She wolf [SHE 1]

Segunda Parte

Arrastraba los pies, levantando las hojas que se acumulaban a lo largo del camino. Con una mano en el costado y respirando con fuerza y dificultad, cruzaba el bosque, intentando situarse en aquel lugar.

De pronto, las hojas a lo lejos se movieron y el sonido de las hojas al ser pisadas inundó aquel lugar. Como un fugaz viento aceleró, dando vueltas a su alrededor. Supo que era un animal, lo detectó en la delicadeza de su movimiento.

Aún sujetando su herido costado, se apoyó con la otra mano en un árbol y esperó a que aquel animal apareciese. Probablemente aquella criatura no dudaría un segundo en atacar. Se dejó caer de rodillas y se hundió en sus ropas, con miedo.

Un gran lobo asomó su hocico, amenazando mientras lucía una gran y afilada dentadura. Se acercó paso a paso, siguiendo un ritmo que le estaba costando los nervios a su presa. Agazapado el lobo, todo estaba perdido. Se abalanzó hacia la presa de un salto.

Cuando este se quiso dar cuenta, una loba negra herida ya salía corriendo por el bosque, cojeando de una pata trasera.

El lobo que había pensado en todo momento que era el depredador se quedó desconcertado. Se convirtió en un muchacho delgado, escuálido y bastante pálido. Las tripas le sonaron y se llevó las manos a la cabeza, dándose cuenta de que casi se come a uno de los suyos. Se agachó y comenzó a llorar.

Mientras, la loba negra había parado ya de correr, sintiéndose sin fuerzas para seguir su camino. Volvió a ser humana. Una humana tan herida por fuera como por dentro. Al menos, ahora tenía una manada que, no dudaba, volvería a buscarla. Una manada de su especie.

Y en efecto así fue. Alguien la recogió en la noche y dos lobos negros se unieron, a la madrugada, a una manada de a penas cinco lobos.

La chica aún podía oír los aullidos de un lobo, unos cantos que se le metían hasta el fondo del corazón. Y a esta serenata se le unía a veces otra voz más débil, aunque sobrecogedora.