con unos gruesos guantes. Con un par de palmadas en el hombro, salieron de Las rejas dejándola sola. Por fin ella pudo respirar tranquila. Relajó los hombros y se tumbó, ocupando todo el espacio que pudo, alargando sus brazos. Las tripas le rugieron. Se maldijo por no haber comido nada justo antes de venir. Y, por un momento, se preguntó si alguien se molestaría en llevar comida a la celda. ¿Y si nadie lo hacía? ¿Moriría allí? Tenía claro que no, ya que podría convertirse en un lobo, rugir y que alguien viniese. En ese momento ella saldría corriendo. Sonrió, amaba tener varios planes, y sobre todo, amaba salirse con la suya.

Tras pensar durante un largo tiempo, se dio cuenta de que, si aquel chico realmente era su mate, la escucharía incluso si esta solo susurrase. Y estaba segura de que vendría a ayudarla. Antes de que pudiera hacer nada, la puerta se abrió con estruendo y entre forcejeos, rugidos, suspiros y fuerza bruta metieron en Las Rejas a aquel lobo que aparentaba ser su mate.

-Tú- Rugió el Beta, el segundo mando, justo después de colocar las cadenas-. No te vas a poder ir de aquí. Ya puedes ir haciendo caso a tu nuevo amigo.

Y con eso, cerro la puerta de golpe, dejándoles solos. En unos minutos, el chico estaba de vuelta.

-He perdido el control. Ha sido la distancia. Tienes que estar aquí- Habló este antes de caer rendido, sobre aquel suelo de piedra.

Sin poder evitarlo, ella se carcajeó en silencio. ¿Pensaban controlarla? ¿Tenían pensado que se quedase allí? Ja, ya veremos.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora