13

24.7K 1.9K 33
                                    

Makayla hacía sonar sus dedos en el tablero de su mesa. Fruncía su nariz y sus labios con furia y movía su pierna de arriba a abajo con furia. Rugía de vez en cuando y miraba fijamente a la pared. No dejaría a Noah solo. No le dejaría morir por su culpa. Buscaba algo. ¿Por qué el verano gélido solo les afectaba a ellos, a los lobos negros? Se levantó de la silla y le dio una patada a la mesa. Varias cosas cayeron al suelo.

Recordó la primera vez que tocó a Noah. Se dejó caer al suelo y frunció el ceño. El tacto de aquel primer roce vino a su memoria. Él la había agarrado de la mano y había tirado. Noah le acarició la espalda con suavidad mientras ella solo fingía estar perdida y simulaba que le odiaba. Aquel primer tacto... Por aquel entonces estaba tan hambrienta que ni siquiera se había parado a observar las diferencias. Makayla sonrió con tristeza y se llevó una mano a la cara. De pronto, algo se pasó por su mente. Calor. Más de una vez había pensado en el calor que irradiaba el cuerpo de Noah. Se había dado cuenta de la diferencia de temperatura entre ellos y últimamente lo había notado más. Era como ponerse al lado de una chimenea en días fríos. Pensó en todo lo que había aprendido en sus primeros años como loba negra. La primera norma era no entrar en guerra con lobos normales en épocas frías, pues ellos lo resistían mejor. Eso era.

Makayla se levantó de golpe y abrió su armario con furia. Comenzó a sacar ropa. Cuatro camisetas de manga larga. Dos pantalones finos y uno más grueso. Encontró un abrigo que, supuso, había robado a alguien hace bastante tiempo. Se puso varios pares de calcetines en cada pie y tomó unas botas que, por supuesto, no había pagado. Empezó a sudar antes de colocarse toda esa ropa, pero sabía que aún así, pasaría frío allí fuera. Tomó el abrigo en la mano y luego agarró una mochila. Salió de su habitación. Se dirigió a la gran sala de reunión y dejó el abrigo y la mochila encima de una mesa. Pasó por el pequeño hospital y tomó un par de medicamentos, vendas y cualquier cosa que ella pensó que podía servirle. Tampoco tenía muy claro qué podía pasar fuera. Al principio, pensó en quedarse en la puerta del refugio durante algunas horas, pero se dio cuenta de que sería una perdida de tiempo, por lo que rechazó la idea. Buscó algo de comida y solo cogió un poco, no pensaba hacer paradas para comer. Tras guardarlo todo en la mochila, se puso el abrigo y se echó la mochila a los hombros. Antes de que alguien la viera, se encaminó a la salida del refugio. Respiró hondo. Se puso la capucha de pelo y cubrió bien su cuello y su barbilla. A penas se le veía la cara. La puerta se abrió lentamente. El frio comenzó a pasa y el aire se removió con violencia. Sintió como se le congelaba la nariz. Dio un paso hacia delante y luego otro. Estaba fuera. La puerta empezó a cerrarse y Makayla, sin mirar atrás, caminó con esfuerzo. Los pies se le hundían en la nieve y el aire frío provocaba que la cara se le entumeciera.

Su paso era firme y sentía que el verano gélido no le afectaba tanto. Era eso. La temperatura. Escuchó un aullido de tristeza a lo lejos, el cual solo pedía perdón por algo que no había hecho. A Makayla se le cerró la garganta. Noah estaba triste por su culpa, triste y dolido. Su temperatura aumentó con el enfado y se hizo un poco más fácil ir andando por el bosque nevado. Llevaba ya varias horas caminando cuando sintió que las piernas le fallaban. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir se encontraba en el suelo, mirando hacia arriba. El cielo a penas se veía por la espesura de los árboles. Cuando se intentó levantar, no pudo y comenzó a tener miedo. Se quedó helada. Mordió su labio inferior con fuerza y luego gruñó. Se llevó una mano a la nariz y cuando la miró, vio sangre, la cual se estaba tragando ahora mismo.  Su respiración era entrecortada. No sabía qué hacer. Sentía que la vida le estaba devolviendo todo el mal que había hecho. Se quedó mirando hacia arriba, dejando que el tiempo la consumiera.

Tal vez me lo merezco, tal vez este es mi destino, este es mi final, pensó.

Cuando iba a darse por vencida completamente, escuchó un débil aullido. Era suave y ligero. Ian. La estaba buscando y acababa de enterarse de que su madre se había ido. Makayla tenía en corazón en un puño. No podía hacerle eso. Ni a Ian ni a Noah. Respiró, como pudo, profundamente y clavó un codo en la nieve. Se incorporó un poco, tosiendo. Cuando estaba apoyada en sus dos codos miró hacia sus piernas. Habían quedado ligeramente metidas en la nieve, por lo que le costó moverlas. Cuando consiguió desenterrarlas, las dobló e hizo una mueca de dolor. Rugió enseñando sus colmillos, estaba enfadada por no poder moverse. Poco a poco, consiguió ponerse en pie, ayudándose de un tronco de un árbol. Cuando consiguió estabilizarse se soltó del árbol y, arrastrando un poco los pies, se encaminó hacia el territorio de Noah. Sabía que en cuanto lo pisara, estaría más o menos a salvo, pues él se daría cuenta de que ella estaba allí. Se relajó un poco y frotó sus manos. Lo del calor estaba funcionando. Tal vez, si hubiese tenido más tiempo, debería de haberse agenciado unos guantes y una bufanda.

A lo lejos, vio una silueta moviéndose bastante rápido. Maldijo en voz baja. Cuando aquella persona quedó frente a ella, decidió poner en marcha su actuación de humana. Si aquello no funcionaba, tendría un grave problema.

-Dígame su nombre y a dónde se dirige -preguntó aquella mujer.

Solo iba vestida con un abrigo bastante fino y ropa normal.

-Me llamo Katha, me dirijo a la casa de mi novio, me he perdido. Yo solo quería visitarle y... -dejó la frase en el aire y se llevó una mano a la cara. Se dio cuenta de que la sangre había dejado de salir de su nariz, pero que aún estaba el rastro de aquel líquido rojo.

-Buscas a tu compañero, ¿cierto? Dime, ¿cómo se llama? ¿Cuál es su puesto en su manada? -cuestionó la mujer mirándola fijamente.

-Se llama Noah. Yo... no se cómo era, creo que dijo algo de Alfa... Era como el jefe -respondió Makayla, bajando la mirada al suelo de vez en cuando.

La mujer rio. Se acercó a ella lentamente.

-Oh, cariño, ¿no te han dicho nunca que mentir es de mala educación?

Makayla se quedó congelada. Se había dado cuenta.

-Todo el mundo sabe que la compañera de Noah es una miserable loba negra. Tú, eres despreciable. Te mataría en este mismo momento, pero el verano gélido lo hará por mí, querida.

Observó como la chica se agachaba y rozaba la nieve con sus dedos.

-Mírate, tienes un aspecto horrible. Estás débil y no puedes luchar contra mí. Disfruta de tus últimas horas de vida, asquerosa.

La mujer se dio la vuelta y salió corriendo. Makayla ardía de ira. Sus colmillos se habían clavado en sus labios y sus uñas se habían alargado. A ella nadie la llamaba débil y se iba de rositas. Rugió y corrió detrás de aquella mujer. El fuego del enfado corría por sus venas. A medida que corría, dejaba de sentir el frío y el dolor. Divisó de nuevo a aquella mujer lobo y sonrió. Era muy lenta. La adelantó y se paró justo delante de ella. Observó su cara de miedo y rio suavemente.

-¿Qué pasa, bonita? ¿La nieve no es una buena pista de carreras para ti? ¿O acaso eres demasiado débil? -cuestionó con furia.

Llamarle débil a un lobo era lo peor que podías hacer. Era un insulto grande. Toda la dignidad de un lobo estaba en no ser débil.

Se abalanzó sobre ella y la empujó hasta que la mujer quedó atrapada entre el tronco de un árbol y el cuerpo de Makayla. Agarró su cuello con fuerza y dejó que la otra sintiese la presión de sus uñas. Clavó una rodilla en el muslo de la chica y dejó escapar un gruñido. La otra mujer se movió pero no consiguió librarse de Makayla.

-Sí, ya veo, estaba muy débil.

La tiró al suelo y ella se levantó inmediatamente y la miró, rugiendo y enseñando los dientes. La postura de Makayla indicaba un total control de la situación y completa tranquilidad.

-¿Qué vas a hacerme? ¿Vas a matarme? Inténtalo si quieres, la única que va a salir mal de aquí eres tú si me haces algo.

-Nadie va a venir a salvarte, sucia loba negra.

Makayla no pudo evitar reír.

-¿Sucia? -dijo mientras reía- Vamos, seguro que hay insultos mejores.

La loba comenzó a correr hacia ella y Makayla solo tuvo que moverse a un lado para que la mujer cayese al suelo.

-Casi. Caliente, caliente. Tal vez a la próxima -se burló Makayla-. Bueno, me voy, puedes perseguirme si quieres, pero eres muy débil para matarme. Búscate otro contrincante mejor. Y una cosa más, te recomiendo dejar de odiar a los lobos negros, solo por tu seguridad.

Y salió corriendo hacia el territorio de Noah, dejando a la mujer allí, en el suelo de un bosque cubierto de nieve. Makayla no había perdido calor en el cuerpo y se encontraba bien. Y al fin, tras correr durante un par de horas seguidas, llegó a su destino. Se desplomó nada más atravesar la frontera del territorio y se quedó allí, mirando los árboles tambalearse por el viento. Antes de cerrar los ojos por el cansancio, Makayla pudo ver los ojos preocupados de Noah. Sintió como la llevaba en brazos a gran velocidad y luego su cuerpo se convirtió en un peso muerto, no sentía. Se había quedado dormida.



He hecho un tráiler, podéis verlo en multimedia.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora