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En mi forma humana, entré en el territorio de la manada de Noah. Subí a las gradas improvisadas y me senté al lado de aquella humana rubia que sonreía mirando a su hijo. Me miró y abrió los ojos mostrando su sorpresa.

-Has vuelto -susurró.

Asentí y sonreí. Cuando vi que iba a volver a hablar, negué con la cabeza y hablé.

-Cumplo mis promesas. Me alegro de que ahora seas algo más libre que antes.

Rió suavemente de una manera encantadora y las dos comenzamos a prestar atención al pequeño discurso que anunciaban. Me di cuenta de que ahora había dos guardias en las salidas de las gradas y murmuré un par de insultos. ¿No me lo podían dejar más fácil? Me iba a ir de todas formas. Incluso ellos lo sabían.

Ian me saludó y meneó su medalla para que pudiese verla. Sonreí y elevé mis pulgares. Su pelo castaño casi rubio brillaba con el sol y su sonrisa parecía deslumbrar más que nunca. Entonces me di cuenta, si lo dejaba allí, tendría más dificultades a la hora de protegerle cuando llegase la hora y Noah tendría que ocuparse de muchas otras cosas. El diablo venía conmigo esta vez. Tras la celebración organizaron una pequeña fiesta y aquello se llenó de comida. Ian se encontraba a mi lado ahora, agarrando mi mano con fuerza y tirando de ella de vez en cuando para enseñarme algo.

Conocí a varios amigos de aquel niño que me consideraba su madre. Pasamos un buen rato juntos, hablando con los demás, haciendo bromas, comiendo, pero todo acabó cuando vi a Noah aparecer con la frente algo sudada, despeinado y algo colorado. Cuando llegó a nuestro lado no me dio tiempo a preguntar qué hacía allí ya que se abalanzó hacia mí mientras tomaba a Ian en brazos y nos fundía en un cálido abrazo familiar.

-Vamos a disfrutar de esto juntos, he conseguido acortar la reunión.

Me quedé helada. Nunca había visito una mirada que dijera tanto. La suya en estos momentos me reprochaba haberme ido, me susurraba todo lo que había sufrido y gritaba lo que sentía cuando yo estaba con él. Me sonrió al verme quieta, mirándole, sin decir nada. Sus labios se movieron pero no escuchaba nada. Todo él era otro mundo demasiado lejano al mío. Sacudí la cabeza cuando dejó a Ian en el suelo y le alborotó el pelo. Me apostaría mi comida del día a que ese había sido el momento exacto en el que mis planes de irme de nuevo se desmoronaron. No podía quitarle a Ian, no iba a dejarle solo con la que se nos venía encima.

-Voy a ayudarte -solté de repente, mirando por encima de su hombro, hacia el norte.

-¿Qué?

-Voy a luchar con vosotros, aunque no me acepten en la manada. Noah, lo siento de verdad -había empezado a disculparme a pesar de no querer hacerlo.

Parpadeó varias veces y después puso su mano en mi mejilla. Me besó. Aquel beso fue el primero en el que sinceramente quise participar. Pensaba que solo quería disculparme pero muy a mi pesar mis labios le dijeron otras cosas que yo no diría nunca en voz alta. Escuché unas palmadas que casi no se apreciaban con el murmullo de la gente. Tras separarnos, bajé la vista y vi a Ian aplaudiendo para luego abrazar nuestras piernas. Cuando observé como bostezaba, m di cuenta de que la fiesta se había acabado para nosotros.

Era mi última oportunidad de irme y la iba a desaprovechar. No quería perder a más gente de la que ya había perdido. Dados de la mano, nos dirigimos a casa. Acostamos a Ian y nos quedamos en silencio en el pasillo, contemplando las paredes.

-¿Por qué no me lo dijiste? -cuestionó él, rompiendo una melodía inaudible.

-¿Lo de la guerra? Lo descubrí desp...

-No. Lo tuyo. Tu secreto. Podías confiar en mí. Yo... No podría perderte.

-Por algo se llama secreto.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora